Dos encuentros en uno. El minuto 25 del duelo de ayer marcó un punto de inflexión. Un punto kilométrico que deja al cuadro amarillo sin excusas. Su falta de mordiente -la UD solo lleva ocho tantos en las primeras diez jornadas-, quedó, una vez más, en evidencia. El colegiado Melero López, en solo cuatro minuto (del 21 al 25) amonestó en dos ocasiones al veterano Acciari, que se marchó a la ducha notablemente contrariado. Su ira se tradujo en un ejercicio de solidez. El equipo de Julio Velázquez, con un jugador menos, dejó muestras de una presión titánica, para dejar a los amarillos sin un metro cuadrado. La tarjeta roja se ovacionó en el estadio de Gran Canaria, como si de un tanto se tratase, pero acabó siendo la perdición de la UD.

Con Masoud y Xabi Castillo como mimbres más brillantes, Lobera mantuvo el mismo bloque, y la misma propuesta inicial, ante un Murcia que se replegó con dos líneas de cuatro defensores. Saúl Berjón tuvo que actuar como improvisado lateral zurdo, que partía con la misión de frenar a Nauzet Alemán. Con Kike como único futbolista adelantado, el cuadro pimentonero tejió una telaraña roja que encendió todas las alarmas en el banquillo de Sergio Lobera. No hubo manera de saltar por los aires el sistema ultradefensivo del joven Julio Velázquez. Sin un centímetro, Nauzet, Masoud, Asdrúbal, Máyor y Vicente Gómez se estrellaron contra una muralla. Pero es más grave, ante diez rivales, los amarillos firmaron sus peores registros ofensivos del encuentro. Solo contabilizaron dos ocasiones de peligro. Y las dos en el segundo tiempo.

Sin poner en apuros al portero visitante Casto, aunque hubo momentos de acoso y pánico, cabe reseñar que el extremo Tete, con el Murcia con diez, fue derribado de forma clara en el área de Barbosa por Castillo [minuto 35 del duelo]. Y en el 67, cuando el partido se había convertido en un pulso mortal, Kike fusiló a Barbosa y el argentino sacó a relucir sus reflejos felinos. Inoperancia y agobios. Con diez, el Murcia, fue un rival mayúsculo; y la UD, por su parte, aumentó su rol gris. La roja de Acciari fue una puñalada en el corazón amarillo.