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Protagonistas La historia de la odontología a través de una familia

La saga Bellini cumple un siglo

Cuatro generaciones de odontólogos han cuidado las bocas de miles de canarios desde que el patriarca Umberto llegó de Milán y se instaló en 1916 en la capital grancanaria

Lorenzo Bellini Soncini con sus hijos y su nieto Renzo.

Umberto Bellini Scalanova, un joven y aventurero dentista italiano de Milán, recaló por el Puerto de La Luz a principios del siglo pasado. Sus descendientes no tienen claro el año en que llegó a la isla -calculan que fue en 1914- y tampoco saben si se dirigía expresamente a Las Palmas de Gran Canaria o su inicial destino era Sudamérica, siguiendo el gran éxodo migratorio de sus compatriotas italianos en los albores del siglo veinte.

Lo cierto es que a Umberto le gustó la ciudad, se afincó en ella y en 1916 fundó un consultorio dental en la calle Triana, número 88. El primer recibo que pagó por el alquiler de la casa ascendía a 150 pesetas. Se trajo a su mujer y estableció su vivienda en el mismo edificio donde montó su consulta y donde años más tarde abriría la oficina del Consulado de Italia en Canarias. En esta casa nació su hijo Lorenzo Bellini Soncini, que heredaría su profesión. Sus nietos Humberto y Lorenzo también se dedicaron a la odontología y a su vez transmitieron su pasión y amor por la profesión a los biznietos Humberto Bellini Pérez, Renzo Bellini García y Cástor Benítez-Inglott Bellini, los últimos que se han sumado a la saga de dentistas.

Desde que Umberto -en italiano se escribe sin h- aterrizara en la isla ha transcurrido un siglo, cien años en los que la odontología ha pegado un salto de gigante, cuya evolución se puede analizar perfectamente observando la trayectoria de cada uno de los descendientes del patriarca Bellini. Todos ellos han ido aplicando en el mismo edifico de Triana - dos clínicas sustituyen hoy a la consulta primigenia- los últimos avances de la profesión. El viejo Umberto introdujo las prótesis vulcanizadas y las coronas elaboradas con duros de plata, auténticos adelantos en una tierra en la que apenas había una docena de dentistas en toda la isla.

Su hijo Lorenzo perfeccionó las técnicas relacionadas con la anestesia y todo lo relacionado con la reducción del dolor y sus nietos se encargaron de avanzar en la especialización y modernización de la profesión y de introducir las prácticas de prevención. Los más jóvenes están implantando desde hace varios años las nuevas tecnologías en la endodoncia, la implantologia y la ortodoncia y dan respuesta a las nuevas demandas estéticas que exigen los usuarios actuales. "No sólo mejoramos la estética de las bocas de nuestros pacientes, sino que hacemos que ese proceso de transformación sea también estético, que no se note", destaca Humberto Bellini Pérez, uno de los biznietos, que se queda pensativo cuando se le pregunta la razón de que las cuatro generaciones hayan optado por la misma actividad. "Dicen que se lleva en la sangre", comenta, "pero eso no está determinado. A mí, ver a mi padre con el esfuerzo y la pasión que le ponía a los pacientes y la satisfacción de ver que muchos amigos míos fueron pacientes de mi padre, fue seguramente lo que me inclinó hacia esta profesión. Quizá el ver como la gente te da las gracias por la sonrisa que le ha dejado tu padre... En el centenario que vamos a celebrar el próximo día 22 en el Gabinete Literario, de los diez amigos míos que he invitado, siete son pacientes de mi padre ". Humberto junior no conoció a su bisabuelo. "Tuve la fortuna de poder decirle a mi abuelo que acabé la carrera, porque se murió justo después", apostilla.

"Yo nunca me sentí", añade Lorenzo Bellini Domínguez, la tercera generación, "forzado por mi padre a hacer odontología y tampoco presioné a mis hijos. Yo creo que se debe a que lo hemos vivido desde pequeños. Aparte de una gran habilidad con las manos, en esta profesión se necesita mucha humanidad, porque ¿tú te imaginas estar toda la vida trabajando con las babas del prójimo?. Te vienen bocas mejores, otras peores... O te gusta esta profesión o te amargas".

