Entrevista | Kosme de Barañano Catedrático y comisario de las exposiciones del monumento en Fuerteventura

Kosme de Barañano: «Chillida creyó hasta el final que Tindaya tendría una salida»

El catedrático Kosme de Barañano (Bilbao 1952) es el mayor experto en la obra de Chillida. A raíz del centenario del escultor analiza su proyecto frustrado: excavar con los canteros un cubo de 50 por 50 en la montaña de Tindaya (Fuerteventura)

Ex subdirector del Reina Sofía y ex director del IVAM, entre una larga ristra de cargos, estuvo en la gestación de la idea como comisario de la parte expositiva

Kosme de Barañano

Kosme de Barañano / La Provincia

Javier Durán

Javier Durán

¿Por qué fracasó la iniciativa de Tindaya?

Yo ayudé a Eduardo en el proyecto expositivo que se presentó en Canarias, y que luego fue a otras ciudades, también a Alemania. Pero sobre las dificultades que surgen como proyecto social, no tuve... En Canarias, hasta usted mismo sabe al respecto más que yo.

Por ejemplo, la reacción de los ecologistas. Hay textos de esa época en las que usted se muestra crítico con el colectivo por su oposición. ¿Qué sensación le quedó?

Vamos a ver, hay dos aspectos en el tema. Uno es el proyecto Tindaya en sí, del que yo hago la exposición, y que me parece la culminación de la teoría de la escultura de Chillida: el camino desde el que se dirige a la abstracción termina en la montaña de Fuerteventura y también en su propia Fundación.

¿Qué paralelismo hay entre Chillida Leku y Tindaya?

Bien, el caserío tenía cuatro plantas, una construcción típica guipuzcuana que acogía a cuatro familias y que funcionaba como una unidad económica. En principio, iba a ser una especie de museo en el que participé pensando qué piezas se ponían en cada piso y demás. Pero Eduardo decide vaciarlo y dejar nada más que la estructura interna. Es un proyecto casi en el tiempo paralelo a Tindaya, y de alguna manera es la culminación de lo que es la filosofía escultórica de Chillida, que es crear espacios sacando el material. Por eso, Tindaya es el proyecto final de su obra, como es Zabalaga, la sede de Chillida Leku. Imagínese, desde el punto de vista museográfico yo estaba pensando en poner los dibujos en la última planta, los aceros en la planta de abajo... Y lo que me iba descubriendo Eduardo es que eliminaba espacios y lo que quedaba era la parte interna del caserío, su esencia, la arquitectura popular. Si te fijas, las vigas son casi como esculturas de Brancusi, aunque están allí desde hace 500 años.

¿Y con Fuerteventura qué ocurrió?

Se trataba del mismo concepto: un artista que llega a su fase final, el vaciado de la montaña. Eso es para mí Tindaya. Luego yo hago allí la exposición, en los noventa, y a nivel personal te puedo decir que conté con la colaboración de la gente local. Creo que todo el mundo estaba a favor del proyecto y demás. El día de la inauguración aparecen en la vía de llegada a la Casa de la Cultura un montón de pintadas que no eran de unos grupos marginales, sino que se habían hecho con pintura de carretera y con plantilla. No eran ecologistas voluntarios, sino que era una organización que estaba detrás. En mi humilde opinión, creo que ahí se juntan unas ideas de ecologistas, con los que se podría discutir sobre la salvación de la montaña, que también tenían sus razones para ello, y luego otra cuestión de política local y de caciquismo que se me escapa. Unos movimientos internos que, con toda probabilidad, conocen ustedes más que yo.

No se crea...

Lo que si le puedo decir es que había un trasfondo de política interior que se me escapa y que no he seguido más. Sé que ha habido intentos de continuar el proyecto con la familia, pero yo ya no he estado presente.

Sigamos con un pensamiento que no se llegó a valorar.

El concepto de Tindaya proviene de otras esculturas de granito que se titulan Lo profundo es el aire, que es un verso de Jorge Guillén, con el que Chillida estuvo en la Universidad de Harvard en el año 72... Toda esa indagación escultórica de meterte dentro de la materia y crear unos espacios nuevos está reflejada, sin ir más lejos, en el catálogo, donde hay al menos unas 30 piezas que predeterminaban hacia donde iba la escultura de Eduardo que, al final, como he dicho, es Chillida-Leku, el caserío, y que es Tindaya, que más o menos se superponen en el tiempo. La idea sobre la montaña pertenece al mismo nivel que el Elogio del horizonte , de Gijón, que es una obra simbólica de la ciudad . Por cierto, el día de la inauguración tuvo mucha bronca, de gente que estaba en contra, con todo tipo de críticas y caricaturas. ¿Qué ha pasado? Con el tiempo se ha constituido en todo un símbolo, es un espacio magnífico, pero que fue muy mal visto. Es más, diría que los Peines del viento, en San Sebastián, otra obra emblemática que con la legislación actual no se hubiese hecho. ¿Cómo se integran estas obras en el proceso del afán constructivo? Tienes culturas precolombinas de hace 1.000 años que integran arte, arquitectura y espacio sagrados perfectamente, donde se ha establecido una relación cordial entra la tierra, lo cotidiano, y el cosmos, el espacio donde se construye. Y de estas esculturas lo que nos queda es el símbolo, su relación con los ciclos de la naturaleza. Pienso que Tindaya entraría en esa concepción del mundo.

"Muchos fueron a su casa y se hacían la foto para luego decir: ‘lo convecimos’. Fue malo para Eduardo»

Pero...

Allí se mezclaron intereses de familias enfrentadas, estaba el dinero de la explotación de las canteras...

¿Le produjo cierta perplejidad?

