Historia | PREMIO CANARIAS INNOVACIÓN Y TECNOLOGÍA ‘DAVID J. LEACOCK’

Peter Burke: "El conocimiento es más accesible hoy, pero inabarcable, algo que da ansiedad"

El historiador británico aborda una genealogía de la ignorancia en su último libro, 'Ignorance: a global history'

 "Propongo que los especialistas tomen conciencia de que hay vida más allá de su propio campo»

Peter Burke, historiador y académico británico especialista en historia cultural moderna, en el Hotel Santa Catalina, con motivo del I Premio Canarias Innovación y Tecnología.

Peter Burke, historiador y académico británico especialista en historia cultural moderna, en el Hotel Santa Catalina, con motivo del I Premio Canarias Innovación y Tecnología. / Andrés Cruz

A sus 85 años, Peter Burke pisa por primera vez Gran Canaria. El intelectual e historiador británico, profesor emérito de la Universidad de Cambridge, fue el invitado de honor de los I Premios Canarias Innovación y Tecnología David J. Leacock. Con un vasto conocimiento sobre la historia cultural y social de los últimos cinco siglos, aborda en su última publicación Ignorance: a global history las tipologías, orígenes y consecuencias de la ignorancia como una forma de entender la evolución de la humanidad.

Aterriza por primera vez en Gran Canaria a propósito de la primera edición de los Premios Canarias Innovación y Tecnología, donde habló sobre cómo ha ido trazando esta historia de la ignorancia en su libro más reciente. ¿Cómo se interesó por investigarla, sobre todo en un siglo llamado a ser la era de la información?

Nos remontaríamos a los años 80, cuando se me me pidió que echara una mano a editar un volumen de la Unesco sobre la historia de la humanidad en los que se trataban diferentes campos relacionados con la información y la comunicación. Esto me inspiró a introducirme en la historia del conocimiento junto a distintas personalidades de Estados Unidos que entendíamos que la información era una materia prima que, posteriormente, se tiene que cocinar para generar conocimiento. Aquel que tenemos que diversificar, categorizar y clasificar. Una vez terminé ese artículo decidí escribir un libro relacionado con este tema y me enfoqué en el conocimiento occidental durante los últimos 500 años, que es un rango temporal mucho más amplio del que mis compañeros en la academia quizás podrían aprobar. En eso llevo trabajando los últimos 30 años y cada vez que acabo un texto siempre quiero empezar a escribir otro desde una perspectiva diferente.

El primero que escribí va sobre el exilio y la forma en que las culturas se interrelacionan en un territorio; el siguiente fue sobre los polímatas, personas que tienen un amplio conocimiento de diferentes áreas y que me interesaron dada su capacidad para conectar tantas disciplinas. Todo ello me llevó a analizar las cosas dándole la vuelta a los problemas, y así surgió: ante la ausencia del conocimiento, que es la ignorancia, ¿cómo es posible relatar la historia de algo que, a priori, parece no existir? Sabía que para muchos de mis colegas esto que planteaba era imposible y sentía el peso de los historiadores del pasado en mi nuca diciéndome "¿sobre qué fuentes se está basando esta información que me estás dando sobre la ignorancia?". Y ahí surge mi estudio.

Describe 40 tipos de ignorancia, ¿podría hablarme de alguna de ellas?

Podemos hablar de la ignorancia invencible, aquella que ocurre de manera casi que sin querer, es decir, aquellos individuos que nacieron antes de Cristo no pueden considerarse culpables de paganismo porque, básicamente, no sabían de su existencia, o, por ejemplo, la idea que se compartía en el siglo XVI y XVII, fomentada por Montaigne, que decía si era más conveniente ser ignorante o ser conocedor de algo —deducieron que la gente ignorante era más feliz...—. Ahí fue cuando decidí expandir mi estudio hacia los conceptos que estuvieran relacionados con la ignorancia.

Entonces, me empecé a interesar por cuestiones concretas como qué es lo que la gente no quiere saber o qué quieren que otros no quieren que sepas o qué no quieren los gobiernos que se sepa, esa miríada de preguntas en mi cabeza encontraba un punto común donde estaba la incertidumbre, la denegación, siempre presentes en todo proceso de toma de decisiones. Finalmente, llegamos a un punto que es de las propias consecuencias de la ignorancia y cómo afecta eso a los individuos, como sucedió con la peste negra cuando la gente no sabía qué estaba sucediendo ni las causas que propagaban la enfermedad. Algo similar sucedió en el año del covid, pero no podemos culpar a los científicos o a los médicos porque estamos hablando de una situación totalmente novedosa.

¿Y sobre la ignorancia que controla el poder?

