Crítica

Una ‘Aida’ muy honrada

Una escena de la ópera ‘Aida’. | |

Una escena de la ópera ‘Aida’. | | / NACHO GONZÁLEZ ORAMAS

Guillermo García-Alcalde

Guillermo García-Alcalde

Producir con buen nivel una Aida verdiana puede ser carísimo. Los valientes ACO de Las Palmas presentan la quinta de su historia con evidente dignidad. Un gran número de voces corales llena la escena por la suma de las propias, que dirige Olga Santana, y muchas otras del coro de la Orquesta Filarmónica, dirigido por Luis García Santana.

La fusión aporta con suficiencia la muy dilatada coralidad de la obra, logro importante para una trama de naturaleza heróica. Pero la dirección escénica (Daniele Piscopo) y la musical no logran todavía la dispersión del coro en el espacio del drama, y la formación alineada y frontal que vemos perjudica la dramaticidad al no aprovechar los espacios abiertos de los decorados para diversificar el movimiento escénico, al menos para no abarrotarlo.

Porque es evidente la voluntad de aportar novedad espacial, reducir o ampliar lo visible entre los vanos que liberan la uniformidad de un foro total, uniforme y aburrido. Sea o no un cambio intencional, la cosa promete una visualidad significante (aunque aún conviva con escenas «resueltas» con dos trapos colgados).

Esta conmemoración de la apertura de canal de Suez que unió al océano Indico y el mar Mediterráneo, encargada a un Verdi muy maduro pero entusiasta, tiene sus acentos épicos en un contexto de pasiones humanas muy frecuentes en el repertorio del operismo romántico. La más larga de cuantas escribió el autor no es, a mi juicio, una obra maestra. Incurre en una querencia repetitiva de los temas musicales, sobre todo corales, y prolonga excesivamente el desarrollo de la trama, cosa que Verdi resolvió genialmente en títulos anteriores. Pero si así gusta a los públicos, mis respetos.

El elenco vocal es muy bueno, salvo pequeños accidentes sin demasiada importancia. El tenor protagonista, Sergio Escobar, atacó increiblemente mal su primera intervención, la Celeste Aida, con acentos desabridos en los difíciles intervalos ascendentes y una curiosa agonía gallera en el sostenuto final. Más adelante entonó en falsete otro agudo, pero ya había controlado su voz de muy bellos color y timbre. Salvo esos incidentes, su trabajo fue satisfactorio.

Como era de esperar, el rol protagónico en la voz y el gesto de la uruguaya María José Siri fue una gozada en toda su dimensión. Voz bella y expresiva de soprano spinto, emisión luminosa en toda la escala, grandeza en sus dos arias e infalible en la totalidad

Belleza vocal, extensión tesitural, expresión apasionada y buena composición escénica mostró la mezzo húngara Judit Kutasi, admirable en un quinto acto memorable. Grata sorpresa con el barítono mongol Ariunbaatar.

Ganbaatar, ante este su debut en la Europa occidental. El Amonasro ofrecido es, sin duda, el mejor de los conocidos aquí, por la riqueza expresiva de su gran voz baritonal y la idoneidad del temperamento.

Junto a este poderoso cuarteto, los intérpretes de los segundos papeles, Manuel Fuentes, Joroboam Tejeram, Nora Carrasco y Manuel García lucieron buenas voces y gran profesionalidad. Muy eficaz en los tempi y en el servicio a las voces, el maestro José Manuel Pérez Sierra desplegó más poder organizativo que finura y matices en el sonido orquestal. Y no sería justo omitir una cita admirativa de la juvenil vistosidad del ballet de Natalia Medina, un soplo de aire fresco en sus intervenciones.

Suscríbete para seguir leyendo