El podenco Ashe estaba ayer en vísperas del concurso de disfraces caninos, que se celebra hoy domingo a las doce del mediodía, como gallina sin nidar. En un esquinero de su casa, y la de su 'madre', Isachi Rodríguez, se encontraba el ajuar con el que se presentará a cuatro patas en la tarima del parque Santa Catalina.

Ashe se plantará en formato faraón, y el citado esquinero lucía como la cripta de la pirámides, o mejor, el ropero de Tuntankamón, con el nemes, o tocado real, los dos cetros cruzados y una serie de aditamentos que incluyen desde el ojo de Horus al sagrado disco solar. Ahí está el podenco mirando de soslayo por si le van a faltar unas chanclas o sandalias.

"Es que ya se lo huele", se justifica su 'abuela', Marisa Hernández, mientras pasa a relatar el dramón con el que mejor amigo de la dos llegó a la casa. Fue hace ocho años cuando se rescató del Albergue de Bañaderos. El perro oye Bañaderos y pone ojos de meloso, "sí es lo más mimoso que tenemos aquí dentro", remata Marisa. Y cuando oye gusano vira el hocico. "Es que tenía la filaria", puntualiza Isachi con precisión veterinaria, "y con el gusano dentro tenía un 50 y 50 de posibilidades. Sobre todo cuando se le hizo un trombo", con el que estuvo a punto de estirar la pata. Pero escapó y por eso se llama Ashe, que en yoruba, según se conoce en ese momento, viene a significar, "el fuerte". Ahora, no cabe duda, está mucho más que fuerte, y quizá sea uno de los pocos podencos de este lado del subtrópico con 38 kilos de peso, efecto colateral de la posterior castración.

En cualquier caso Ashe está muy mosca con la visita, dos noveleros en su vivienda con máquina de retratar, libreta y bolígrafo a pocas horas de concurso y se echa en la mantilla que tiene a una vera del recibidor sin apartar la mirada. De momento parece que está observando dos potenciales conejos que, como se muevan mucho, los saca de la huronera.

La iluminación

Ahora queda saber el porqué de esta afición, de la que en el caso de Isachi no existen precedentes familiares. De hecho en Cuba, de donde es la madre y donde nació ella poco antes de arribar a Canarias, "el carnaval se prohibió después de la Revolución, muchos años antes de que hija pensara que iba a venir al mundo", por lo que no quedó en la propietaria ADN suficiente para explicar el suceso. Quizá por un lado porque le gustan muchos los animales. Como sus dos tortugas, Pongo y Cía. "Le puse Pongo a la primera porque cuando me la regalaron me preguntaba dónde la pongo, y qué nombre le pongo. Pues toma Pongo", y Cía, por la compañía que le hace la otra a Pongo. Y a reírnos.

El germen carnavalero cundió un año "en el que estaba cuidando a la abuelita de mi ex ". En aquél trance asistencial se le iluminó la ocurrencia, que fue cuando el carnaval " se dedicó a la televisión". Pero no disfrazó al animalito de repetidor de señal, sino de bombero.

A aquél hecho siguieron otros. De tal forma que al podenco se le ha visto olfatear de Capitán América, de Woody, el de Toy Story, de dios hindú con una parranda de brazos y carromato-trono, y de otro montón de cosas que le han reportado no pocos premios. El último el del año pasado, el primer galardón del carnaval en el que repite hoy. Porque ojo, los tinglados perrunos de Isachi son de nivel.

Observemos el traje de Pegaso que le jincó recién, y "con el que cogí premio en Moya". Esto es un buzo blanco con alas de albatros que, al caminar del perrito, se mueven como para despegar de Gando.

Ahora toca probar el tocado del faraón para ver qué tal. "Ashe ven". Ashe va. E Isachi le pone un collarón faráónico hecho por la propietaria con un garbo también faraónico. Le zumba con mucho cuidado para no revenir las orejas el tocado con cobra central frontal y cuando termina el proceso el cazador se pone a mirar a la cancela.

"¿Que si le gusta? Cuando está en el escenario antes de salir si no lo agarro empuja al de delante".