El obispo emérito de la Diócesis de Canarias Ramón Echarren Ystúriz recibió ayer el último adiós de numerosos ciudadanos y autoridades de las Islas en el funeral multitudinario que acogió ayer la catedral de Santa Ana. Los asistentes quisieron rendir homenaje, a través de la presencia y de la palabra, a la vida y trayectoria religiosa de un "ejemplo de valentía y de sensibilidad social", como expresó ayer Paulino Rivero, presidente del Gobierno canario, a su llegada a la misa funeral. El mismo día de su fallecimiento, Rivero había alabado, a través de un comunicado oficial, el "discurso claro, directo, que le hizo merecedor del respeto y cariño de todos".

A lo largo de la mañana de ayer, no cesaron las infinitas muestras de cariño y de admiración hacia el que fuera director general de Cáritas española, una labor que marcó el carácter y compromiso de un obispo que siempre dirigió su mirada y sus obras hacia el sector más frágil y desfavorecido de las Islas. En este sentido, fueron muchos los que evocaron con cariño la honda preocupación social que caracterizó a Echarren, toda vez que también elogiaron su buen carácter y su hospitalidad, "ese carácter abierto y directo con el que siempre hablaba a todos los ciudadanos, y particularmente a los políticos", según señalaron a un tiempo José Miguel Bravo de Laguna, presidente del Cabildo insular, y Juan José Cardona, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. El primero quiso reseñar, además, que fue "un gran obispo de la Diócesis".

Sin embargo, fueron muchos más los méritos que sobrevolaron la trayectoria de Echarren. A su amor por los más pobres y desfavorecidos se sumaba su profundo afecto por su tierra, como constatan los cerca de 36 años que el obispo emérito alavés pasó en las Islas, 27 de ellos, desde su nombramiento como Obispo de la Diócesis entre 1978 y 2005, al que luego renunció por cuestiones de edad.

Este conjunto de virtudes y características que formaban parte de monseñor Ramón Echarren siempre despertaron la empatía de su pueblo, como manifestaron los cientos de personas que se acercaron ayer a la catedral de Santa Ana, para brindarle el último adiós.

Durante su aplaudida etapa como Obispo de la Diócesis Canarias, Ramón Echarren organizó e impulsó el Sínodo Diócesano de 1992, que se alzó como el primero en el que se contó con la presencia de seglares. Además, puso especial énfasis en posibilitar un diálogo permanente entre la fe y la cultura. También fue uno de los "últimos de Tarancón", ya que fue nombrado Obispo Auxiliar de Madrid en 1969, donde realizó una intensa labor pastoral y social junto al Cardenal Vicente Enrique Tarancón.

Entre recuerdos y anécdotas destiladas de la memoria de unos y otros, la mañana culminó con la eucaristía, que dio paso a un sonoro y último aplauso en honor de Ramón Echarren.