1 Un proyecto sin transparencia y sin taquígrafos.

La clave principal del fracaso de la operación urbanística del istmo o, como se bautizó más tarde, La Gran Marina, fue el oscurantismo oficial. La primera vez que se habló de urbanizar el suelo portuario entre La Isleta y Santa Catalina se vendió como "la conexión de Las Canteras con el Puerto". La entonces alcaldesa, Pepa Luzardo, el en aquel momento presidente del Cabildo, José Manuel Soria, y el responsable de la Autoridad Portuaria, José Manuel Arnáiz, sólo contaron a pildorazos que habría un concurso de ideas entre arquitectos y edificios "sin límite de altura". Sólo investigaciones periodísticas posteriores desvelaron que la inversión privada sería a través de fondos RIC, que había cinco empresarios interesados en invertir 200 millones de euros y que se crearía una nueva primera línea de edificios.

2 El concurso que creó un cisma entre arquitectos.

El segundo error, que marcó la suspensión definitiva de La Gran Marina, fue de carácter estratégico. La alcaldesa acordó junto a la presidenta del Colegio de Arquitectos, Ana Kursón -que sería concejala con Pepa Luzardo, ya en la oposición-, promover un concurso restringido de ideas, es decir, eligiendo a los participantes: el objetivo era que vinieran figuras de renombre internacional que compitieran, tras un concurso de méritos, con profesionales locales. Los colegiados opositores a Kursón se negaron en redondo y montaron en cólera. La respuesta de Luzardo, excluyéndolos del certamen, fue el principio del fin de La Gran Marina. Kursón fue relevada por Javier Mena al frente del Colegio de Arquitectos y se inició la batalla judicial y administrativa contra el Ayuntamiento que terminó en Bruselas.

3 La anulación por desobedecer a la Unión Europea.

El tercer error vino derivado de la desobediencia a las advertencias de Bruselas por parte de las tres instituciones que promovían La Gran Marina. La resolución definitiva de Bruselas se produjo en noviembre de 2004, apenas unos días antes de que se inaugurara en el edificio Miller la exposición con las maquetas de los seis arquitectos participantes en el concurso restringido: Carlos Ferrater, César Pelli, Ben van Berkel, Nishisawa y Sejima, Nicholas Grimshaw y Rafael Moneo. A pesar de las advertencias desde Madrid -la Comisión Europea hacía llegar sus quejas al Gobierno de España para que este exigiera el cumplimiento de la normativa comunitaria a la administración correspondiente-, el concurso siguió adelante, los arquitectos participantes expusieron sus ideas, se reunió el jurado y se falló el premio.

4 El desdén de los organismos para retomar las ideas

El remate de La Gran Marina fue la actitud y la aptitud que tomaron inmediatamente después los sucesores de Luzardo, Soria y Arnáiz en el Ayuntamiento, el Cabildo y el Puerto. El alcalde Jerónimo Saavedra puso en marcha un concurso de ideas de todo el frente marítimo que contentaba al Colegio de Arquitectos porque era abierto y sin condiciones, pero después de fallarlo se guardó en un cajón y nunca más se volvió a hablar de él. El presidente insular José Miguel Pérez apenas dio pasos adelante con el planeamiento insular y el presidente del Puerto, Javier Sánchez-Simón, ni siquiera llegó a debatir en público las actuaciones de futuro con la ciudad. La crisis económica casi fue oportuna para pretextar que no había forma de llevar a cabo, ni siquiera planificar, el futuro de la ciudad.