Lucha Canaria

Juan Barbuzano: la despedida del ‘dios de la lucha’

La partida de Juan Barbuzano, icono del deporte vernáculo, vacía el corazón de todos los canarios

El luchador herreño Juan Barbuzano.

El luchador herreño Juan Barbuzano. / LP/DLP

Juan Barbuzano se ha instalado definitivamente en el Olimpo de los dioses, en donde tiene reservado un sitio para descansar para empezar a tratar de igual a igual y de tú a tú a todos ellos desde la posición de tener unos atributos al alcance de muy pocos. Ahí están su nobleza, la hidalguía, generosidad, el respeto, la inteligencia y el amor que siempre mostró, tanto en el ámbito deportivo como en el personal, precisamente, en donde marcó diferencias allí por donde pasó en el mundo terrenal.

Se fue Barbuzano, se ha ido el más grande entre los grandes, el dios de la lucha canaria, el que será siempre recordado por generaciones y generaciones, si no por ser visto en directo como luchador o mandador, por conocerlo ya como leyenda mayor de un deporte único que tiene grabada en su memoria y enchufado en vena la propia idiosincrasia del canario. La magnitud del isorano es tan grande que hasta tiene un museo que realzará su figura para la eternidad.

Todo eso era el herreño, y los que lo conocían o lo vieron con el pantalón de brega destacan que cualquier adjetivo para este hombre que llevó a los altares la lucha canaria se queda corto, muy corto. Con él como protagonista en un terrero iban hasta los ciegos y no es ninguna exageración por mucho que se pueda pensar que no es así.

Era una impronta, el enganche de toda una sociedad que veía en su talante la brega, nobleza e inteligencia, un fiel reflejo del sentimiento y personalidad de los isleños, rasgos fundamentales que nos distinguen sobre cualquier otra sociedad del Estado.

Barbuzano Martín, el Pollo de El Hierro, falleció durante las últimas horas de este jueves después de una enfermedad que se lo llevó poco a poco, dando el salto al Olimpo a una edad relativamente temprana, los 77 años, tiempo en los que dio una auténtica lección de vida en cualquier aspecto al que los amantes del deporte vernáculo se puedan referir.

Uno de ellos, el psicólogo, experto, comunicador, exluchador y defensor del mundo de las mañas en toda su extensión es Ismael Pérez, quién fuera capitán del Santa Cruz CL en su etapa de luchador y puntal C, porque el puntal A era otro grande entre los grandes, Melquiades Rodríguez. Esa capitanía la decidió el propio Juan Barbuzano Martín cuando en su etapa de mandador recaló en el histórico e irrepetible equipo chicharrero a mediados de los años 80 tras darle muchos quebraderos de cabeza cuando era rival, repitiendo en la década de los 90.

La definición de Isma deja claro quién era Juan: «Él era el dios de la lucha canaria. Marcó una época que difícilmente va a superar nadie y no porque era tumbador de hombres, que ha habido muchísimos y muy buenos en la historia de la brega, sino por ser el espectáculo en persona, la calidad de este deporte llevada a la quintaesencia. Técnicamente brillante en todos los sentidos», añade.

El Pollo de Isora o el hijo de Toribio, su padre, quien fue el que le inculcó el amor por el deporte canario como esencia, pasó a ser un extraordinario y soberbio Pollo de El Hierro y el luchador más emblemático de la lucha canaria «en todos los confines del Universo», hombre que compitió en diferentes modalidades deportivas, siendo campeón del Mundo de Luchas Autóctonas o subcampeón mundial de lucha sambo y campeón en España, al margen de campeón nacional de lucha grecorromana y judoka. Un monstruo de la lucha, no solo de la canaria, sino del mundo entero.

