Unos cuantos curas y obispos preparados para dar la extremaución, varias monjas rosario en mano y decenas de viudas y plañideras a moco tendido. Entre tanto religioso y seres de luto dos diablesas del barrio de Schamann daban latigazos a un lado y a otro. "Van para quien quiera quemar a la Sardina, el Carnaval no puede terminar", exclamó una de estas criaturas del inframundo. Margarita Cabrera y Jennifer García Ortega acudieron ayer al Entierro de la Sardina con un par de antifaces, ropa de cuero y, por supuesto, dos fustas para castigar a los asesinos del animal.

El último de los actos del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria arrancó ayer con un público que no dudó a la hora de mostrar su lamento y llanto. Ni rastro de guacamayos, tampoco acudieron las estrellas del fútbol brasileño, Carmen Miranda prefirió quedarse en casa y los rumberos prácticamente brillaban por su ausencia. Los disfraces estrellas de las carnestolendas cariocas de Una Noche en Río fueron sustituidas por el riguroso luto.

"Todavía me duele de escuchar la música de anoche", señalaban entre los asistentes. Lo cierto es que la Gran Cabalgata y los posteriores mogollones se alargaron en la noche del sábado hasta altas horas de la madrugada, por lo que fueron pocas las mascaritas que decidieron acudir ayer por la tarde al entorno del Metropole para cortejar a la Sardina hasta su triste final en la playa de Las Canteras.

Entre tanta llorera, 'la reportera carnavalera' no dudó en captar todos los momentos más angustiosos del cortejo fúnebre. Mujeres desmayándose, mascaritas arrastrándose por los suelos y miradas solemnes entre el clero.

En esta ocasión los personajes de las carnestolendas de la capital grancanaria notaron una gran ausencia. La 'abuela del Carnaval', Miguel Alcántara Cabrera, falleció el sábado después de una larga enfermedad que le tuvo alejado de la fiesta en esta última edición. "Lo hemos hablado todo el rato, ha sido una gran pérdida", señala la reportera, quien participa en los actos carnavalescos desde hace ya 15 años. "Esta mañana estuvimos todos en el tanatorio para arroparnos unos a otros".

Viudas con y sin barba

La marcha, plagada de viudas con sin y barba, continuaba inexorablemente rumbo a la playa. "Ya no me quedan lágrimas, ha sido muy doloroso", exclam´´o Angelina del Pino. "Llevamos seis años de luto, Carnaval tras Carnaval nos matan a la Sardina y encima después nos dan una pensión ridícula", denunció la señora, indignada, entre llantina y llantina. "A ver si nos queda algo para cuando lleguemos a la playa", señaló su amiga Candela Brito. Junto a estas doloridas plañideras, iban, también de luto riguroso por la pérdida, Maribel García y Rosa Ramírez.

Sin duda, el colorido de los disfraces brasileros de estas últimas jornadas carnavaleras dio paso al negro en la noche de ayer. Aunque, a decir verdad, entre las mascaritas había una pareja de rumberos, casi perdidos se podría decir, que no dudaron en pegarse unos buenos pases de baile para recordar que el alma de la fiesta no decae hasta la traca final, en este caso los fuegos artificiales en Las Canteras.

Paula Viera y Carlos Quesada han tardado, de media, unos 20 minutos para maquillarse antes de acudir a cada uno de los actos del Carnaval. "La primera vez tardamos más, pero vamos cogiendo práctica", señaló ella. No obstante, sus caras iban cubiertas por pintura, purpurina y varias piedras preciosas que dieron un toque de color al cortejo fúnebre. "Siempre vamos acordes a la alegoría, incluso el día del Entierro", indicó Viera.

El color también reinó en la carroza de la Sardina. El pescado, custodiado por la Reina, Erika Echuaca; la Gran Dama, Luisa Lozano;, el Drag Queen, Drag Chuchi; y la concejala de la fiesta, Inmaculada Medina; estaba inspirado en esta ocasión en la obra del artista polifacético lanzaroteño César Manrique. Una iniciativa del Ayuntamiento con motivo del centenario del nacimiento del conejero.

Precisamente, en la cabecera del cortejo fúnebre, y junto a las bandas y batucadas, partieron seis sardinillas custodiadas por pintores. Tras todos ellos iba la carroza anunciadora. Carlos, el vaquero, quien fue al Entierro junto a Donald Trump, lamentó que no hubiera más grupos de carrozas, como en otras ocasiones. "Está la cosa un poco muerta", señalaron varios asistentes. Aún así, con todo, una multitud esperó al animal en la playa para asistir a su último aliento.