Humor

Carles Sans a 400 risas por hora

El humorista catalán aterriza en Canarias con el monólogo ‘¡Por fin solo!’ | Recorre con desparpajo y ligereza las anécdotas de más de 40 años de carrera con Tricicle

El cómico y actor catalán se enfrenta desde hace tres años a una gira en solitario. Eso, después de cuatro décadas con sus compañeros Joan Gràcia y Paco Mir parecería una locura, pero el público ha respondido con los brazos abiertos al monólogo ‘¡Por fin solo!’ que aterrizó ayer en el Teatro Víctor Jara y viaja este fin de semana al Teatro Leal el sábado y al Auditorio de Adeje el domingo, en Tenerife, para hacer reír un ratito más.

El Carles Sans de fuera y dentro del escenario tienen una habilidad común: contar historias. Durante cuatro décadas ha cultivado con Tricicle el teatro gestual a través de situaciones absurdas, cotidianas, estrambóticas, cuyo efecto secundario siempre ha sido hacer reír a mandíbula desencajada. Lo que sucedía entre bambalinas, en el camerino que compartían, las anécdotas que han ido perfilándolo como humorista y actor son las que protagonizan el monólogo ¡Por fin solo! con el que ha estado girando por toda España los últimos tres años. Contempla la línea de la barra de Las Canteras antes de saltar al Teatro Víctor Jara, donde lo recibirán entre aplausos al encenderse el foco que lo persigue en un baile dialéctico que nunca para.

"Al principio los echaba de menos, sobre todo en los momentos previos a actuar al compartir siempre el mismo camerino, pero este espectáculo está en un gran momento después de todo el rodaje que ha tenido, ¡sé cómo y dónde se ríe el público!", sonríe. Tanto que pidió a un técnico que fuera anotando las veces que oía las carcajadas: 400 veces en una hora, la friolera de "cuatro o cinco veces por minuto". De la respiración entrecortada y los alaridos caballunos tiene la culpa al apretar entre elásticos de apenas una hora lo que ha pasado junto a Joan Gràcia y Paco Mir desde que fundaron la compañía teatral catalana en 1979. En aquel entonces, los distinguían como "el calvito, el gordito y el guapo", por supuesto, Sans era el "guapo", que no "guapito", como recuerda nada más comenzar el show. Poco importó aquella crítica que los destrozó al presentar por primera vez a Tricicle, luego alcanzarían el éxito con montajes como Manicomic, Slastic, Terrific o Garrick.

Ahora que ya tiene voz gracias al texto que ha codirigido José Corbacho, Sans se desvive por captar la atención del gentío más allá de sus manos, de sus piernas, del cuerpo que le ha exigido tanto, hilando anécdotas hilarantes que hablan desde sus inicios como niño de anuncio a la rebelión que supuso abandonar la carrera de Derecho, su trabajo y tantas cosas con el objetivo de ser actor, de intentar cumplir ese sueño tan denostado que lo uniría a una panda de alucinados como él. "Estas historias son todas reales", se lo crean ustedes o no. En esta, hay una colonoscopia de giros inesperados; en esta otra, una lideresa que se acerca a felicitarlos sin saber muy por qué; y aquí, un viaje a Japón que les enseña las virtudes de conocer una nueva cultura. La vida, que a veces supera a la ficción.

Carles Sans en la representación del espectáculo "¡Por fin solo!" en el Teatro Víctor Jara de Vecindario.

Carles Sans en la representación del espectáculo "¡Por fin solo!" en el Teatro Víctor Jara de Vecindario.

Más allá de las polémicas

Al margen de las polémicas del panorama mediático, la broma política caduca demasiado rápido y "nos interesaba más hablar del ser humano", confía Sans. Así que el derechazo al expresident catalán Artur Mas fue sin rencor. ¿Verdad? "Las gafas le saltaron al otro lado", por un error de cálculo del directo. Sin rencores. Lo indecible va más allá al recrear que cuando un miembro de la familia real terminó de ver un número de la compañía, se preguntó, "¿pero cuántos eran?". Así que, ante tanto descalabro, lo primero es relativizarlo todo, incluido a uno mismo. Hipocondriaco de crecimiento, admite que lo primero es saberse reír de uno mismo antes de lograr la complicidad ajena. A pesar de las dudas, "¿qué hará sin sus colegas?", de las reticencias y la mudez, Sans practica un teatro vivo y locuaz que despierta la simpatía de quien lo ve con ese toque irónico que va salpicando los relatos que cuenta.

Los rostros iluminados del Víctor Jara iban desvelando la variedad de edades con las mismas arrugas en comisura de labios y frente, "esa ha sido una de nuestras grandes virtudes: llegar a gente muy diversa y hacer reír igual a un niño de 10 años que a otro de 80". Sans, que prefiere no meterse en camisa de once varas, observa y analiza su entorno y sí que habla de los tiempos que le tocan vivir, "cada individuo, especialmente en redes sociales, se ha transformado en jurado o una especie de tribunal en el que te ordenan qué decir y qué no y cómo hacerlo, y entre los que hacemos reír siempre hay un punto de incorrección", asegura. Sabe que algunos de sus coetáneos habrían levantado ampollas, como el fallecido Pepe Rubianes, "hubiera tenido algún disgusto, lo más seguro, dada esa intolerancia, y eso que Pepe tenía una forma de decir las cosas muy gruesa".

Carles Sans durante la representación de "¡Por fin solo!" en el Teatro Víctor Jara de Vecindario.

Carles Sans durante la representación de "¡Por fin solo!" en el Teatro Víctor Jara de Vecindario.

Disfrute del reconocimiento

A aquellos que los acusaban cuando tuvieron éxito de ser unos "pijos" de la comedia, contesta: "Empezamos de una forma muy precaria en donde quien estaba era con una vocación de sobrevivir de alguna manera, pero no se contemplaba en otros países como un negocio, además de oficio, y parecía que los artistas tenían que ser malditos y vivir de la bohemia. Pues no, todo eso ha pasado a la historia y queremos vivir dignamente", subraya. El reconocimiento nacional, tanto del público, la crítica y las artes, como la concesión del Premio Max de Honor 2023, les dio motivos suficientes para saber que iban por el buen camino, "lo digo sin ningún tipo de pretensión, simplemente, hemos sido afortunados en nuestra carrera desde el principio, ya que hay muy pocas cosas que hayan salido mal", aunque del error admita que también se aprende.

El trío acordó cogerse las vacaciones en la temporada estival, como unos colegiales más, aunque esta vez siente un mayor peso sobre sus hombros, "me siento como con la responsabilidad de defender este espectáculo todavía más", con algo del nervio de un niño chico que se asoma tras el telón. Las historias evolucionan y seguirá contándolas en el Teatro Leal el sábado y el Auditorio de Adeje el domingo, en Tenerife, seguirá escribiendo artículos en El Periódico y hay algo más en camino por descubrir. ¿Volverían a marchar por el estadio si hubiera unas Olimpiadas en Madrid? Se ríe. Las de Barcelona del 92 fueron incomparables. "Teníamos a 60.000 personas arropándonos y millones desde sus casas, bueno, fue una experiencia muy bonita que podría haber salido bien o mal, pero nunca lo sabes hasta que no saltas". Qué cosas, porque sigue probando a ver dónde aterrizará esta vez.