La soledad de ser dos y la desesperación ahogada en los soliloquios sin el otro siempre ha sido una realidad ampliamente retratada en el cine, porque esa contradicción nos emparenta a todos los seres humanos. La película Balekempa (The Blangle Seller), que en español se traduce como El vendedor de pulseras, ópera prima del cineasta indio Ere Gowda, desvela las carencias propias que esconden los silencios compartidos, pero, además, cartografía la presión sociocultural que pesa sobre las convenciones del matrimonio, así como en los esquemas patriarcales de las masculinidades y feminidades, en este caso, en el contexto de la sociedad rural de Dodda Byadarahalli, pueblo radicado en el sur de la India.

Él, Kempanna, vendedor de pulseras, distribuye brazaletas llamando a las puertas de las mujeres del pueblo, mientras que ella, Soubhagya, trabaja en el hogar y reza cada día para que su suerte cambie, y a un tiempo se castiga por no haber cumplido su sueño de ser madre. Las murmuraciones constantes del pueblo, a espaldas de y en conversación con los respectivos, van cercando el espacio de incomunicación entre ambos y la mirada de Gowdasigue sus desencuentros mientras, en paralelo, va tomado el pulso a la rutina diaria del pueblo, donde unos se miran a sí mismos en los otros. Pero también callan.

"Desde fuera, todo se ve bien", reza uno de los personajes, y este eco planea a lo largo de la película sobre el resto, a cuyo respecto cabe destacar que se desenvolvían por primera vez ante la cámara, a excepción de Bhagyashree, la protagonista, única actriz profesional. El resto desfila con una gran naturalidad, que casi raya en el documental, en las arterias de este pueblo, donde el mosaico de colores de la India contrasta siempre con la pobreza de todos los días.

Balekempa compite en la Sección Oficial después de ganar en el Festival de Rotterdam, y aunque, de momento, no destaca entre sus predecesoras, el visionado merece la pena, porque es de esas películas que hablan un poco de todos nosotros.