Hace 53 años que abrió sus puertas pero en 7 días echan el cerrojo. Siam y Assad se pusieron al frente del primer restaurante libanés de Canarias familiarizándonos con los placeres de su gastronomía. El domingo encenderán el horno por última vez. “Es hora de descansar”, dicen.

El Fenicia, el primer restaurante libanés que abrió en Canarias cierra sus puertas el domingo próximo después de 53 años de actividad ininterrumpida en Las Palmas de Gran Canaria; una ciudad “que es nuestra, donde hemos sido felices y han nacido nuestros hijos”, dicen Assad Salami y Siam El Kial, sus propietarios. Así que dentro de siete días será el último día en el que el matrimonio encenderá el horno, preparará humus, falafel, kibe, empanadillas, cordero con cuscús o lo que le pidan para deleite de sus últimos clientes. Ese día el Fenicia cierra una puerta que se abrió en 1963 hasta convertirse en un histórico de la gastronomía de las islas que nos introdujo en el placer de la comida libanesa. El lunes comienza para ambos una nueva vida. Llega la jubilación y teniendo como le tienen mucho cariño al local en los que prácticamente han vivido ellos y han criado a sus dos hijos, Jacob y Naib, han descubierto que descansar también forma parte de la vida y quieren vivirla. “No cerramos por la crisis, no, es que estamos muy cansados de trabajar, esa es la verdad. Ha sido el agotamiento lo que nos ha animado a dejarlo”, explicaban hace unos días en el acogedor comedor que han visitado tantos clientes a lo largo de más de medio siglo, hasta convertirse en amigos.

Situado en la calle Blanco Ibáñez 4 el Fenicia abrió sus puertas en los sesenta casi por casualidad. Ocurrió que sin la menor intención de meterse en negocios un tío de Assad, David Maguel, llegó a Canarias procedente de Beirut; por unos amigos conoció el local que ha ocupado hasta hoy y que por entonces albergaba a Bodegas Aragonesas. Al hombre le pareció un sitio ideal para montar un restaurante libanés, de los que ya tenía alguno en el Líbano y de los que en Canarias no había ninguno. Llegó a un acuerdo y así extendió su negocio a una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria que en esos años vivía el boom turístico. “Un par de años más tarde, con 18 años, vine yo desde Beirut para ayudarle y me quedé para siempre”. El restaurante fue un éxito desde el inicio “venían guaguas con turistas y había mucho trabajo”, recuerda. Finalmente su tío se lo traspasó y Assad y aquella mujer guapa, joven y menuda que había conocido se convirtieron en inseparables. Era Siam. Hasta hoy.

“Yo tenía 25 años cuando vine aquí de vacaciones, lo conocí y mira”, dice ella pícara.

Son muy cariñosos y aunque lo disimulen están emocionados. Siam y Assad explican el cierre como si tuvieran que justificarlo pero lo hacen para responder a las preguntas que desde hace unos días le formulan los amigos clientes que ocupan el comedor. “A ellos ya les he dicho que cerramos y como nos quieren mucho les da pena. Entonces yo les explico bien. Todo se acaba y el Fenicia, también”, dice.

No conozco a nadie que viviendo más de 50 años en Canarias hablen un español tan atropellado como ellos. Se ríen cuando lo comento y ella, que es muy lista, le dice a su marido “yo hablo que tú no sabes mucho”. Entre los tres sacamos la entrevista adelante. “Tu pones que nosotros estamos muy felices con la gente tan buena que nos ha querido mucho. Aquí han comido varias generaciones de familias. Niños que han venido en brazos de sus padres traen ahora a sus hijos. Eso es muy bonito”. Estos días están pendientes de vender todo lo que tienen en el local, la decoración entera, comedor, etc.,

Dice Siam que la comida libanesa fue valorada por los canarios desde el primer momento. “Pero fue importante explicar en cada mesa cómo y de qué estaba compuesto cada plato. Todavía en Canarias falafel, yogurt con miel, cordero con cuscús, humus, kibe, etc., no se conocía”.

Siam y Assad, en la puerta del Fenicia

Desde que la clientela más cercana se ha ido enterando del cierre del Fenicia de Alcaravaneras han recibido la visita de quienes teniéndolo como uno de los restaurantes de referencia han reservado mesa para despedir a quienes forma parte de la memoria de la ciudad. Siam y Assad están orgullosos del trabajo realizado. Un rato en la cocina del Fenicia es comprobar la dureza del día a día con un horno de hierro, una cocina de fuegos y una bandeja de hierro que Assad maneja con destreza a pesar de su peso. “Esto es mucho trabajo; ya no tenemos empleados y somos los dos los que estamos al frente pero aquí hemos llegado a tener hasta cinco trabajadores pero, bueno, la actividad fue decreciendo y nos fuimos quedando solos. Gracias a la clientela tan fiel durante tantos años hemos podido sacar el negocio y a nuestros hijos adelante pero, repito, trabajando mucho. La cocina libanesa es dura, de mucha elaboración, complicada y hay que hacerla bien, eso es lo que nos ha dado el prestigio, creemos nosotros”, comenta Siam como si alguien lo pusiera en duda.

Mil veces acudiendo al restaurante y justo en la visita de despedida cuentan un secreto que muchos desconocían. “Cuando nuestro tío abrió el local lo adaptó como restaurante. Muchos recordaran que al principio en la entrada a mano izquierda había una barra en la que se servía comida y una copa, pero siempre la base fue el restaurante. Primero el comedor estaba al fondo, no donde hoy, pero como nos venían grupos, parejas, etc., había una habitación en la parte de abajo de ese comedor en la que hicimos una pequeña discoteca donde los clientes después de cenar escuchaban música o bailaban. Muchos se acordarán”.

Assad, con el que entenderse en español es complicado pese a llevar más de 50 años en Canarias aprovecha que su mujer está enredada con clientes para dedicarle unas palabras de cariño y gratitud para que aparezcan en el reportaje pero sin ella saberlo. “Ha sido muy buena; ha estado a mi lado siempre. Trabajadora, guapa y buena madre. Sin ella yo no me hubiera quedado aquí, me hubiera ido a Beirut. Quiero que ella lo sepa” dice emocionado.

Con el cierre del Fenicia se cierra una parte de la historia de la ciudad.

@marisol_Ayala