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Josefa Suárez: "Nunca me atreví a componer música, creo que ya está todo creado"

"Mi sensibilidad es, a veces, exagerada pero creo que ser sensible ayuda a disfrutar mucho de las cosas", afirma la profesora de Música y directora del Coro Nuestra Señora del Rosario

¿Cómo llegó a la música?

Por mi madre, le gustaba mucho. Mi abuelo era carpintero y tocaba en la Banda de Telde y mi madre siempre quería que sus hijas estudiarán música. Estudié en el colegio con el maestro Batista pero a los trece años me dio el tifus y me sacaron de allí. Cuando me recuperé me pusieron una profesora de piano -Doña Lola Espino- y comenzaron a ver que tanto mi hermana Susamari como yo teníamos condiciones. Aquí no había conservatorio, pero nos venían a examinar los profesores de Tenerife en la Escuela de Comercio hasta quinto y octavo de piano que hubo que ir allí por fuerza. Cuando terminé, nos pusimos a dar clase en casa. Cobrábamos baratito, porque estábamos aún en la posguerra y teníamos un montón de niñas del barrio. Y ahí empezó el cura de Santo Domingo a llamarme para cantar con las niñas de Acción Católica. Un día le dije que por qué no entraban también los niños, porque hasta el Concilio Vaticano II no se permitió que cantaran juntos, y formé el coro mixto. Estas navidades cumplimos 50 años.

¿Nunca dudó de la profesión?

No, no. Después estudié canto, me pagaba las clases con el dinero que sacaba en casa al piano. Mi profesora era Doña Lola de la Torre y un día, me dijo: "Pepita, ¿por qué no te examinas de canto?". Tenía piano así que tenía prácticamente todo convalidado. Creía que no tenía capacidad para ello, pero me gustaba tanto cantar que le decía que me enseñara aunque solo fuera para cantar en la sala de mi casa. De todos los instrumentos que hay, el canto es el más completo porque tiene la música, la voz humana y un texto. Cuando escuchas una pieza musical, tú puedes imaginarte lo que quiso hacer el compositor, pero el canto te lo dice con palabras. Te eleva el alma, habla de amores, de desamores, de la naturaleza, de Dios.

¿Hay que ser especialmente sensible para tocar un instrumento o cantar?

¡Por supuesto! Yo lo soy. Me da pena que la gente que no lo es; disfruta uno de tantas cosas. Mira, en la misma acera de mi casa ha salido una ramita de hojas verdes. Seguro que hay gente que pasa y no se entera, pero yo la miro y hasta la riego (ríe). A veces fastidia ser tan sensible; yo no puedo ver la televisión, por ejemplo, escuchar todas las desgracias que están pasando, ver los niños que están muriendo. No soporto ni ver matar a un pez. Mi sensibilidad, a veces, es exagerada pero creo que ser sensible ayuda a disfrutar mucho de las cosas, a ver lo bonito de todo.

¿Cómo recibían en su época que una mujer se dedicara al pino y al canto?

Mi madre era la más empeñada en que estudiáramos; los profesores nos apoyaban porque decían que teníamos condiciones. Antes muchas chicas estudiaban música, labores y poco más.

¿Nunca quiso salir fuera para continuar con su carrera?

No. Es más, a mi hermana la dieron una beca del Cabildo cuando era muy jovencita y mi padre dijo que no le comentaran nada. Nos enteramos cuando él se murió. No quería que saliera a Madrid con tan solo 18 años. Yo no he querido nunca salir, siempre estaba delicada de salud.

¿No se arrepintió?

No. He sido siempre muy feliz. Cuando mi madre se murió le pedí a Dios que me ilusionara con la música, que era lo que me quedaba. Y de hecho, monté un coro infantil en la parroquia.

Lo compaginaba con las clases en el Conservatorio.

Sí, donde tenía mi plaza. Estaba dedicada de lleno y era muy feliz, porque conseguía que los chiquillos, a los que les ponía hacer cosas sencillas en grupo, se quedaban privaos cuando les hacía cantar a cuatro. Tuve alumnas que están ahora en Madrid como Yolanda Villane, Nancy Herrera, Marta Gil, Elisabet, de las que me siento muy orgullosa.

Si le gusta cantar le gustará bailar.

No. Pero te digo por qué. Porque siempre me cansaba; tanto es así que al final me tuve que operar a corazón abierto hace ocho años.

¿Qué tipo de música escucha?

La clásica sobre todo. Además veo lo feliz que es la gente mayor cuando la descubre, ven que la pueden cantar, que les llega.

Nunca es tarde para aprender.

¡No! Todo el que tiene voz puede cantar, si tiene oído, claro. No es que no haya, sino que está dormido hasta que lo despiertas. Hay gente que lo tiene perfecto, nace con él, como mi sobrina Mariola que desde pequeñita cantaba.

¿Le gusta la música que escuchan los jóvenes de hoy?

La pongo y la quito. Hay cantantes que sí me gustan como José Vélez, con esa voz natural, la expresión, la musicalidad que tiene. Otros, por ejemplo, que les quitas el micro y no se les oyes ni cantar no me gusta nada. Hasta me molestan.

¿Nunca se ha atrevido a componer?

¡No! Está todo compuesto y yo lo descompongo (ríe). Improviso con la armonía, pero ya hay mucha música escrita.

¿Cómo ve la educación musical en España, tras 23 años dando clase en el Conservatorio?

En la Península hay más oportunidades para interpretar fuera del aula, hay más sitios donde tocar. Aquí ¿qué es lo que hay? La plaza Santa Anta, el Auditorio, el Teatro. ¿Y quién te contrata? Si traen a todo el mundo de fuera. Siempre se ha pensado que lo que venía de fuera era mejor que lo de aquí.

Póngale una melodía o canción al premio que recibe.

La música de Shubert. El lied An die Music que dice: "Tu clara luz me guía en horas tristes. Mi vida en ti se vuelve dulce afán y en ti renuevo mi amor que todo anhela. Y tu me das valor y en ti confío cuando me asalta un hondo temor. En el dolor tu eres el más vivo consuelo. En la alegría la más alta expresión. En el amor por ti se allanan los abismos. Y en la suprema hora de la muerte tus armonías me rebelan a Dios". Un poema que yo enseño a mis alumnos.

¿Cómo lo ha recibido?

No me lo esperaba, la verdad. Estoy tan acostumbrada a trabajar en casa y hacer lo que puedo con muchísima ilusión. Y eso es lo que intento trasmitir. La gente mayor tiene mucha sensibilidad, aunque no lo sepa hasta que se la saco fuera. Entonces son felices. Estoy muy agradecida porque a nadie le amarga un dulce. Me gusta que mi profesión, de la que todo el mundo me felicita, me la reconozcan oficialmente.

¿Conoce a los premiados?

No, no entiendo de fútbol ni de baloncesto.

Este año prima el deporte sobre otras disciplinas, ¿qué le parece?

Me asombra. Pongo la tele y veo a miles y miles de personas arrebataos por un juego de pelota. Me parece un histerismo colectivo y no lo puedo entender. Paso de ello, como soy un bicho raro no lo puedo entender. Pero tengo la suerte que pongo un dedo y lo quito.

¿Y qué opina de que tan siquiera se llegue a la paridad entre hombres y mujeres?

No me he dado cuenta, la verdad. Claro que si todo es deporte, deporte, deporte. Pero no pasa nada, a mí no me gusta, pero tiene que haber gente para todo. Yo disfruto con la música y me regocija ver a la gente, como la del coro, que sin saber de música, se entusiasme con ella.

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