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Patrimonio

Néstor: una epifanía de Isla y canción

Álamo, proveniente de una familia de comerciantes de Guía, construyó su personaje con una paciencia de orfebre | Poseía labia y virtudes de encantamiento social

Néstor Álamo.

Por lo que se ha escrito, está casi todo dicho. De lo que ocurrió y podemos imaginar, no. La secuencia histórica y los personajes, un núcleo reducido de intelectuales y gentes del pitiminí palmense en la colonia prosada por Alonso Quesada, se reúne en los años 30 del siglo pasado en torno al regresado Néstor Martín, hijo pródigo, pintor, esteta y escenógrafo. Es este quien diseña un futuro para sus islas natales a tono con sus ideales: palmerales de ensueño, esquinas revocadas en blanco de cal, tartanas enjaezadas tras mansos camélidos, riscos de casas que escalan el cielo y musculados jóvenes homoerotizados en naguas de lino. Soñaba el artista, para salvar a sus islas del enclaustramiento económico y del desprecio histórico a su geografía, con aquel selecto turismo europeo que viajaba envuelto en el cuero de los baúles de Vuitton.

Allí es donde, en buena medida y para acompañar a aquel pensamiento, nace la canción popular canaria. Eso fue después de los intentos zarzueleros de compositores isleños de extracción culta, que vistieron algunas melodías tradicionales con un ropaje armónico que no trascendió definitivamente al gusto de la calle. Como casi siempre en esta deriva insular, el asunto va por dos senderos: uno, más tropicalizado y hollywoodense, siguiendo la estela afrutada de Carmen Miranda, que se estira hacia los confines del bolero mexicano. Sus protagonistas serán un trío tinerfeño muy popular desde su fundación, Los Huaracheros, que se dejan querer con el aliento poético del hermano de uno de sus componentes, Diego García Cabrera. El otro, bañado de las texturas del indigenismo, va a ser encabezado por un descastado proveniente de una familia de pequeños comerciantes guienses.

Néstor Álamo supo construir su personaje con una paciencia de orfebre. Hasta la Guerra Civil se le ve como actor de reparto, difuminado entre las fotos de actos de homenaje a próceres locales, Fiestas Pascuales nestorianas y recibimiento a artistas camino de las Américas que hacen parada obligatoria en la ínsula. Enclaustrado entre los papeles del Santo Oficio que dormían en el Museo Canario y habitado por un periodismo de siesta dominical que no le hace justicia, va urdiendo una prosa de atmósfera proustiana, animosa en genealogías familiares de postín y vocación histórica de ansias academicistas.

Pero siempre late, en todo lo suyo, la maldita imaginación; esa creadora de mundos imaginados que pudieron ser verdad. Álamo es un trasunto de artista transmutado en historiador, en crítico de arte, en compositor, en gestor cultural o en restaurador de obras de arte. Así, acciona sus distintas capacidades de agitación cultural en la medida de sus necesidades como creador y en su genética y necesidades vitales como superviviente. Lo hace, definitivamente, en cuanto el tren pasa por su puerta y ya están olvidados o exiliados los sueños de su primer protector, el pintor Néstor, a propósito de la herida profunda que en la cultura y la sociedad isleña supone la confrontación civil del 36.

Se conoce sobradamente que su asimilación al poder institucional nace con Matías Vega Guerra, bendecido ese vínculo por la complicidad del intelectual guiense con Clara Sintes, mujer del político franquista. Porque Néstor poseía la suficiente labia y ejercía virtudes de encantamiento social necesarias para hacerse imprescindible en el ambiente tertuliano de las esposas de la clase dirigente de la Vegueta fundacional, a la que animaba en sus apetencias heráldicas.

