Entrevista | Leonardo Padura Escritor

Leonardo Padura: «Detesto a esos personajes que desde el poder se dedican a medrar»

Leonardo Padura (Cuba, 1955) es escritor, periodista, ensayista y guionista, conocido por sus novelas policiacas del detective Mario Conde. Cuenta con una variada obra, así como con más de una docena de premios, entre los que destacan El Premio Hammett (2006) por ‘La neblina de ayer’. El Premio Nacional de Literatura (2012) o el Premio Princesa de Asturias de las Letras (2015).

El escritor Leonardo Padura.

El escritor Leonardo Padura. / IVÁN JIMÉNEZ

Elizabeth López Caballero

Elizabeth López Caballero

El ecritor Leonardo Padura pone el broche a la novena edición del Festival Tenerife Noir hoy, a las 12.00 horas en el Palacio de Carta presentando su novela Personas decentes. Posteriormente, recibirá el Premio Negra y Criminal a su trayectoria.

¿Qué supone para un autor tan premiado como usted, este reconocimiento que le hace el Festival Tenerife Noir a toda su trayectoria?

Una satisfacción, por supuesto. Cualquier reconocimiento honorífico implica que un grupo de personas, una institución, reconoce tu trabajo y lo valora. Así que voy muy agradecido y regresaré de Tenerife con un borsalino de verdad.

Personas decentes (Tusquets Editores, 2022) ha demostrado que aún Mario Conde tiene cabos sueltos que atar…

Espero que lo siga haciendo por mucho tiempo. Conde es mi manera más recurrida de observar y reflejar la realidad cubana, la forma de hacer esa crónica cercana de mi tiempo vital y del de toda mi generación y cada una de sus investigaciones ha sido y, espero que, siga siendo una forma de sumergirme en ese mar profundo y a veces proceloso que es la realidad de mi país.

Después de una obra tan extensa, ¿dónde busca el reto para no defraudar al lector?

Justo lo has dicho: en el reto. Me desafío a mí mismo de intentar siempre hacer la mejor literatura que soy capaz de hacer en cada momento. Ese siempre ha sido mi principio y lo seguirá siendo. Además, creo que la literatura es una forma muy agradecida de poder entrar en los conflictos históricos, sociales o económicos desde la perspectiva de las personas, de los ciudadanos, y esa responsabilidad ciudadana me alienta a hacerlo y, cada vez, a hacerlo de la mejor manera posible.

Conde se mantiene fiel a su ética y a su moral durante cada una de las entregas, algo que solo puede pasar en la ficción. ¿No cree?

No, no creo. Todos evolucionamos a lo largo de la vida. O involucionamos. Y Conde refleja en muchos sentidos mi propia evolución. Física, por ejemplo, los cambios de la edad, la vejez. También mis percepciones de la realidad, que pueden ser más pesimistas, más desencantadas. Pero la esencia del personaje no ha cambiado porque creo que tampoco ha cambiado la mía. O al menos eso es lo que intento. Seguir siendo una persona decente y consecuente incluso en un mundo cada vez más indecente e intangible.

¿Qué hay de Pepe Carvallo, de Sam Spade o de Philip Marlowe en Mario Conde?

Mucho, porque todos nos alimentamos de nuestros maestros y esos personajes son icónicos para mí y para Conde. Como ellos, busca verdades, refleja realidades, opina sobre el mundo, pero, por supuesto, siempre en la clave de su pertenencia a una realidad tan peculiar como la cubana. Y por ser cubano quizás sea más irónico que cínico, más sensible que duro, más adicto al ron que al whisky.

El villano de sus obras no suele ser un pobre diablo al que la vida empujó a tomar malas decisiones, sino más bien embajadores, ministros… Quizá por eso suelen morir al principio de la novela. ¿Hay algo en ello de justicia poética?

Justicia poética e histórica. Detesto esos personajes que desde el poder se dedican a medrar, a aplastar a otros, a estafarnos con sus consignas, y convertirlos en villanos de mis novelas es mi pequeña venganza artística, ya que en la realidad no puedo hacer nada contra esos hijos de puta… que florecen no solo en Cuba, sino en todo el mundo y creo que cada vez más.

Sé qué pregunta no le gusta que le hagan y creo saber qué preguntas sí. ¿Qué libros, qué películas, qué música describen su personalidad o, incluso, influyen en su obra?

Oh, eso es una cuestión que necesitaría páginas y días para responder. Soy un consumidor adicto de cultura y en ella me suelo ver como ser humano, porque el arte, el verdadero, siempre es una mirada o reflexión sobre la condición humana. Por ejemplo, acabo de leer La luz perdida, una novela de una escritora georgiana que vive en Alemania, Nino Haratischwili, y el drama de sus personajes me tocó profundamente, porque habla de ellos y también habla de mí. O hace unos meses volví a ver la película Nos amábamos tanto, de Ettore Scola, y me conmovió esa historia de amistades y traiciones. Y así puedo seguir hasta el infinito… ¿en un junco?

¿Se escribe para la posteridad? ¿Cómo le gustaría ser recordado?

Yo escribo por necesidad. La posteridad es un signo de interrogación. ¿Sabes que Amazon ha limitado a tres libros por día los escritos con inteligencia artificial que un autor puede lanzar al mercado? ¡¡¡¡Tres por día!!! Mejor ni pensar en la posteridad.

¿Cree que el espacio narrativo, la isla, define la obra de Padura?

Por supuesto. La realidad geográfica de la insularidad afecta la percepción de toda la realidad, la formación de una cultura, las manifestaciones de una sensibilidad. Yo soy un isleño total y, como isleño, tengo esa necesidad visceral de asomarme al mundo y comprenderlo, romper esa condición de «la maldita circunstancia del agua por todas partes» de la que habló Virgilio Piñera. Yo soy yo y mi circunstancia, además. Y esa realidad cubana, insular, está presente en toda mi personalidad y, por supuesto, en mi creación literaria y cinematográfica. Pertenezco a la isla y, dentro de la isla a La Habana, dentro de la Habana al barrio de Mantilla y dentro del barrio a la casa donde nací y vivo. Allí estoy, con mi madre, mi mujer, mis libros y mis obsesiones… insulares.