La verdad es que en aquella época en la que estaba más presente, y que lo vi, ya me era difícil entender cuál eran los mecanismos... Creo que eran muy insulares.

¿Faltó pedagogía?

Hay dos aspectos. La persona que realmente dirige lo que es el proyecto es José Antonio Fernández Ordóñez, que tenía el conocimiento de que la explotación de la cantera que había en Tindaya se había acabado o se acababa. Entonces, a través de una propuesta como la de Chillida se podía seguir con la extracción y con una aportación de dinero a la economía de la Isla. Él tenía el conocimiento legal, por decirlo de alguna manera, si bien desconocía cuáles eran las relaciones internas entre explotadores de la cantera y políticos y demás. Creo que a Ordóñez también se le escapó que había otras cuestiones...

¿Cómo afectó todo esto a Chillida? ¿Sufrió una depresión?

Sí, hubo una consecuencia mala en Eduardo que viví con él. Ese año de la exposición tuvo muchas visitas de ecologistas a su casa, en San Sebastián. Él tenía la experiencia de haber ido con Tapiès y con un director de cine catalán, cuyo nombre no recuerdo, a la residencia de Picasso, a La Californie, en el Sur de Francia, con una carta de Miró. Y el artista no los recibió, dado que la persona que tenía las riendas, probablemente Jacqueline, no lo hizo posible. Contándolo a su manera, decía que nunca quería que le pasara lo de Picasso, es decir, él iba a recibir siempre a todo artista joven. Y claro, recibió a toda esa gente que apareció por su casa y a la que le explicó, o le intentaba explicar su proyecto de Tindaya... Luego, muchos de ellos, no te voy a decir todos, pero algunos utilizaron la foto que se hicieron con Eduardo para plasmar en los medios de comunicación lo contrario: 'Hemos estado en casa de Chillida y le hemos convencido de que no haga Tindaya'. Y eso si le afectó, porque era una persona muy sensible que tenía ese recuerdo del artista aislado al que no le dejan conocer a gente nueva. Él, en cambio, recibió a todo el mundo. Fue una especie de procesión.

¿Pensó hasta el final que iba a existir una salida?

Pienso que sí... Yo también lo creía. Al margen de la polémica que provoca todo proyecto nuevo en un espacio público. Ya dije lo que ocurrió con Elogio del horizonte, cuya inauguración coincidió también con una huelga. Claro, entiendes también que una gente que acaba de perder su trabajo y que ve una cosa de hormigón que ha costado equis dinero pues se moleste. Sin embargo, nadie duda hoy del valor de estas obras.

Uno de los caballos de batalla fueron los 200 podomorfos de la montaña.

La idea era totalmente respetuosa con estos vestigios. Si allí había un valor sacro o sacral para la gente del lugar, el proyecto iba a interiorizar más ese aspecto como sitio de recogimiento, donde entra la luz del Sol y de la Luna, y después ves el mar y el horizonte. Era una especie de capilla seglar.

¿Cómo llegó Tindaya hasta Chillida? Como ha explicado, había una situación previa y favorable de la explotación de la cantera, pero el escultor llevaba años a la búsqueda de una montaña.

Puedo decirle que llevaba varios años pensando en ello, y sobre todo cuando hicimos cosas en Alemania y Suiza, donde este tipo de intervenciones tienen más realización. Yo lo vi con la emoción de encontrarla, y como dije, es Fernández Ordóñez quien lo pone en la pista. Como ingeniero de Caminos tiene una empresa con la que había hecho muchos puentes, y por lo tanto conocía este mundo. A él le llega la idea de que esa cantera va a dejar de estar en funcionamiento por problemas ecológicos, de herida en la montaña, y entonces se le ocurre que se puede hacer el proyecto de Tindaya, porque permite que las canteras sigan funcionando pero sin erosionar la piel del lugar. Al contrario, yendo hacia el interior hay una vía económica y a la vez se está creando una escultura.

Pero temía que también la masificación.

Todo lo del parque temático viene después, una vez que arranca hay otra gente que ve los posibles negocios paralelos.

A raíz del centenario, he leído críticas suyas por lo poco que ha sido valorado Chillida en España.

De esto estoy convencido, Eduardo es uno de los grandes escultores del siglo XX, probablemente es el artista español junto a Picasso y Miró que está más representado en museos de todo el mundo, son datos objetivos. Yo organizo la primera retrospectiva de Eduardo en España en San Sebastián en el año 92, pero la primera en el mundo fue en el 66 en Houston. Su reconocimiento en este país lleva 25 años de retraso.

Y Tindaya no fue la mejor contribución, aunque se ha conformado como un paradigma de los conflictos a los que se enfrenta la creación cultural. ¿No lo cree así?

Me parece triste, es un gran proyecto que tenía todas las posibilidades de hacerse bien para todas las partes, pero en España tenemos esa cualidad de estropear por intereses mezquinos absolutamente todo.

En el mismo catálogo de la exposición, ya Chillida tira la toalla con una llamada al repliegue si no hay acuerdo.

Sí, había aparecido el primer punto de ataque al proyecto, aparte de los intereses económicos, que se me escapan... La primera pega que se pone son los podomorfos, y es ahí cuando Eduardo dice que no quiere hacer nada si hay un colectivo cultural que está en contra.

¿Y nunca se pudo llegar a un acuerdo?

Creo que ese asunto pasó a un segundo estadio cuando empezaron a aparecer las cuestiones más subterráneas.

Por decirlo de una manera elegante.

Después de la exposición, cuando Eduardo vuelve, hay un tipo en el avión que iba en el asiento de atrás y que saca una pancarta contra Tindaya. Ese personaje no era un ecologista, era un empleado municipal.