El símbolo central de Chirino

La Fundación del artista inaugura una exposición centrada en la espiral, como icono principal del escultor grancanario, y en la que se centró durante más de medio siglo

Una veintena de esculturas de Martín Chirino, desde 1959 hasta el final de su vida en 2019, en las cuales se especializa en las espirales con las que estuvo trabajándolas durante más de medio siglo, y que se completa con dibujos, collages y fotografías del propio artista. Es la exposición Martín Chirino: Vientos. Un camino en espiral hacia el origen que ayer se inauguró en la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, en el Castillo de la Luz, comisariada por Fernando Castro Flórez, y que permanecerá abierta hasta el 17 de septiembre. La muestra también incluye las obras de otros autores contemporáneos afines al propio Chirino o que le influyeron y coincide con la publicación de la tercera monografía del artista, en colaboración con la Fundación Azcona, firmada por el comisario. 

Para Castro Flórez, las espirales son un símbolo central en todo el trabajo de Chririno. «La primera que hace, Espiral del viento, año 1959, es la que el abre camino ya que es cuando encuentra el motivo para su trabajo, y a partir de ahí va viendo las posibilidades que tiene y haciendo variaciones con momentos en los que las figuras se abren más» ya que fue una constante de toda su obra, como se constata en esta exposición, cuyas obras proceden de fondos del legado del artista, la Colección Azcona, el Gobierno de Canarias y de otras instituciones públicas, como el IVAM de Valencia, el Museo Salvador Victoria y de colecciones privadas, algunas representadas por la Galería Guillermo de Osma.

En la muestra hay desde piezas de pequeño tamaño y otras que llega a los tres metros que muestra como era capaz de hacerlo en un formato diminuto como en otro monumental. Pero incluyen a otros artistas con los que tuvo relación como Julio González del que se aportan tres piezas, «que fue un escultor que trabajaba con hierro y que le marca cuando hace su viaje a París en 1952 ya que «utilizaba la escultura para dibujar en el espacio», una escultura de Jorge Oteyza «un contemporáneo suyo con el que tuvo relación que también trabajó el hierro», un cuadro del ruso El Lissitsky «que muestra el interés de Chirino por las vanguardias de los años 20 y 30» y otra escultura «en cartón y madera» de Robert Smithson. 

Castro resaltó que el escultor grancanario, confundador del grupo artístico El Paso, a quien definió como «el maestro de la curvatura», sigue a rajatabla el credo estético del 'menos es más’ de Mies van der Rohe, «utilizando un mínimo de materia para obtener una mayor expresividad pero, sobre todo, buscando lo poético y sugerente por medio de un esfuerzo físico, golpeando el martillo en la fragua, consiguiendo que las herramientas del herrero funcionen en beneficio de los fines artísticos más intensos».

El comisario añadió que para Chirino «la espiral era un símbolo central de la historia de la cultura, desde los orígenes canarios hasta el código genético, la caracola marina o el reflujo del agua en un río, y él, desde la infancia, viendo los barcos en el astillero con su padre, hasta el final de sus días, tuvo una especie de obsesión por este trazo tan sencillo pero al mismo tiempo tan complejo» que respondieron a una «búsqueda de libertad» y a su determinación a «no encerrarse en complejos de inferioridad adoptados» Por su parte, el director del proyecto y la Fundación, Jesús M. Castaño, destacó piezas como La ola de 1973 «ducada en color azul porque aunque Chirino acababa sus piezas en hierro oxidado, hubo una serie de títulos en las que utilizaba pinturas con esmalte» o una escultura de viento de tres metros de altura de acero «galvanizado en color plata», que resulta impactante para el espectador «por la magnitud de la pieza».