Agüimes llevaba esperando 12 meses el jolgorio que se montó anoche en las calles del casco histórico del municipio. El espíritu de Don Lagarto, rebosante en purpurina, plumas y lentejuelas, se apoderó de más de 5.000 almas carnavaleras sedientas de alegría en el desfile de bienvenida a las carnestolendas del Sureste. Un total de 14 murgas y 13 carrozas junto a un regimiento de tambores alentaron el pistoletazo de salida a una de las fiestas de invierno más veteranas de la Isla.

Las ráfagas de aire fresco y lluvia que acechaban anoche los rincones de las calles del casco de Agüimes no lograron enfriar el ambiente colorido, carnavalero de peluca a plataformas, que irradió el desfile que da comienzo a los próximos 22 días de carnestolendas en el municipio.

Tras el saludo del alcalde de la localidad, Antonio Morales, vestido en esta ocasión como un verdadero pirata en el balcón del consistorio, se prendió la mecha del espíritu del Lagarto que salpicó lujuria a la marea de osos, pollos, gatos y demás fauna que se sumó al espectáculo callejero.

Los primeros en poner ritmo a la fiesta fueron los componentes de la comparsa Aragüimé. Entre piruetas y gritos de motivación, abrieron paso a la carroza de los vecinos del Cruce de Arinaga, que con la fantasía Cacho, vente de carnaval al fondo del mar, fueron los encargados de sumergir a los carnavaleros en “la mejor fecha del año, junto a los primeros días de mes, claro, que es cuando se cobra”, según el murguero de Ni quito ni pongo Rafa Ramírez. Este año la carroza de esta agrupación veterana, una nave espacial, acarreaba a 50 astronautas que recargaban sus pilas a través del teclado de ordenadores prestados del “punto limpio de Agüimes”. “Esto sí que es reciclaje y lo demás es bobería”, espetó Ramírez junto al “jefe” de la formación carnavalera, Marcos Hernández. No pasaba ni un cuarto de hora de las 21.00 horas y ambos “amigos de ensayo” confesaban estar ya en “otra galaxia”.

Como éramos pocos parió la abuela, la murga, ganó este año un pequeño pero con mucho potencial adepto de 8 años. Gregorio Cabrera pudo presumir anoche en la carroza de nieto con “alpargatas y corbata de payaso”. “Este año me traje al desfile a mi hija, mi nieto y mi yerno, porque es un día para disfrutar de la vida con amigos y familia”, explicó pletórico el abuelo mientras avanzaba junto al resto de carrozas por la calle principal del casco. La fiesta acabó “tarde para algunos” y “demasiado temprano” para los que llevaban esperando la velada un año entero. El Carnaval de carnavales, que se celebra en el municipio hasta el próximo 1 de marzo, constituye una de las fiestas de invierno más antiguas de la Isla. Ni “las prohibiciones del Franquismo” pudieron apagar la llama del espíritu de Don Lagarto.