Néstor Álamo y Mary Sánchez La Provincia

Dibujar a Álamo en el registro de los valores de la intelectualidad isleña del siglo XX sigue siendo incómodo para quien registre el ambiente cultural y los protagonistas de las décadas intermedias del siglo xx en Canarias, por una cierta incomprensión que sigue sufriendo su figura y su obra literaria, ahogadas en parte por la popularidad de sus canciones. Además, lo persigue la leyenda negra de la omisión, importante o no, de colaboradores músicos en el nacimiento de las mismas junto a un carácter, en ocasiones, temible mientras vivió.

Canciones y estética

Y, sin embargo, son sus canciones las que revelan el universo nestoriano y sus últimas intenciones con la mayor de las precisiones; esto es porque no están atadas al rigor académico que el propio autor esperaba y reclamaba socialmente para el resto de sus actividades de agitación cultural, especialmente las literario/históricas o las intervenciones urbanísticas en las que participó.

No está de más el subrayar que en la radio el gusto de la audiencia canaria de la posguerra era algo distinto al de los radiales peninsulares; el corrido y la ranchera mejicana, la canción caribeña y el bolero tuvieron tanta o más importancia que la copla española en las apetencias de la población insular. La canción «regional» tuvo también, en parte por su parentesco estilístico con lo americano, mayor presencia en los importantes espacios radiofónicos de ámbito local, limitados por la autarquía económica y cultural de la época.

En su empeño por dar a conocer sus composiciones, Álamo comprendió -imaginamos que a tenor de observar a los artistas peninsulares y a los modos de promoción al uso de la época- que su repertorio se proyectaría con mayores posibilidades dentro y fuera de las Islas Canarias si conseguía nuclearlo en torno a una cantante con voz y personalidad carismática. Pensaba Álamo en una canción propia, identitaria, atlántica, alumbrada a la sombra del eco insinuado por la Escuela Luján Pérez en toda una estética regeneracionista del pathos insular. No es casual que algunas de las composiciones de nuestro cronista, al ser impresas en partituras en la década de los años 40 y 50 lleven como portada ilustraciones de adscripción indigenista firmadas por Santiago Santana o un primigenio Manolo Millares.

Por otro lado, sus concomitancias estéticas con lo que se reconoce como el andalucismo regeneracionista al referirse a una parte de los integrantes de la Generación del 27 no son tampoco casuales a propósito de la fascinación del Néstor letrista con el mundo lorquiano.A ello se suma la ambientación estética de los símbolos de la canariedad, que se reflejan en los textos cancionísticos referidos, proponiendo el exaltamiento ideal de valores recreados sobre el mundo rural de las Islas.

El homoerostimo inserto en buena parte de la obra del Néstor pintor, se encuentra también en el pulso anímico de una parte del cancionero nestoriano. Son conexiones, las del ambiente homosexual de intelectuales y artistas que se reconocen como cómplices en la República, que aún no han sido suficientemente exploradas. Algunos de los valores a los que nos referíamos con anterioridad, son recreados e idealizados hasta adquirir una ambientación kitsch llegando a componer una especie de corpus normativo de la identidad canaria que, con el paso de los años, va a ser una herencia incómoda para aquellos artistas isleños que quieran indagar en la contemporaneidad que circula fuera de nuestras fronteras desde décadas atrás.

La radio y las musas

Por otro lado, la conjunción de la radio comercial y de la fonografía dotaba al autor y al intérprete de canciones de un arma publicitaria y de difusión que nunca hasta entonces había tenido la canción popular. De ahí nacen las primeras grabaciones fonográficas de sus canciones, con una María Mérida que comenzaba a asentarse en Madrid en el entorno de la recién creada Casa de Canarias. Una casa prohijada por varios próceres y personalidades isleñas asentadas en la capital y entre los que figuraban sus amigos Pacota Mesa y Pancho Guerra, huérfanos, como él, del pintor Néstor.

