Artes escénicas

'Cazopera', la rebelión de las marionetas

La compañía Ángulo Producciones representa este jueves, a las 12.00 y 17.00 horas, en el teatro Pérez Galdós, una adaptación de un relato antibelicista de Michael Ende

Una escena de ‘Cazopera’ con todo el elenco, ayer, en el teatro Pérez Galdós.

Una escena de ‘Cazopera’ con todo el elenco, ayer, en el teatro Pérez Galdós. / Juan Castro

Una deliciosa adaptación del relato de Michael Ende ‘La sopa y el cazo’ con moraleja final inclusive que reflexiona sobre cómo la solución al sinsentido adulto está en los niños. Es ‘Cazopera’ de Ángulo Producciones, que se representa hoy, en el teatro Pérez Galdós, en sus dos última funciones, a las 12.00 y 17.00 horas, mezclando teatro, música, marionetas y efectos audiovisuales de forma austera y convincente.  

En un territorio devastado por la guerra, en el que apenas quedan los restos de unas trincheras, llega una compañía de titiriteros que decide contar la historia de lo que allí ha ocurrido, de cómo lo que en realidad fueron unos pueblos prósperos que coexistían quedaron reducidos a la nada por el sinsentido de los adultos que desoyeron los consejos de los niños. Así empieza la obra Cazopera, de la compañía grancanaria Ángulo Producciones, que adapta el relato de Michael Ende La sopa y el cazo a través del trabajo de la dramaturga Gemma Quintana, y en la que se produce una afortunada conjunción entre teatro, marionetas, música y efectos audiovisuales con una sencillez desarmante. La obra, que ayer se representó en el teatro Pérez Galdós, hoy repite con otras dos funciones a las 12.00 y 17.00 horas respectivamente.

Los titiriteros, encarnados por Abraham Santacruz, Sheila Martín, Jon Arráez y Raquel Troya, deciden interpretar esta historia en la que la rivalidad entre dos pueblos divididos por una montaña mágica, y que alentadas por una hada madrina que no fue invitada al bautizo de sus príncipes, provoca un conflicto bélico que, como todas las guerras, acaba de la peor forma posible como moraleja final. El montaje, dirigido por Luis O’malley, cuenta con una destacada participación de los músicos Sofía García al acordeón e Ignacio Perdomo a la viola que logran crear pasajes minimalistas de lo más sugerentes y delicados que permitieron a los actores mostrar sus mejores momentos como cantantes o bailarines. Otro elemento a destacar es el trabajo de la marionetista Carla León, autora de los dos muñecos que encarnan a esos dos niños-príncipes, símbolos del sentido común, que protagonizan los momentos más emotivos de todo el montaje, y que deciden rebelarse ante la estupidez de los adultos. La obra adquiere momentos de intensidad dramática apoyada por los efectos audiovisuales. Raúl Morán Ortega, director de Angulo producciones, afirma que el objetivo de esta obra ha sido «que los niños se sientan identificados», ya que la infancia en sí ocupa un papel «porque son ellos los que enseñan a sus padres la solución del conflicto que plantea la obra. Es un canto a destacar las virtudes de la niñez, esa mirada limpia y carente de prejuicios».

Se trata de la séptima obra que realiza esta joven compañía en siete años. El argumento parte de la citada división de dos reinos separados por una montaña, y de cómo un hada madrina que no ha sido invitada al bautizo de los niños, se toma la justicia por su mano y les hace un regalo envenenado. «A uno le entrega una sopera y al otro un cazo, pero solo juntándolos podrán crear sopa mágica para ambos pueblos». Pero esto, en vez de ponerlos de acuerdo para colaborar, hace que los dos rivales «inventen un montón de elementos para hacerse con la parte del otro hasta llegar a una guerra en el momento final». Los niños, encarnados por marionetas, son personajes que, desde el primero momento se preguntan cómo no actúan de otra manera con lo fácil que era solucionar esto. Hasta que se termina dándole la razón.

Las dos marionetas que son un elemento más que representan al príncipe y la princesa como una metáfora de «que los niños sean marionetas porque están controlados y manipulados por sus progenitores y, al final, se rebelan y les dicen que no, que las cosas no son como ustedes nos cuentan».

Según Morán «tenemos ese pensamiento crítico y queremos buscar la solución por nuestra vía, por lo que nosotros pensamos». Por eso mismo destaca en la parte final una escena de la guerra. «Es un conflicto en el que los niños se ven abatidos emocionalmente», aclara el director. Porque la obra comienza con mucha comedia al principio, pero luego deriva en una parte más melodramática. El escenario, que es como un campo abandonado convertido en trinchera, es ocupado por unos «cicerones, contadores de historias, refugiados de guerra que empiezan a montar el escenario y a contarlo todo con los elementos que encuentran en el propio campo».

Suscríbete para seguir leyendo