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La velocidad del dinero

La velocidad del dinero

La velocidad del dinero / La Provincia

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

La velocidad del dinero es un concepto económico formalmente propuesto, en 1911, por Irving Fisher, economista norteamericano que escribió Teoría cuantitativa del dinero, donde definió que la velocidad del dinero es la frecuencia en la que una unidad de dinero es usada para comprar un bien o servicio en un periodo de tiempo determinado, o sea, la velocidad del dinero mide cuántas veces el dinero cambia de manos, y se mide de forma colectiva, las veces en que cambia de manos dentro de una población determinada en un tiempo determinado. A mayor velocidad mayor número de transacciones, lo que debería significar crecimiento económico, pero también sobrecalentamiento de la economía y mayor inflación.

Después de la crisis de 2008 la oferta monetaria creció en USA un 48 por cien casi, más o menos un 6,58% anual. En este escenario, si la velocidad del dinero fuera constante, con una oferta monetaria mayor, o venía inflación o la economía crecería, pero, entre 2008 al 2013, la inflación se mantuvo por debajo del 2 por ciento, y la economía apenas creció un 2 por cien, lo que significa que la velocidad del dinero bajó muy notablemente. Con la pandemia (un misterioso hecho que a veces parece haberse impostado artificialmente) pasó lo mismo, la oferta monetaria volvió a crecer un 41 por ciento más, y el dato de la Reserva Federal de enero del mismo año, muestra que la velocidad del dinero estaba y ésta en mínimos.

Pero al menos ha llegado la inflación, para que la ecuación nos parezca normalizada, y parece que, al final, los altos niveles de oferta monetaria en los últimos tres lustros han llevado a la tan temida caída de la velocidad del dinero. Todo indica que la liquidez inyectada en el mercado, junto a unas tasas de interés muy bajas, han provocado que consumidores y empresas hayan ahorrado, invertido y pagado deudas, lo que significa menos consumo, menor rotación y, en consecuencia, una fijación a largo plazo de la inversión y el enlentecimiento de la velocidad del dinero. Y aquí estamos en que la velocidad del dinero es muy usada por analistas de bolsa mundial.

Y ahora vamos al libro recién publicado por uno de los analistas de bolsa más veteranos, David Rogers Webb, en mayo de 2023, La Gran Toma. Ahí explica cómo el Sistema de la Reserva Federal había sido planeado en secreto en una reunión en la isla de Jekyll en base al primer pánico económico de 1907, que el oro de propiedad pública había sido confiscado en la Depresión de 1933, y que Nixon había sacado, en 1973, al dólar del patrón oro, como consecuencia de la crisis del petróleo y la guerra del Yon Kipur, hace 50 años. En 1907, recuerda Webb, Paul Warburg, banquero alemán, había dirigido la reunión en la isla de Jekyll en la que se planeó la creación de la Reserva Federal, fundada en 1913. Muy pronto llegó la Primera Gran Guerra. 1933 marcó el preludio de la Segunda Gran Guerra. 1973 fue la guerra de medio oriente que cambió la faz del dinero con la decisión de Nixon, llevado a ella por el desequilibrio de la contraparte, inexistente, en el Tesoro de EEUU de sus reservas.

Dice Webb hablando ya de los años noventa y la crisis de los países denominados tigres asiáticos: «El descenso de la velocidad del dinero marcó el inicio de la crisis financiera asiática, que finalmente desembocó en la crisis del rublo», y más adelante observó que en la época de la Burbuja Dotcom, vio que la Velocidad del Dinero había empezado a colapsar, y previó una nueva gran depresión: al poco estalló el 11S. Observando esos comportamientos de la velocidad del dinero, Webb pudo ver en 2003 que sobrevendría otra quiebra mayor, y así fue cómo avanzó la de 2008. Ahorrémonos un historial económico más largo para llegar a esa crisis de 2008, en la que ocurrió lo siguiente: «El número de personas que se retrasaban en el pago de sus facturas de servicios públicos iba en aumento. Las ejecuciones hipotecarias como porcentaje del total de préstamos residenciales pendientes estaban subiendo directamente a niveles récord. En la primavera de 2004, me disponía a escribir sobre este tema en mi carta trimestral cuando descubrí que el índice DLQTFORE del sistema Bloomberg se había modificado para mostrar que las ejecuciones hipotecarias estaban bajando. Le pedí a uno de los chicos de la mesa que investigara qué se había hecho con la serie de datos. Llamó a la agencia responsable de los datos. Al final le dijeron que, aunque las series de datos se habían calculado sistemáticamente de la misma manera desde los años setenta, la metodología se había cambiado recientemente y se había aplicado con carácter retroactivo; de hecho, la metodología se cambiaba ahora con cada publicación de datos. De este modo, era posible publicar cualquier línea de tendencia deseada». Ése es el truco, la modificación de los datos que sustentan las decisiones económicas, de forma que, tras el 11S, las series de datos se corrompían para simular fortaleza económica: «Se estaba aplicando un nivel sin precedentes de desinformación gubernamental deliberada».

La historia, como digo, es mucho más larga y complicada, pero tras ella subyace la idea de que «finalmente descubrí que el derecho de propiedad de los valores, que había sido propiedad personal durante cuatro siglos, había sido subvertido de alguna manera. Esto se confirmaría en las quiebras de Lehman Brothers y MF Global». Y en Suecia, adonde se retiró Webb para poder escapar de la trituración por los bancos norteamericanos de sus bonos del estado sueco, en abril de 2011, le pidieron una conferencia sobre inversiones: «La presentación resultante se tituló Paradigm Collapse. Fue la primera vez que hablé públicamente sobre el desmantelamiento de las protecciones de los inversores, incluidos los derechos de propiedad de los valores».

Está preparado en todas las plazas bursátiles y otros organismos reguladores, que la propiedad de los valores no es de los inversores, a poco que haya un colapso mundial. Obviamente, recibió una visita amenazante desde EEUU, y todo está ahí, hasta que estalle. Solo hacen falta un par de guerras medio mundiales y tendremos, de nuevo, sorpresa, desequilibrio y acaparamiento de poder, de la propiedad del dinero, en manos de «ellos», como los denomina Webb, y tal y como se lo reveló, en los años noventa, el propio Soros. Webb nos regala el gráfico de Hoisington Management de la Velocidad del Dinero entre 1900 y 2022, y ahí se ve que 1907, 1933, 1946, o 1973 nunca marcaron un coeficiente de Velocidad del Dinero tan peligroso y bajo como el actual, el nivel más inferior de la historia moderna del dinero: 1.1 ¡Apocalipsis!