Con su musa ideal, Mary Sánchez, encuentra definitivamente la personalidad interpretativa que exigía para su cancionero. En escasos tres años, Mary y su grupo - Los Bandama, liderado por el timplista Maso Moreno, que se convierte en marido de la cantante- auspicia, junto a otras acciones de promoción dentro y fuera de las islas, la grabación y edición discográfica de la mayor parte de su repertorio cancionístico a través de la firma Columbia. Mary hace que el repertorio nestoriano adquiera una popularidad -incluso fuera de las fronteras insulares- de mayor dimensión que el que hasta ese entonces tuvo.

Después de los años sesenta, el cancionero de Álamo sufrió un notable desgaste a propósito de las nuevas modas musicales y la aparición de otras fórmulas interpretativas dentro de la canción popular canaria. Curiosamente, fue otra figura enraizada familiarmente en Guía, Teddy Bautista, quien iniciaría en los años 50 la transmutación de la creación musical isleña hacia predios más modernos. Pero esa es otra historia.

Poco más de un año después del fallecimiento del compositor, en 1996, Mestisay produce y representa un musical que bate un record en la historia de la escena canaria y que tiene como guion las canciones y la vida del cronista. En Querido Néstor quise que algunas de las canciones imaginadas originalmente por Álamo como cuadros escénicos volvieran al teatro en el que nacieron adornadas por ambientes musicales que las despojaran de modas arreglísticas que las separaban de su esencia primigenia.

Es un trasunto de artista transmutado en historiador, en crítico de arte, en compositor, en gestor cultural o en restaurador de obras de arte

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Los orígenes y gestación de la Casa de Colón son conocidos: Álamo, embridado por el papel que juega como factótum intelectual de Matías Vega Guerra cuando este ejerce la Presidencia del Cabildo de Gran Canaria entre los años 50 y 60 del siglo pasado, le propone una intervención singular en pleno centro del barrio histórico. Un centro cultural y museístico que haga las veces de pequeño museo de bellas artes y que actúe, con claro acento americanista además, como irradiador cultural en esta parte del Atlántico. La excusa era obvia: el paso de Cristóbal Colón por Las Palmas de Gran Canaria.

También esa Casa Museo, en su ideación y construcción, es un ejemplo de carácter de iluminación nestoriana en cuanto a proyectar socialmente una idea que ha contaminado felizmente toda una lectura regeneracionista y de conservación del que fuera antiguo Real de Las Palmas de Gran Canaria. A ella, a ese núcleo cultural de orígenes tan singulares, se han sumado otros nombres ilustres (Alfonso Armas Ayala, Antonio Rumeu de Armas, Francisco Morales Padrón o Antonio de Bèthencourt) que han convivido con las luces y sombras de su fundador, una personalidad inclasificable en muchos de sus aspectos.

Así pues, setenta años de historia en la que ha sido un faro de acción cultural indispensable en la cultura de Gran Canaria son los que se celebrarán en estas próximas semanas en una acción conjunta diseñada entre la Consejería de Cultura del Cabildo grancanario y su homónima en el ayuntamiento capitalino. Con conferencias, una exposición, proyecciones documentales y un concierto singular que tendrá lugar en la Plaza de Santa Ana de Las Palmas de Gran Canaria dentro del programa de Fiestas Fundacionales que invitan a adentrarse en el mundo de ensoñaciones, historias, leyendas y canciones que conformaron el ánimo creador de Néstor Álamo Hernández.

Será este jueves cuando la Banda Sinfónica Municipal de la ciudad -única formación de su tipo en España nominada a los Grammys latinos-, dirigida por la experimentada y talentosa batuta del Maestro Daniel Abad, ofrecerá a la ciudadanía un viaje musical por las principales partituras de Álamo.

Lo harán junto a una una sección de cuerdas y al prestigioso Coro de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria preparado para la ocasión por su director Luis García Santana. Acompañarán en esta cita musical, con espectaculares arreglos sinfónicos, a interpretes veteranos y jóvenes cantantes de diferentes islas. Todo ello para volver a Néstor, en una epifanía de Isla y canción.

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