La Provincia - Diario de Las Palmas

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La que se avecina

Los idus de marzo

Los idus de marzo son -según el calendario romano- exactamente el pasado 15 de marzo, y fueron una ominosa profecía para Julio César que fue asesinado ese día; hecho que cambió la Historia. Dio paso al inicio del Imperio Romano. Nada menos.

Estos idus de marzo de 2016 no parecen tan ominosos ni flagrantes. Nadie morirá, y el régimen político español cambiará algo, pero no demasiado. Hay una derecha PP, un centro PSOE-Ciudadanos y una izquierda Podemos. Y yo creo -contrariamente a casi todo el mundo- que debería haber nuevas elecciones (con un sistema electoral actualizado, mejorado ad-hoc) para representar -nunca mejor dicho- esta nueva situación.

Todos los políticos, como ratones, se pelean por el queso, y nadie le pone el cascabel al gato, el gran dinero, que controla todo, se come el queso y si no nos cuidamos a los ratones también.

Vergüenza de la Unión Europea

Hace unos días -17 y 18 de marzo- el Consejo de la UE se reunió para bajar la testuz y los principios y dar rienda libre al fascismo antiinmigración que invade Europa, con la decisión ilegal e inmoral de que Turquía, flagrante violadora de derechos humanos, "rechace" a nuestros inmigrantes. Indecente y contrario a todos los principios europeos. Quizá sí, esto sea unos Idus de Marzo que cambien la Historia: el fin de la UE democrática y libre.

¿Y después qué?

Curar la histeria

Europa vive bajo el temor histérico de que la inmigración se convierta en invasión. En Europa somos 500 millones. Con esta llamada "gran crisis migratoria" han entrado unos dos millones: el 0,4% de nuestra población. Aun si entraran cinco millones serían sólo el 1% del total. De invasión, por lo tanto, nada.

Las coquetas naciones de la UE se pelean entre sí -como señoras gordas con dietas para adelgazar- para ver quién recibe menos inmigrantes. Son indeseables, de otra raza y religión, como eran los judíos. Hay una verdadera histeria contra ellos.

Imaginemos como ciencia ficción que un cataclismo estalla en Australia. Todos los australianos van a morir si no abandonan su isla. Son unos 22 millones, y casi todos blancos, caucásicos, rubios y cristianos. Esos refugiados piden a Europa, que tiene 500 millones, que acepte 22 millones más: un 4% de su población. No me cabe duda que Europa abriría los brazos a esta inmigración blanca y cristiana.

Pero no lo hace con una inmigración morenita y musulmana, aunque sea menor que ella. Digan lo que digan, la resistencia a la inmigración -extremista en Francia y violenta a veces en Alemania y Holanda- es racista.

Puestos de trabajo

El argumento de que el inmigrante quita puestos de trabajo al local es erróneo, falso, superficial (por eso prende en mentes facistoides). Es exactamente al revés. El inmigrante, al llegar, come, se aloja, gasta; aumenta el consumo (que es lo que Europa necesita ahora); y la economía, el empleo, suben. Es lo que ha ocurrido con las grandes naciones de inmigración como USA, la Argentina y Brasil del siglo XX, y la mencionada Australia. Y como ya he dicho otras veces, Francia en los años 80 recibió un millón de argelinos (pieds-noirs, blancos), e Israel al comienzo de este siglo 600.000 rusos -más del 10% de su población-, y en ambos casos la economía y el empleo crecieron, mejoraron notablemente.

Angela Merkel, muy inteligente doctora en física cuántica que es, vio bien el tema: Alemania, su economía, necesitaba un millón de inmigrantes (y además porque su población -y consecuente poder político dentro de la UE- está disminuyendo). Y los trajo. Como gobernante: excelente, diez puntos. Como política, no tanto, porque lo intentó vender como gesto humanitario y le salió algo rana. O no (ella sabrá).

No recuerdo lo que decía Freud sobre la histeria, pero creo que como a casi todo, la relacionaba con lo reprimido, lo oculto. Y en este caso la causa oculta de la histeria es el racismo. La histeria se ve hasta en los medios más serios. Basta con ver los titulares. Como si la migración, en sí misma, fuera una plaga. Toda la UE debería adoptar la política de Merkel y abrirse de brazos -y piernas- a los inmigrantes, por razones humanitarias, morales, sí, pero además -y muy importantes- económicas.

Si los gobernantes de le UE usaran un criterio científico, lo primero sería ver las cifras: 500 millones aquí, 10 millones (el 2%; y/o quizá un plan B para más) allí, y ver cómo resolver el problema logístico -no menor pero soluble- de cómo, cuándo y dónde alojarlos. Pero surge el problema político. El rechazo a los inmigrantes -xenófobo, fascista e histérico- crece y se hace fuerte y violento. Neonazi (y le podríamos quitar el neo). Oponerse a la inmigración es un delito antieuropeo; se debería penar tanto -o más- que negar el Holocausto. Es nazi, ilegal. Debe ser considerado y tratado en consecuencia. Y creo que la Unión Europea no lo está haciendo. Debería hacerlo. Ya mismo. Lo antes posible.

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