La Fábrica de Calzados Armas, en Agaete, abrió sus puertas en plena guerra civil y cerró en 1975. Sus botas “de caña baja”

Los Gofiones y otros grupos folclóricos le encargaban las botas para sus actuaciones y las pusieron de moda. La fábrica hizo unas 1000 sandalias y complementos para la película “Tirma”

Sus hijos recuerdan la historia. Eran botas de media caña y zapatos “de salir” de cuero pero cuando llegó el plástico, bajaron los costos y la fábrica cerró. El negocio llegó a tener 46 empleados “de salir”“y 3 señoritas”

Cuándo hace dos años y poco recuperé la historia de la fábrica de zapatos de Agaete para cumplir un encargo profesional apenas conocía nada de ella. Una breve reseña en un periódico de 1962 me animó a saber más de su actividad comercial y aquí la tienen. Curiosa y para muchos desconocida.

Todos los pueblos guardan historias que desconocemos como si alguien se empeñara en silenciar un pasado por dejadez o falta de tiempo. O por ignorancia. Esta historia de zapatos y zapateros de Agaete es tan apasionante como lejana en el tiempo de su actividad comercial pero merecedora de una lectura; hablamos de la primera fábrica de zapatos que existió en Canarias que fue abierta en 1936 y que cerró sus puertas en 1975. La crisis de 1973 se la llevó por delante; elaboraba botas de media caña en cuero que eran muy cotizadas y que hasta tuvieron un papel en películas rodadas en Gran Canaria. “Oiga, que Agaete tuvo una de las industrias de calzado artesanal más importante de las islas, pero los más jóvenes no lo saben”, recordaban los hijos de quien fue el propietario de Calzados Armas -Valentín Armas Nuez- marca comercial que en 1936 en plena revuelta nacional, obtuvo los mejores dividendos.

Hablaban entonces Valentín Armas Álamo “Nené” y Marina, su hermana. Una tercera, Ana, no pudo colaborar con el reportaje por razones de salud pero su hija, Mari Pino Amador, le puso voz: “Calzados Armas fue una revolución socioeconómica en Canarias y su historia está por escribir. Debía conocerse no solo su historia en general, sino especialmente su actividad económica, su contabilidad, las filigranas que hicieron para sacar un negocio que desde luego marcó una época”, dice. Los tres hermanos Armas superan los 80 años y todos tienen grabado en su memoria episodios de la fábrica de “papá”. Así lo cuentan. Pasó que Valentín Armas Nuez, el padre de Nené y Marina, tenía solo 14 años cuando se vio obligado a incorporarse al negocio de la zapatería una vez fallecido su padre, Valentín Armas Álamo.

“Fabricaban botas de media caña y zapatos “de salir“, sandalias y otro tipo de calzado para los obreros” así como otros diseños que ya solo viven en el recuerdo. “Toda la elaboración era de cuero hasta que llegó el plástico, bajaron los precios y la fábrica de calzados tuvo que cerrar sus puertas porque la competencia era feroz”, recuerda Nené. La historia del negocio familiar está en la memoria de los vecinos del Norte de Gran Canaria y en la de otros muchos ciudadanos de Canarias que usaron las cómodas y duraderas botas de media caña que fueron muy cotizadas: “Sólo te diré”, contaba orgullos, “que cuando más actividad tuvo la fábrica fue en plena Guerra Civil. Mi padre fue una persona con una visión del negocio asombrosa. Impulsó la fábrica de una forma ambiciosa nada menos que desde 1936 a 1975, o sea, más de 30 años”.

“Mi padre como persona emprendedora fue un ejemplo”, recuerda Nené. Nadie lo pone en duda porque siendo un adolescente se puso al frente de la fábrica de zapato que llegó a alcanzar tanta actividad que pasó de tener ocho trabajadores a engrosar “una ristra de 46 empleados, entre ellos, tres señoritas”. Era 1950. Pero, ¿de qué tipo de calzado estamos hablando?, curiosamente en la casa de Nené aún quedan algún par recuerdo de una época en la que se trabajaba de sol a sol. “La industria progresó de una forma tremenda; la demanda de la fábrica fue tan grande que mi padre tuvo que comprar nuevas hormas y ampliar la maquinaria para dar respuesta a tantos pedidos como teníamos, no solo de las islas sino también de África”.

El calzado del que hablamos se cotizaba por varias razones, fundamentalmente porque era de cuero, hecho a mano y su duración, “eterna, elegante”, explica la familia. Pero a pesar de ser un calzado duro, fuerte, de patear, también “era fino y cómodo”. El negocio alcanzó tal proyección que Valentín padre viajaba cada poco a Barcelona para adquirir la materia prima adecuada ya que “de todo el Archipiélago le hacían encargos; yo mismos tenía 15 o 16 años cuando empecé a trabajar como administrativo y lo que recuerdo es una actividad comercial y laboral que me parece asombrosa para la época. Con la crisis del 1973 y la fuerte competencia del calzado español, con piezas plastificadas, de menor coste, frente al calzado de calidad se tomó la decisión de cerrar la nave de producción, liquidando a los once últimos empleados que tenía en plantilla”.

Casi todo el proceso del calzado fue siempre manual, con distintos especialistas que elaboraban zapatos y botas en cuero, materia importada desde Barcelona. Desde Igualada llegaban a Agaete las pieles curtidas, preparadas para el corte, según los patrones fabricados por el propio Valentín Armas Nuez.