Oyes, qué pintoresco este Carnaval de Las Palmas de Mallorca"... Ejem. "Me encanta esta fiesta de La Palma de Gran Canarias"... Ejem. "La mejor gala es la de Santa Cruz de Las Palmas"... Ejem y mil veces ejem. Yo sé que es mejor llamarse Cuenca. Eso no tiene soldadura, Cuenca es Cuenca. No hay lugar a discusión o especulación. Yo sé que un señor, pongamos por caso, de Panticosa, Aragón, no tiene por qué saberse los nombres de las capitales canarias, igual que nosotros no sabemos situar en el mapa dónde quedan sus aguas termales. También entiendo que esto es un lío. La provincia es Las Palmas, la ciudad Las Palmas de Gran Canaria; la región Canarias; pero la otra provincia es Santa Cruz de Tenerife... Eso hay que hacer un posgrado o meterse en un cursillo de ábaco de esos modernos que sirven para que las neuronas hagan gimnasia.

Créanme que el señor me dio paciencia. Pero hombre de Dios, digo yo que si vas a venir a quedarte en un apartamento de Las Canteras puedes mirar un poquito el mapa. "Disssculpa, maja, ¿sabes dónde queda el parque de Santa Catalina?" Ya eres mío. Me he propuesto hacer un taller de canaritud al primer peninsular que me cruce en la calle de La Naval. Aquí mi alumno debe tener unos 50 años, lleva un disfraz de mexicano, que es un atuendo socorrido cuando en realidad te disfrazas porque tu mujer se empeña. Lleva el sombrero en la mano, el poncho impoluto y va peinadito a un lado como un niño bueno. Debe medir uno cincuenta y huele que echa pa'trás a after shave de Brummel. "Yo voy pa'llá cristiano, les llevo". "Ay, muchass graciasss". "De nada, querío". En estas cosas es mejor empezar a bocajarro. "¿Y pueden dormir ustedes con los esparmentos que se forman aquí?" Esparmento: Dícese de una escandalera, un salpafuera que da miedo, vaya. Es listo el jodío, me pilla por el contexto. "Bueno, Pilar se ha traído tapones y yo duermo en el filo de un cuchillo". "Naife". "¿Perdón?" "En el filo de un naife". Naife: Dícese de un cuchillo para cortar plataneras, cuyo nombre proviene del término británico knife.

"Abráquese a Pilar y no se me abatate que ahora empieza el mogollón y no quiero que acabemos en la Casa de Socorro". O lo que es lo mismo: "Agárrese a su esposa de usted y no pierda el ritmo que ahora empieza la fiesta multitudinaria y no quiero que acabemos en los servicios sanitarios". Los ojos del hombre cada vez más abiertos, seguro que pensando que en menuda se ha metido. Pero no hay nada que unos rones y un par de jareas no arreglen. Porque la canaritud también entra por vena. "Ten cuidado Pilarica, no te añusgues", le oigo advertirle a su consorte, que devora un bocadillo de chorizo de Teror, mientras le ofrece cerveza, no sin antes avisarle de que "está un tanto aguachenta". Que un chancleta se vuelva serenque si este no le pone Ayoze a su próximo nieto.