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AMALGAMA

El informe Bush

Queda mercantilizar la religión y el sexo para que el asfixiante mundo del dinero sea el becerro de oro sobre el que todo pivota

Los años 80 del pasado siglo, probablemente a causa del enorme avance cuantitativo en el tratamiento de datos y la velocidad con la que éstos se distribuyen, así como a causa del número millonario de receptores, la denominada investigación científica, como una forma de gestionar el conocimiento humano, sufrió un importante cambio.

Hasta entonces, como analiza Miguel Alcíbar en su artículo ¿Por qué la torre de marfil en ruinas?, el régimen de organización del conocimiento surgido después de la Segunda Gran Guerra, era el de Vannevar Bush, ingeniero del Instituto Tecnológico de Massachusetts, fundador de Raytheon, inventor del Memex precursor de la Internet, y asesor de Roosevelt: en su informe como asesor, intitulado Science. The Endless Frontier, definió que la política científica debía desarrollarse bajo el principio del laissez faire, es decir, la ciencia se gestionaría con separación absoluta de la sociedad y de la política, para preservarla de los avatares sociales y políticos. Se propugnaba la separación Estado-Ciencia.

El Estado está obligado a financiar y los científicos obligados al estudio de los descubrimientos e inventos que, posteriormente, serían desarrollados por la industria. Con esto tendríamos el eje denominado 'Triple Hélice', que define una relación tripartita Universidad-Estado-Industria. Los investigadores entrarían, pues, en una carrera competitiva en pos de las becas, las cátedras y los premios, y la lluvia de dinero sobre las universidades daría el contexto, el plancton nutriente, para el desarrollo de la investigación. Alcíbar advierte: "el informe Bush aporta la semilla de la paradoja: si el gobierno debe financiar la ciencia básica y los científicos deben investigar sin injerencias externas, ¿cómo conjugar esto con la idea de que quien aporta los recursos financieros no pida cuentas a quien los recibe? O, dicho de una manera recíproca, ¿cómo casar que quien recibe la financiación no rinda cuentas a quien se la proporciona?".

De forma que bajo esta premisa las fuerzas de la economía de mercado terminaron socavando y colapsando esta triple hélice, se regeneró un nuevo régimen, el de los derechos de propiedad intelectual, y el conocimiento pasó de ser bien público a ser un bien privado. Sobre todo, la biomedicina, la genética y la biotecnología, se han convertido en objeto de comercialización. Solo queda mercantilizar la religión y el sexo de forma socialmente aceptada para que el asfixiante mundo del dinero sea el becerro de oro sobre el que todo pivota. Las corrientes monetarias son medio, no fines, y ése es el error de las políticas modernas que han traducido todos los valores a una simbolización jerárquica denominada dinero.

El lenguaje de las elites no es el valor, ni la redistribución del bienestar, ni la definición de las empresas como ejecutoras de labores que conquistan los territorios y ofertan los servicios a los consumidores, sino el dinero y la eficiencia en tanto se traduzca en dinero como sobrante que genera riqueza apropiada como generadora de poder. Si las sociedades humanas tuvieran el triunvirato valores (laicos o religiosos), ciencia (abstracta o tecnológica), y poder (como gestor del bienestar de las masas), y el dinero fuera un mero símbolo de intercambio, el camino sería excelente, pero el dinero se ha apoderado de todo y se ha convertido en fin, en vez de en medio (tema ya observado hace un siglo por Georg Simmel).

Los líderes de las masas con encefalograma plano señalan al dinero y al capital como un demonio a abatir, en lugar de considerarlo generador de riqueza y empresa, y las elites del dinero, por el contrario, sólo se preocupan de esconderlo y amasarlo. Y en eso estamos, hasta que el sistema reviente y vuelvan los valores, la ciencia y el poder (puro, sin complejos y sin pusilánimes correcciones políticas), a ser protagonistas principales de la aventura humana.

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