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Surgido del fuego

El multifacético artista Ildefonso Aguilar ha convertido en pintura, música y creación audiovisual su diálogo permanente con el bello y dramático paisaje de Lanzarote

Ildefonso Aguilar. Javier Fuentes

Ildefonso Aguilar tenía acechado desde hacía tiempo al viejo y casi inservible piano vertical de su suegro, reducido con los años a un objeto decorativo que robaba espacio y deambulaba de casa en casa. El instrumento estaba absolutamente desafinado y tenía rotas muchas cuerdas y también martillos. Pero supo entenderse con él. "A mí me gustó siempre su sonido. Tenía una resonancia espectacular", recuerda el multifacético artista. De aquel encuentro surgió la obra Paisajes audibles. Técnica utilizada: piano destruido. O arruinado, en su más aceptado y estricto sentido.

Hasta el polvo y el tiempo acumulados pueden ser vehículos para el arte si dan con las manos y la mirada adecuadas. La existencia de Aguilar, miembro de la Real Academia Canaria de Bellas Artes y reciente Premio Canarias, se ha centrado en el diálogo con el entorno y en la traducción de estas conversaciones sobre el lienzo, la partitura o el papel de revelado. Nació lejos del volcán, en 1945, en Los Santos (Salamanca), pero hace ya mucho que la lava de Lanzarote corre por sus venas para depositarse una y otra vez sobre su obra.

Su abuelo llegó a la isla en 1933 para dirigir el primer instituto de enseñanza media. A mediados de los años cuarenta lo hizo su padre, también maestro y violinista. Para Ildefonso, por entonces un bebé de ocho meses, resultaba imposible percibir todas las distancias que le separaban de su tierra natal. Pasaron algunos años hasta que Lanzarote le hizo morder la fruta que le mantiene hechizado. "No teníamos coche propio y carecíamos de la posibilidad de desplazarnos fuera de la capital, Arrecife. Con siete u ocho años vinieron unos familiares e hicimos una excursión a las Montañas del Fuego con el taxi de Machín, el único que había. Subí andando la ladera que hoy ocupan los camellos y esas primeras impresiones me marcaron definitivamente. Tuve conciencia de que me interesaba reflejar ese carácter volcánico y austero", explica.

Una línea más

Ildefonso habla con el mismo lenguaje que el territorio que habita, utilizando las arenas que una vez fueron el grito de la tierra mientras se abría para alumbrar parajes que resultan bellos y dramáticos al mismo tiempo. "Creo que he llegado a tener un entendimiento con el paisaje. Es un diálogo que fluye de manera intensa y certera, que me hace reflexionar mucho y me sigue abriendo caminos no abarcados. Yo pinto más bien lo que no veo, lo que intuyo que no se percibe con la vista, unos elementos intensos y profundos que trato de sintetizar a través de la pintura, los sonidos, la fotografía o la intervención en espacios naturales", resume.

Ildefonso es una raya más en el paisaje. La quijotesca figura de este creador parece pensada para mimetizarse con la árida naturaleza insular. Cuando se pierde entre los malpaíses se asemeja a una de esas solitarias y alargadas palmeras que surgen imposibles en las laderas de los volcanes. Pinta en un taller que se asoma a un mar de fuego petrificado y su estudio de música está presidido por las coladas basálticas que penetran en su hogar de Tahíche. Están en casa, junto a un hermano de fuego.

Las palabras también han salido al encuentro de Ildefonso, incluso las más ilustres. El Premio Nobel de Literatura José Saramago, residente en el municipio lanzaroteño de Tías hasta su fallecimiento en junio de 2010, definió la vocación de explorador vital que a su entender posee el artista. "Aunque Leonardo da Vinci hubiera dicho que la pintura es ´cosa mental´, no son muchos los pintores con una postura filosófica ante el mundo. Ildefonso Aguilar es una de esas excepciones. Gracias a él quedamos sabedores que la pintura también puede ser un camino para la sabiduría. Las pruebas ahí están", escribió el portugués en su ensayo para el catálogo de la exposición Paisaje Esencial.

"Uno lo que quiere es comunicar con los demás y abrir terrenos a nuevas sensaciones. Lo haces de manera intuitiva. Cuando haces inventario de todo este recorrido reflexionas y ves que tu vida está llena de implicaciones y manifestaciones en defensa del paisaje", analiza Aguilar, el hombre, el artista surgido y forjado en el fuego.

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