Manuel Castiñeira Domínguez, abogado de profesión y nadador de devoción se ha ido silenciosamente en estos días de Semana Santa, esas fechas que el conocía muy bien, por ser vecino del barrio de Vegueta, cercano a la Audiencia y a la iglesia de San Agustín, justo donde tenía su casa y despacho.

Era Manolín, uno de esos elementos imprescindibles de la histórica y ya legendaria natación canaria a la que demostró durante muchos años un cariño y una devoción como pocos a la natación y a su club, el Club Natación Metropole.

Manolín fue nadador, después waterpolista, y tuvo tiempo para destacar también en Salvamento y Socorrismo, y cuando lo tuvo que dejar por imperativo de la edad, siguió en la natación como monitor de cursillos, como árbitro, que lo fue a nivel internacional y cuando irrumpió la categoría Máster, para los veteranos, allí estaba Manolín en primera fila. Lo que hiciera falta por esa natación que el tanto quería.

Era un fondista empedernido, le gustaban las pruebas de libre, sobre todo los 1.500 donde alternaba siempre en los puestos de honor de los Campeonatos de España, pero donde más destacó fue sin duda en su aportación a los relevos de 4 x 200 libres, la mítica prueba que marco un hito en la natación canaria de 1956, con esos 8.51 de aquel equipo formado por Manolin junto con Jesús Benjumea, Manolo Guerra y Roberto Alberiche.

Todo un hito que en aquellos momentos era la ¡¡tercera marca en Europa y la sexta del mundo!! Y que además fue refrendado en aquellos inolvidables (para los que lo vivieron), Campeonatos en la antigua Martín Freire, donde los cuatro escuderos llevaron la apoteosis a la afición canaria, venciendo a la eterna rival, Cataluña, por escaso margen.

Lamentablemente, la situación política en aquel 1956, no permitió la presencia olímpica de España en Melbourne y nuestros nadadores, como ya ocurriera en el affaire de 1952, se vieron privados de esa participación olímpica que hubiera sido un gran broche de oro a estos nadadores.

Pero no por eso se desanimaron, ya que continuaron los éxitos en esa década de los 50, donde Manolín llegó a ser una veintena de veces internacional con España, destacando los Juegos del Mediterráneos en Barcelona (1955) y la Universiada de Turín (1959) y formando parte del equipo de Canarias siempre aportando su reconocida competitividad entre corcheras a la selección y a su club, el Metropole,

Después, ya en los sesenta, Manolín se trasladaba a Madrid a completar su carrera de derecho y no dejaba de entrenar y participar en pruebas de natación, y allí empezó también a destacar en Salvamento y Socorrismo y después formó parte de ese primer equipo de waterpolo del Club Natación Metropole, que competía a nivel nacional junto con gente como Ventura Ramírez, Juan Manuel Pulido. Miguel Ángel Hernández, Enrique Ortiz, Antonio Luis Medina y Teófilo Guerra y Manuel Pío Rodríguez con el delegado Santiago Padrón.

Luego vino su actividad como árbitro, donde también dejó su impronta. Lo fue de natación, donde recorrió un brillante historial a nivel nacional e internacional, siendo arbitro designado por la Federación Internacional para los mundiales de Madrid'86 y los Juegos Olímpicos de Barcelona'92, pero también lo fue de waterpolo y saltos siempre buscando ser el mejor y apoyando a los demás, impartiendo cursos y difundiendo el arbitraje.

A nivel humano, quizás por deformación profesional, era amigo de charlas y discusiones con quien fuera, ya sea un nadador un entrenador o un dirigente, él no se bajaba del burro, como tampoco lo hacía en la aplicación del reglamento "a rajatabla" , lo que no era muy del gusto de los nadadores que sufrieron sus decisiones y descalificaciones.

Pero al final se le reconocían los méritos como lo hizo la Federación española que le concedía la medalla de plata de servicios distinguidos, algo que ya había hecho la canaria, y sobre todo cuando el Comité Olímpico Español lo designa representante en la Academia Olímpica de Grecia, entre otros reconocimientos.

Una larga y brillante carrera, siempre con la natación como bandera, y aquí se podría aplicar esa famosa frase que dice que si no existiera habría que inventarlo. Pero eso sí, amigo de la natación y de sus nadadores, algo que nadie de los que tuvimos ocasión de conocer, podrá poner en duda.

Así era Manolín Castiñeira, genio y figura. Descansa en paz, amigo