Belén María acudió en el año 1980 a una protesta en la calle para defender, junto al resto de su familia, el puesto de trabajo de su padre, el portuario Juan Sánchez. Durante la manifestación un coche se llevó por delante a varias personas, entre ellas a la adolescente que acababa de cumplir hacía sólo unos días 16 años.

Ayer, en el mismo lugar en el que fue atropellada y en el que se levanta una rotonda en su nombre, centenares de personas asistieron a una misa celebrada en su honor. Este año se cumplen 30 desde su fallecimiento y los estibadores querían hacer algo especial como homenaje. Por ello este mes, además de esta emotiva ceremonia, han tenido lugar en la capital grancanaria diferentes actividades, como una travesía a nado desde el Puerto a la playa de Las Alcaravaneras, una carrera popular o la competición de varios deportes autóctonos.

La muerte de Belén María se convirtió en un símbolo de este colectivo en los años 80. No en vano, más de 30.000 personas acudieron a su entierro caminando desde el barrio de La Isleta al cementerio de San Lázaro.

Los propios estibadores aseguraban ayer, minutos antes de la ceremonia, que la trágica muerte de la joven los ha mantenido unidos durante estas tres décadas. Ellos son precisamente los que se han encargado de que la sociedad no olvide lo que sucedió aquel 25 de julio de 1980.

Algunos de los asistentes de la ceremonia de ayer no pudieron contener las lágrimas al recordar el suceso y a una Belén María llena de vida y de ilusiones antes de ser atropellada. Entre ellos, su madre, Josefa Ojeda, que estuvo arropada durante el acto por el alcalde socialista Jerónimo Saavedra, y por la concejala de Fomento y socia de gobierno, Nardy Barrios.

Un pequeño altar acogía la imagen de la adolescente decorada con velas y flores. Familiares, amigos y conocidos la recordaban como una chica "alegre", "solidaria" y "con las ideas muy claras".