Campaña de estío VI
Las amigas que se ahogan en el spa
Con una toalla y dos horas las elecciones quedan fuera aguantando la bolsa
Un pie, otro pie, barandilla a mano, deja las gafas de sol y la crema solar para que no haga una argamasa con el cloro, entonces, un profundo suspiro de liberación retumba entre las paredes en vez de esas maldiciones que surgen de lo más hondo del meñique cada vez que el agua helada corta la respiración. ABBA cantaba que sería fantástico vivir en un mundo de ricos, sin complejos ni arrepentimientos, donde la billetera siempre estuviera con la dentadura fuera porque tiene incontinencia de gasto. Un cheque en blanco para los problemas materiales que, sin curar el alma, mantienen un bienestar soporífero. Esta vez, por un minúsculo instante, Melania Peña e Inés Ojeda han estado un poquito más cerca de esa fantasía esculpida por eslóganes publicitarios donde cualquiera puede alcanzar un estilo de vida a todo lujo. En realidad, su único deseo es hundir la cabeza en la piscina, cerrar los ojos y sentir que vuelven al vientre de sus madres, donde el vacío era infinito. Las dos amigas solo quieren desconectar.
Las pamelas, los pareos y las cholas van saliendo y entrando de la talasoterapia de Las Canteras. La entrada oculta bajo su apariencia anodina un desfile de bañadores y albornoces que compiten por encontrar el nirvana en dos horas. Aunque, en algún circuito neuronal incapaz de poner la mente en blanco, el debate entre los candidatos de los dos principales partidos españoles persiste con un runrún parecido al zumbido de una mosca. Si es que lo han visto. El encuentro de la noche del lunes es el único que habrá entre ambos antes de las elecciones del 23 de julio. A un lado, Pedro Sánchez, al otro, Alberto Núñez Feijóo. Partido Socialista y Partido Popular… Y cientos y miles de comentaristas que vertieron su análisis en las redes antes de que se enfriaran los rostros de los contrincantes. Pobre de los asesores. Sin embargo, para ellas, hay un claro resumen: «Uno era Vox, Vox, Vox, y el otro Sumar, Sumar, Sumar. No necesitamos seis o siete debates, pero sí alguno más con otros candidatos». No intentan averiguar quién fue el ganador y el perdedor de la contienda dialéctica, tampoco hacen una puesta en común de las cuestiones abordadas, de las falacias dichas o los pormenores olvidados. Solo la sensación de que no ha servido de mucho. A colación, nombran que les molesta la suciedad de los carteles cuando siguen botando entre las calles después de la campaña. ¿Los pisarán o retirarán?
Melania parece ser la única votante que lee el programa del partido antes de ir a las urnas. Compara, analiza algunos puntos clave, y decide en base a ello. ¡Cómo va a ser posible! Inés se ríe de su amiga, que lee hasta la etiqueta del champú, y prefiere debatir con su familia y escuchar los resúmenes de las noticias antes que contemplar cómo las páginas se convierten en papel mojado. Dentro, las baldosas azuláceas, casi opacas, permanecen inalterables y ellas esperan su turno para entrar tomando un refrigerio. Al alcance de las olas, prefieren un circuito con masajes relajantes, algo de fisioterapia, criolipólisis, hidrología médica, ¿hidrocolon? Una bomba diamagnética, por favor, y un doble de ondas de choque. «Estoy harta de la vida, yo solo quiero venir a relajarme durante veinte minutos». El listado de placeres es un premio tras haber superado los exámenes del penúltimo curso de Diseño Gráfico de la Escuela de Arte, a pesar de las goteras, de los techos agujereados y algunos escombros que ruedan entre la maquinaria especializada.
Estallido contenido
Un señor italiano vuelve a escuchar su voz en el audio que acaba de mandar. Un despiste de acentos, y vuelven a la arena. Si estuvieran al mando, dicen que escucharían las necesidades de la gente, aducen, también, que eliminarían la prueba de acceso a la universidad, «bastante has demostrado en dos años de Bachillerato», sustituirían los conocimientos memorísticos por los experienciales, que vomitar en un examen ya no tiene mérito, e invertirían en la digitalización total de las aulas puesto que creen que motivaría el aprendizaje de las generaciones más jóvenes frente al fracaso escolar que mencionan. Entre las propuestas no hay ninguna obra mastodóntica, es más bien un listado de quehaceres a ir tachando, porque entienden la política con ese ánimo de ir poco a poco, de menos a más, mientras los discursos se pierden por la entelequia confusa del sistema. «En cuestión de política tendrían que hablar cara a cara con los que tienen los problemas», subraya Melania. ¿Tecnócrata? No necesariamente. Busca el testimonio.
Parecía que todo iba viento en popa, pero hay una razón más para acudir al balneario e intentar quitarse las tensiones del cuello: quieren abrir un negocio. El trío lo conforman ellas y un colega y, si nada cambia, parecen muy convencidas. La danza de las horas estallará entre sus manos, en algún momento, no saben cuándo explotará esa mecha del autónomo, «será muy sufrido», no obstante, recapacitan y hay un afán por transmitir lo que saben a quienes vengan, «pagar a terceros está bien, pero por qué no lo puedo hacer por mí o, incluso, podría ayudar a otras personas». Están ilusionadas y hay algo de los nuevos comienzos que contagian, como ese pálpito que renueva el torrente sanguíneo y lima las asperezas, estira los músculos y consigue desprenderse de las angustias, como una ducha después de un día de playa. De repente, algo tiene sentido y la confianza vuelve renqueante por la avenida, aún escaldada de pisotones. Hasta han mirado un local cuyo alquiler pueden costear con una inversión que no supondrá más de un riñón y medio. Queda otro y medio para sobrevivir.
Como este día es una excepción, ¿qué hacen para relajarse? Al volver del ensueño, las reciben los cascos llenos de música, ensordeciendo el ruido blanco de los días, Melania aprovecha para largar a gusto en la murga Las Crazy Trotas e Inés acude al maullido de un felino gigante llamado Yukichi, el nuevo anime al que está enganchada. «Nos lo merecemos», sí, «hemos tenido un año de infarto, con trabajos largos y densos, con compañeros con los que combinas o no, muchas noches de desvelo… Necesitamos una desconexión del mundo, ¡aunque sea de dos horas!, entre las elecciones, pensar en el curso futuro y el pasado, con lo que está pasando en el mundo, ¡la guerra de Ucrania!,... Al final se hace bola». Dejaron de utilizar manguitos hace muchos años y bregan río arriba en esta travesía, se desahogan y vuelven a reír buscando refugio. Un poco de tranquilidad.
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