Es curiosa, y tiene un claro ejemplo en 1919 cuando los líderes de las naciones vencedoras tras la I Guerra Mundial junto a los dirigentes estadounidenses empezaron a redifinir el mapa de Europa y a independizar diferentes naciones sin tener en cuenta, como ya atestiguó el propio Wilson, en que estaban basando la diferenciación de países por opiniones abstractas, algo que terminarían confesando. Luego, se habla de la ignorancia de Voltaire, algo bastante común en el Reino Unido y en los Estados Unidos: se produce cuando se le pregunta a la ciudadanía cosas sencillas, como quién es el secretario de Estado y resulta que un 33% de la población es incapaz de responder. Era algo bastante llamativo.

Por otro lado, podemos hablar de la ignorancia económica, aquella que se da por parte de los compradores. Véase, alguien que adquiere un coche de segunda mano no se interesa en quién se lo está vendiendo o en qué condiciones está, o aquella ignorancia que se da en los mercados cuando la gente se pone a vender productos sin tener conocimiento de los mimbres de ese contexto mercantil. También tenemos que hablar de la ignorancia del inversor, ocurre al seguir unas personas a otras en la compra de acciones sin tener claras las consecuencias del mercado o sin tener una capacidad de predicción sobre ese dinero que invierten. Esto quizás fue el origen del crac del 29 o de la burbuja que se dio en el siglo XVIII en el Reino Unido, lo cual sirve como un claro ejemplo de la situación actual.

¿Cuáles serían las causas?

En el libro lo ilustro de una manera bastante clara con lo que ocurrió en el año 1839. El ejército británico invandió Afganistán, las tropas consiguieron llegar a Kabul de manera segura, pero en su vuelta hacia la India solamente tenían un camino angosto por el que circular a través de las montañas y los afganos empezaron a dispararles hasta que los aniquilaron. Solo quedó un soldado, quien comunicó lo que había sucedido. Esta historia enlaza con lo que sucede a finales de los años 90 cuando los rusos decidieron conquistar Afganistán. En aquel momento, el secretario de estado afgano decidió regalarle en una recepción al embajador ruso un libro sobre lo que lo sucedido en aquella ocasión, a lo que el embajador ruso respondió algo airado que esta vez no iban a fracasar... No solo fracasaron, sino también los estadounidenses en su intento. Así que como historiador me siento bastante reconfortado al ver que mi trabajo tiene alguna validez práctica y que de verdad existen indicios para creer que siempre se pueden aprender algo de las lecciones del pasado. Como dijo Mark Twain, todos de alguna manera somos ignorantes, aunque en diferentes cosas.

Habla de ignorancia racional, es decir, negar la evidencia, ¿qué diría con la irrupción de tantos políticos, ya sea Donald Trump en su momento o el ascenso de la extrema derecha en Italia o España, o la aparición de los negacionistas de la covid o los terraplanistas, que desoyen a propósito todo lo enseñado?

Hablamos en este caso de las fake news —noticias falsas—, un término que parece relativamente nuevo, pero no. En el año 1918 se publicó en francés Noticias falsas de la guerra, donde se decía que los generales le estaban ocultando información a los soldados. Esto avivaba los rumores, tan antiguos como la lengua y con una gran carga de poder dadas sus consecuencias. Por lo tanto, hablamos de algo que se ha ido exacerbando con el paso del tiempo por medio de la acción de las redes sociales. Las mentiras se trasladan mucho más rápido, viajan mucho más lejos y el problema es cada vez mayor, tal y como ocurre con las imágenes que las nuevas tecnologías permiten manipular. Pero tampoco deberíamos sobreestimarlo, solo tener en cuenta. No me gustaría estar en la posición de decir que todo cambia, pero tampoco en la posición de que todo es nuevo. Hay que buscar un punto intermedio y salir de esa dicotomía que existe entre periodistas e historiadores, donde unos siempre piensan que todo es un hito o un punto de inflexión en la historia mientras que nosotros defendemos que no es así, es más, que todo ha sucedido y es una repetición.

Peter Burke, historiador y académico británico especialista en historia cultural moderna, en el Hotel Santa Catalina, con motivo del I Premio Canarias Innovación y Tecnología.

Peter Burke, historiador y académico británico especialista en historia cultural moderna, en el Hotel Santa Catalina, con motivo del I Premio Canarias Innovación y Tecnología.

De la misma forma que sus primeras investigaciones sobre el Renacimiento italiano se fijaron en lo que ocurría fuera de las élites. ¿De qué forma influye los estratos sociales en la ignorancia?

Cuando la población no tiene la capacidad de leer y escribir es mucho más fácil para los regímenes totalitarios controlarla. Por eso, se oponen básicamente a que estas clases accedan a la educación debido a que llevaría al propio cuestionamiento y, eventualmente, acabaría cuestionando por qué esas clases están en el poder y no otras. Evidentemente, con la aparición de las democracias fue aminorando y terminó derivando en una cierta creencia de que la ignorancia puede entenderse un activo para las dictaduras y como un pasivo para las democracias. Me explico, un activo para las dictaduras porque no existe cuestionamiento por parte de la sociedad, mientras que el hecho de que sea un pasivo para las democracias nos lleva a pensar con aquellas ignorancias que hablábamos antes del votante, donde no se cuestiona a quién vamos a votar, el programa que lleva cada uno de los candidatos, eso, por ejemplo, vimos cuál fue el ersultados en los Estados Unidos cuando Trump llegó al poder.

