Cada vez que viajo al Reino Unido, observo maravillado en sus aeropuertos cómo muchos turistas se llevan algún souvenir con la bandera británica, la Union Flag. Siempre me ha llamado la atención el hecho de que este país haya conseguido hacer una marca y logo de su bandera. Muchos recordarán cómo los españoles usábamos sweaters con la bandera americana en los años 80. Sin embargo hasta la semana pasada pocos nos atrevíamos a llevar el más mínimo detalle de nuestra bandera española, no sea que nos llamaran horteras por no decir fachas. Dejando la difícil situación que atraviesa España, he de confesar la gran satisfacción que he sentido al ver cómo millones de españoles sacaban a la calle banderas, bolsos y demás complementos con nuestros colores. A ver si de una vez somos capaces de quitarnos todos los complejos y enorgullecernos de lo nuestro, solo así seremos capaces de animar a nuestros turistas a que se lleven algún souvenir con símbolos nacionales. No obstante, de la misma forma que amamos lo nuestro tenemos que respetar y valorar lo externo, convirtiéndolo en una gran ventaja. Me refiero a los doblajes de las películas extranjeras. ¿Se han fijado que en países como Portugal las películas no se doblan? Resulta paradójico que esta costum-bre del doblaje se dé en países como Alemania, Italia, España principalmente y vengan de la época de los regímenes totalitarios que tuvieron con Hitler, Mussolini y Franco. Y me pregunto yo cómo en plena democracia todavía nadie ha sido capaz de analizar esta praxis y ver si nos convendría cambiarla para elevar el nivel de competitividad de nuestro pueblo al menos en los idiomas. Seguro que será más fácil vender souvenirs y posicionar mejor la marca España.
