Cine

Explorador de géneros

Un libro recupera la filmografía de Richard Fleischer, ecléctico de los años 60 y 70

Richard Fleischer.

Richard Fleischer. / Claudio utrera

Claudio Utrera

Claudio Utrera

Aunque es un hecho difícil de asumir para los buenos amantes del cine, pocos aficionados recuerdan hoy al director y productor estadounidense Richard Fleischer (Nueva York, 1916/Los Ángeles, 2006) y a muchos, incluso, ni siquiera les sonará su nombre, a pesar de que películas como Mandingo (Mandingo, 1975), Los vikingos (The Vikings, 1958), Viaje alucinante (Fantastic Voyage, 1966), Tora! Tora! Tora! (Tora! Tora! Tora! , 1970), El estrangulador de Boston (The Boston Strangler, 1968), Impulso criminal (Compulsion, 1959), Terror ciego (See no Evil, 1971), Barrabás (Barabbas, 1961) o Veinte mil leguas de viaje submarino (20,000 Leagues Under the Sea, 1954) integran el imaginario de varias generaciones de cinéfilos y sus copias, remasterizadas o no, siguen circulando continuamente por las televisiones de medio mundo como piezas de un robusto puzle cinematográfico.

Se trata, por tanto, de un fenómeno particularmente extraño, atípico en la historia del cine: una obra, que supera los cincuenta títulos, y que ha sido enormemente elogiada durante todos estos años por el público pero su mentor sigue, para muchos, en una especie de limbo, como otros compañeros de su generación (Franklin Schaffner, Gordon Douglas, John Sturges…) Que es una situación verdaderamente injusta es obvio pero, al menos, muchos de sus trabajos siguen gozando, a diecisiete años de su fallecimiento, de un gran predicamento popular y de un reconocimiento crítico importante.

Pues bien, dentro de su serie Signo e Imagen la editorial Cátedra acaba de editar un libro, escrito por José Abad, en el que se intenta resituar la figura de este director en su justo contexto, es decir, sacándolo del terreno de la más pura indefinición en el que siempre ha estado situado, tanto por la crítica como por algunos historiadores, y examinarlo como lo que realmente fue: un cineasta que, sin renunciar nunca a la tradición hollywoodiense del cine como un gran generador de pulsiones escópicas, logró enormes cotas de creatividad a través de un estilo en cuyo planteamiento se combinaban la típica política de los estudios, que tanto impulsó el viejo Hollywood, abordando historias y enfoques en línea con los cánones establecidos por la industria, y una pulcritud visual virtualmente extraordinaria, que nos proporcionaba una perfecta digestión visual. De ahí que con demasiada frecuencia se le aplicara el sambenito de «buen artesano» como contraposición a la definición mucho más categórica de «autor», aunque sea el hombre que pergeñó maravillas de la talla de Viaje alucinante, alegatos antimilitaristas de la radicalidad de Los diablos del Pacífico (Between Heaven and Hell, 1956) protagonizada por Broderick Crawford y Robert Wagner; gloriosos filmes de aventuras como la inolvidable Los vikingos, el meticuloso y demoledor retrato psicológico de un criminal en serie que nos propone en El estrangulador de Boston; la impresionante reproducción del ataque a Pearl Harbour por la armada japonesa en Tora, Tora, Tora o las proezas visuales que nos ofrece en su adaptación del clásico de Julio Verne 20000 leguas de viaje submarino. Son pruebas más que palpables del inmenso talento que atesoraba este infatigable «artesano» que nos lo trae de nuevo a la actualidad el clarividente y enjundioso volumen de José Abad.

Hasta ahora, en España no se habían publicado estudios muy rigurosos sobre la obra de Fleischer. Recuerdo, si mi frágil memoria no me traiciona, uno que sacó hace algunos años la mítica Dirigido por…, en dos números consecutivos de la revista, donde se insistía en esa extraña dualidad que ha rodeado siempre la personalidad artística y profesional del autor de Sábado trágico (Violent Saturday, 1955) y en la que Abad incide inteligentemente a lo largo de su libro. Sea como fuere, es indiscutible que se trata de un director con mayúsculas, que decidió apostar por el buen cine desde dos perspectivas muy complicadas de entretejer en las más de tres décadas que ocupó en conformar su abundante filmografía.

Aunque debutó en 1946 con el melodrama Child of Divorce, inédita en las pantallas españolas y estigmatizada por las modificaciones a las que le forzó el entonces vigente Código Hays, Fleischer le dio un rápido y espectacular giro a su carrera al abordar la adaptación de la novela Compulsión, de Meyer Levin, con la imponente presencia de Orson Welles como un abogado criminalista empeñado en salvarl de la pena capital a dos jóvenes judíos de clase alta (Bradford Dillman y Dean Stokwell), acusados de cometer un asesinato, sin razón aparente. Se trata, sin duda, del verdadero punto de arranque del irregular pero sorprendente recorrido profesional del cineasta. Tras este interesante thriller de corte jurídico, Fleischer se desplazó al terreno del western desde donde pergeñó para la Fox Duelo en el barro (These Thousand Hills, 1958), una de las producciones más originales, violentas e innovadoras del género, basada en un espléndido guion de Alfred Hayes y arropada por un plantel de actores encabezados por Don Murray, Richard Egan, Lee Remick y Stuart Withman. La película, convertida con el paso del tiempo en una auténtica cult movie, marcó un claro precedente a lo que, algunos años después, sería el llamado dirty western, tras la llegada al ruedo cinematográfico de las figuras canónicas de Richard Brooks, Sam Peckinpah o Arthur Penn.

Otra muestra representativa de la enorme capacidad de Fleischer para desenvolverse en los entresijos del thriller es la formidable producción de la Columbia Terror ciego, a partir de un guion de Brian Clemens y con una Mia Farrow encarnando a una joven ciega que, tras descubrir que toda su familia ha sido asesinada, se ve forzada a huir para evitar correr la misma suerte. Un excelente ejercicio de suspense que reforzó su bien merecida fama de director ecléctico, capaz de salvar los muebles ante cualquier reto artístico en el que se aventurara. Sin embargo, en su copiosa filmografía, desde sus tímidos inicios con la malograda Child of Divorce, Fleischer reúne también sonados fracasos comerciales y de crítica, como la desnortada Che! (¡Che!, 1969); la retórica y plenamente previsible Ashanti (Ashanti, 1979), inspirada en la novela homónima de Vázquez Figueroa; El pozo del infierno (Amityville 3D, 1983), versión light de una popular franquicia de terror estadounidense, o El guerrero rojo (Red Sonja, 1985), su errática y desafortunada incursión en la iconosfera de la heroic fantasy, en la línea del mítico Conan, el bárbaro, que certificó tristemente el absoluto declive que su ambiciosa y muy plausible carrera comenzó a detectarse durante la fase final de su carrera.