Desde que apareció la primera consulta, miles y miles de canarios han pasado por las manos de estos dentistas en el mismo edificio, que en estos momentos se ha convertido en uno de los negocios más antiguo que sobrevive Triana. "Cuando llegó mi abuelo", explica Humberto Bellini Domínguez, "había cuatro o cinco dentistas en la ciudad, muy pocos y la odontología no estaba ni definida en España. Hay que tener en cuenta que el primer título se creó sobre 1910". "Hasta 1900", aclara el biznieto Humberto, " los dentistas eran barberos sacamuelas. Todos hemos visto esa imagen de un barbero sacando una muela ayudándose con una pierna presionando en el pecho del paciente. Se limitaban a extraer las muelas cuando dolían. El siguiente paso fue la sustitución de los dientes que se quitaban por las prótesis. Mi bisabuelo introdujo las prótesis vulcanizadas".

Sus descendientes cuentan que Umberto, cuyos hermanos se dedicaban a la política en Milán y uno de ellos murió cuando pilotaba un avión durante la guerra, se integró perfectamente en la sociedad canaria. Además de su nombramiento como cónsul honorario, el mayor de los Bellini promocionó turísticamente a las islas en Italia. "Para mi abuelo, Canarias era un sitio paradisiaco y con un gran potencial turístico. Hizo una película en los años veinte explicando como eran las Canarias y la envió a Italia para que conocieran el Archipiélago", relata Humberto, que también resalta su amor a la ópera. "Le encantaba. Estaba todo el día cantando y le inculcó a mi padre, Lorenzo Bellini, su amor por la música. Mi abuelo iba a la ópera con su partitura y una pequeña linternita. Y gozaba con la música. Nosotros hemos seguido con la afición y la colaboración con los Amigos Canarios de la Ópera", añade.

Lorenzo, el abuelo, colaboró con la Cruz Roja, el Hospital Militar y otros hospitales civiles. Luchó por la separación del colegio de odontólogos de Tenerife y también participó en la creación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Pero antes de centrarse en la odontología dio varios disgustos al biznonno que intentó, sin éxito, evitar que su hijo se enrolase como voluntario para participar en la guerra civil española, "cuando tenía 16 o 17 años y pese a tener la nacionalidad italiana".

"Figúrate tú que tu hijo te dice que se va a la guerra de España, siendo italiano, porque le da la gana. La primera vez que se escapó, mi abuelo lo pudo rescatar cuando estaba en el barco a punto de salir. En el segundo intento, llegó tarde. Estuvo en el frente de Madrid, supongo que con el bando nacional", relata uno de sus hijos, que a estas alturas de la conversación también se acuerda de como se acogió su padre a la nacionalización exprés tras ver como lo hacía el futbolista argentino, Alfredo Di Stefano. Y es que el segundo de los Bellini afincado en Canarias seguía c on la nacionalidad italiana aunque había nacido en Las Palmas. Lorenzo Bellini Soncini centró su preocupación en evitarle el dolor a sus pacientes. Conoció a los padres de la anestesia y aplicó la analgesia troncular, la que se pincha en el nervio dental inferior. Fue el primero en aplicar esta técnica. También usaba la anestesia por inhalación. Después vinieron los empastes y comenzó la preocupación por la prevención y ahí entraron en escena sus hijos Humberto y Lorenzo. "Los dentistas descubrimos muchísimos diabéticos. El 12% del gasto de salud de un país se debe a la diabetes, que mata a un millón y medio de personas al año", advierte Lorenzo, que aclara que los biznietos se han centrado en la estética, con los implantes y la ortodoncia. "Y las carillas. Cuando tú ves a esas artistas con esos dientes perfectos, o son carillas o son ortodoncia", desvela. Y es que Renzo , Humberto y Cástor, los más jóvenes, practican ahora técnicas impensables en la época del bisabuelo Umberto. Hacen las prótesis por ordenador. "Mi abuelo le hacía las fundas a mi padre con una laminadora en la que metía una moneda de plata y la iba aplastando hasta dejarla finita. Las nuevas generaciones las hacen con el sistema CAD-CAM, un diseño asistido por ordenador. Metes la foto del diente, la sacas con una imagen en tres dimensiones y el ordenador te la hace", resalta Lorenzo Bellini Domínguez.

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