Es importante también el momento en el que los periódicos se hicieron accesibles para todas las clases sociales y estaban a un precio relativamente bajo. Otro aspecto que podemos mencionar es el acceso de los niños a la escuela frente a las niñas. El hecho de que a las niñas se les negara la escolarización las hacía diferentes a los niños en términos de conocimiento, lo cual servía de baza para justificar que no pudieran votar y estar al margen de la vida política de su país. Un círculo vicioso que, por suerte, se rompió en el país y otros muchos.

Una cuestión que divide a la academia es la hiperespecialización, lo cual las aleja de la interdisciplinariedad que tanto ha defendido a lo largo de su carrera. ¿Será posible volver a la figura del humanista?

Creo que no porque el flujo informativo es ingente. Incluso, en el Renacimiento ya se creía que había demasiado conocimiento dado que con la invención de la imprenta era imposible leer todos los títulos de los que se disponía. Todas las cosas buenas tienen un lado malo: el conocimiento es más accesible, pero inabarcable, algo que nos puede llegar a producir cierto nivel de ansiedad. La especialización se remonta a finales del siglo XVIII y en algunos campos ha funcionado, como la medicina, y la reforma universitaria del siglo XIX la potenció. Anteriormente, los académicos dejaban un poco más de lado el conocimiento práctico de una matrona, un carpintero o un propio soldado. En respuesta a su pregunta, es bastante difícil, pero surge una pregunta entonces, ¿qué podríamos hacer?

La solución que propongo es que se haga a los especialistas partícipes de este proceso y que tomen conciencia de que hay vida más allá de su propio campo y, para ello, se han creado algunas instituciones como el sistema de cafeterías en las que se dan pequeñas sesiones de temas que no están conectados entre sí para tener un conocimiento más generalizado y, por otro lado, en el año 1962 la Universidad de Sussex intentó huir del sistema tradicional al marcar una asignatura principal —major— que ocupaba el 50% del tiempo y, a partir de ella, otras secundarias que los fundadores creían que estaban relacionadas de una manera lógica y podían ser útiles para que pudieran progresar. Por ejemplo, aquellos estudiantes que decidían abordar los estudios europeos tenían que elegir entre literatura o filosofía europea con el fin de conformar un conocimiento más sólido, y aquellos que optaran por los estudios africanos o asiáticos tenían la opción de cursos de política, ya que les daría una visión más clara de estos contextos. Esto es una buena idea, pero poco a poco fue cayendo en el olvido y terminó por desaparecer.

¿Por qué?

Solía ir a dar clases y pregunté, y me dijeron que los estudiantes que llegaban no eran lo suficientemente buenos. ¿Cómo es posible?, me cuestionaba, que en los años 60 rechazaran ir a Oxford o a Cambridge para ir a Sussex gracias a este modelo y en los 90 no fueran buenos. Creo que se sustenta sobre dos causas principales: la primera, el miedo a no ser capaces a no dar la talla y, la segunda, estriba en que en esa década había ciertas dificultades para encontrar trabajo, por lo cual el alumnado pensaba que al no contar con una especialización suficientemente fuerte les iba a echar fuera del mercado laboral, así que por eso volvían a lo tradicional. Tras más de 60 años de experiencia docente fue lo que me llevó a centrarme en la historia del conocimiento.

Siempre ha defendido el poder de la imaginación.

Tenemos que tener un control sobre la imaginación porque los historiadores no podemos inventar ni generar a partir de la nada. Ciertamente, nuestra labor se une con los novelistas debido a que tenemos esa dosis con la que tiramos para conformar nuestro trabajo, pero, lo dicho, la diferencia es que tenemos que basar nuestra creatividad y la forma de expresarla en pruebas irrefutables mientras que ellos tienen total libertad para expresarse. Tal es que se pueden permitir el lujo de reescribir la historia, como hizo Carlos Fuentes cuando intentó dilucidar cómo hubiese sido el pasado si se hubiesen cambiado ciertas cosas.

No tenía televisión cuando era pequeño y ahora estamos hiperconectados, el conocimiento fluye en esas cascadas… ¿Alguna vez se imaginó que sucedería todo esto?

De hecho, no la tuvimos hasta los años 80 porque teníamos la radio y los periódicos. Es más, me di cuenta de que era más rápido y mejor leer para informarnos. En Oxford obtenía un conocimiento mejor que en vez de ir a clase, así que iba por una sencilla razón [ríe]: conocer chicas y socializar con otras personas.