La Provincia - Diario de Las Palmas

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San Bartolomé de Tirajana

Con las cholas al caldero

El centro comercial Ronda de San Fernando ofrece cursos de cocina canaria y tapas para los visitantes

Cuatro noruegos, dos suecos, una ucraniana y dos canarias. Es la primera vez que hablan, por no decir gesticulan, entre ellos. Han cambiado el bañador durante sus vacaciones en el Sur de la Isla por un delantal, al menos por un par de horas. Quieren oler, palpar, cortar y cocinar los "sabores tradicionales" de Gran Canaria. Han apostado por acabar su estancia en la Isla con un buen sabor de boca, "más allá del sol y la playa". Katy Roque ha creado hace apenas dos meses un espacio pionero en Maspalomas en el que los visitantes pueden descubrir los productos de la tierra, mimarlos a fuego lento y, finalmente, degustarlos. Aunque lo importante, según la fundadora de Canary Cook, es que los comensales "se diviertan" y disfruten de una oferta gastronómica "autodidacta". La empresa ofrece talleres de cocina canaria, española y de tapas tanto a foráneos como locales.

"Ya no basta" con ofrecer excursiones y actividades en la playa a los turistas. La tendencia de los visitantes se aproxima vertiginosamente a acumular una "experiencia" en sus retinas y pupilas, que les recuerde "aquel momento" placentero que les regaló su destino de vacaciones.

Katy Roque, agente inmobiliario en San Fernando de Maspalomas desde hace 18 años, se levantó un día con una intuición. Por aquel entonces planeaba un viaje a Japón y, como le encanta el "sushi", buscó en Internet lugares en destino que impartieran cursos de cocina para extranjeros. La opción la encontró, pero en vez de disfrutarla en persona decidió adaptarla a su entorno. Junto a un socio y una cocinera a la que le sobra salero emprendió una "aventura" empresarial que por el momento ha desatado el entusiasmo foráneo por la gastronomía local.

A escasos metros de hoteles y apartamentos de Playa del Inglés, Roque ha abierto una "escuela" de cocina totalmente equipada. Firmó el contrato de alquiler del local en el centro comercial Ronda de San Fernando justo el día que cumplió 43 años. A modo de "autorregalo". Y tras obtener las licencias municipales pertinentes, puso a punto el recinto con un desembolso inicial de 20.000 euros y alguna que otra degustación gratuita a turistas y turoperadores para averiguar "qué platos canarios" ligan mejor con las preferencias de los clientes. El potaje de berros, la carne frita de cerdo y las papas arrugadas con mojo cantaron bingo a la primera. Las carajacas, por contra, "no convencieron" demasiado a los comensales, desveló la empresaria.

Los talleres culinarios, que suelen durar aproximadamente cuatro horas, admiten hasta un máximo de 12 participantes. Arrancan con un sobo de sangría de cava y el reparto del manual de recetas que va a guiar los pasos de la jornada.

En la lista de ingredientes del primer plato, potaje de berros, aparece un alimento que suscita curiosidad entre los visitantes. "Ñame", "yam", advierte en inglés Roque a sus alumnos. Y aunque una imagen vale más que mil palabras, el hecho de que el tubérculo no apareciera en el mini diccionario de noruego que llevó a clase una de las visitantes, el alimento disparó el grado de expectativas en el grupo. "Lo cortamos por la mitad y lo metemos en el caldero", explicó Mari Carmen Sanz, alma mater de la cocina. Luego le tocó el turno a los pimientos y a la cebolla, a la zanahoria y al "pequeño" pero sabroso "tomate canario". Para entonces los aprendices ya habían estrenado de forma espontánea su tabla de picar y su cuchillo afilado. "Me encanta la cocina canaria y, aunque suelo comer algunos platos típicos, nunca nadie antes me había enseñado a cocinar los productos locales", aseguró Berit, una noruega que pasó muchas temporadas de invierno en Puerto Rico, Mogán, por razones de trabajo y ahora que se ha jubilado es propietaria de un apartamento en la urbanización turística.

Sus compatriotas, Peggy y su marido Asle, no ocultaron su entusiasmo cuando llegó el momento de la elaboración del mojo. "Pica un poco, pero me encanta", confesó la extranjera mientras apuntaba en su idioma los alimentos necesarios para elaborar la salsa canaria.

Con las papas al fuego y una copa de vino de la bodega Las Tirajanas de aperitivo, el batallón de cocineros comenzó a lidiar con la masa de las croquetas. Desde el minuto uno Asle se convirtió en jefe de equipo. El noruego agarró la cuchara de madera y comenzó a mezclar en espiral, como una centrifugadora, el chorizo de Teror con la harina y el huevo. "Mañana en casa le recordaré este momento, para que no pierda la costumbre y también me cocine otras cosas", bromeó la cónyuge con el resto de participantes.

Y "como ocurre en la televisión", sugirió Peggy, la masa de las croquetas, aún caliente en la sartén, de repente salió fría en otro recipiente de la nevera. Mari Carmen ya había adelantado el trabajo la noche anterior para que las croquetas pudieran freírse a tiempo.

Tras poner el chorizo de la villa mariana al fuego, comenzaron a rugir los estómagos de los comensales. "Tengo muchas ganas de probarlas", aseguró Valentina, ucraniana de nacimiento. Además, "tengo mucha curiosidad por aprender a hacerlas, al igual que la tortilla de papas u otros platos típicos, porque en mi país se cocina mucho y aquí observo que no es tan habitual", añadió la extranjera.

Valentina, además de aprendiz es toda una profesora de "comida rusa" en potencia, adelantó Roque, ya que la empresa además de cocina local quiere ampliar su oferta de cursos al ámbito internacional. "La idea es aprovechar los conocimientos de amigos extranjeros que viven en el Sur o de los mismos visitantes que llegan a nuestras aulas para que ellos mismos enseñen al resto a elaborar algún plato tradicional de su país de origen. Por el momento ya tenemos en la agenda un taller de cocina griega y, probablemente, rusa", agregó Roque con media sonrisa en los labios mientras buscaba la mirada cómplice de Valentina.

A las 13.30 horas la mesa ya estaba lista. El mousse de gofio aguardaba en la nevera y los comensales, algunos ya llenos por el picoteo previo, se sentaron alrededor del banquete para degustar sus propias creaciones. Después de tres horas entre fogones, los participantes ya se conocían un poco más. Los roles de líder y seguidor habían quedado patentados dentro del grupo durante la mañana. Las dos alumnas canarias habían desempolvado su inglés para comunicarse con los nórdicos y la ucraniana se había encargado de que a nadie le faltara vino en su copa. "Gajes del oficio", quizás, ya que Valentina trabaja de camarera.

Mari Carmen además hizo un esfuerzo por hablarles durante toda la clase en español, a pesar de que Roque tradujo al inglés de forma simultánea sus instrucciones. "Además de cocinar lo ideal es que los turistas aprendan aunque sea solo una palabra en español. Y así la experiencia aún resulta más enriquecedora", matizó la chef.

Canary Cook, asimismo, imparte cursos de cocina para niños en horario extraescolar y grupos de personas que quieran despedirse de la soltería o dar la bienvenida a un nuevo año de su vida entre fogones, vino y buena compañía. Las sesiones tienen un coste de 49 euros e incluyen la degustación de los platos elaborados.

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