Un deportista único

«Se le puede catalogar como alguien sencillamente único, el hombre que tumbaba a once contrarios y lo hacía a todos con una maña diferente. Eso lo ha llevado a ser considerado como el mejor luchador de todos los tiempos», explica el propio Ismael, afirmación refrendada por figuras del deporte vernáculo. Se le añade, además, «su impronta en los desafíos, cuando no se hacían por dinero, sino por saber quién era mejor que quién. Nunca perdió un desafío importante y al igual que tumbaba te daba la mano en señal de respeto y consideración. Ese era Juan Barbuzano», recuerda.

Pérez también tiene palabras sobre la figura del bregador a nivel personal, destacando que fue «como un padre», poniendo en valor que cuando mandaba en las filas del Santa Cruz CL, «me nombró capitán. Aprendí muchísimo como luchador y como persona, porque era una gran persona... educado, correcto y que jamás tuvo un mal gesto con nadie. Era la nobleza personificada. Era una roca humana y muy inteligente», relata.

Todos coinciden en que Juan Barbuzano era un estudioso de la lucha canaria que analizaba a su rival o rivales, sus virtudes, sus defectos y sus estrategias en dos épocas distintas, como luchador y como mandador, tal y como se vivió y disfrutó con la eclosión del deporte una vez que empezó a ser retransmitido por televisión todas las semanas. Con la entrada de la lucha en las casas, las Islas fueron testigos de su sapiencia en el banquillo.

Juan Barbuzano.

Juan Barbuzano.

Desde esta posición de mandador tuvo bajo a sus órdenes a otro grande, el renombrado y nunca olvidado Melquiades Rodríguez, que ya era puntal antes de estar en sus manos, pero al que el herreño supo inculcar el análisis del rival, el estudio de cómo, tras caer, recomponerse mentalmente para tumbar a ese rival como si de una obsesión se tratara... y siempre daba con la fórmula, recuerdan, tanto cuando se batía, como desde el banco.

El jurista, magistrado, juez, político y también exluchador Eligio Hernández explica que «para El Hierro y la lucha canaria, Juan Barbuzano es un símbolo histórico inigualable. He escrito que es el luchador técnicamente más completo que han conocido los terreros en toda su historia. Es el símbolo, también, de la caballerosidad en el terrero y del señorío. Un gran señor que se nos ha ido».

Hijo de gato, caza ratones, y como tal, recuerda que su padre, Eligio Hernández, Yiyo, «uno de los iconos del arte puro de las mañas herreñas», le avalaba la constancia de la grandeza de un luchador como Barbuzano, que ha encarnado «como nadie las virtudes y los valores de nobleza ancestral de la lucha canaria y el pueblo canario», llegó a decir, palabras que ha plasmado en un artículo nacido desde el corazón de un amante de la brega.

Pésames y reconocimientos

A lo largo del día de ayer se sucedieron multitud de declaraciones recordando la figura del puntal, entre ellos, el presidente del Cabildo de El Hierro, Alpidio Armas, quién destacó que «Juan Barbuzano marca la propia personalidad de toda una isla, sus éxitos deportivos dentro y fuera de El Hierro, siempre fueron considerados como regalos al corazón de los herreños».

De esta manera, «marcó un antes y un después en la concepción de la lucha canaria como deporte vernáculo, como arte y como exponente de identidad cultural, El Hierro siempre será la Isla de Barbuzano», añade.

Figuras del ámbito deportivo, clubes, de federaciones, del mundo de la cultura o de la política, todos, reconocieron la personalidad excepcional y única de Juan, símbolo del carácter y la nobleza canaria y reivindicativa que bien supieron plasmar Los Sabandeños con su Himno a la Lucha Canaria, desafiando a la desunión y poniendo en valor a la lucha del canario en el contexto complicado del postfranquismo.

Los históricos sabandeños, con sus mensajes, dejaban claras las fortalezas de una raza, la isleña, inquebrantable ante presiones externas, haciendo mención, incluso, al buen luchador con una frase con fuerza que denota un sentimiento: «Ay Barbuzano, nunca te gano».

Él sí se ha ganado el cielo, el cielo de los luchadores, su hueco por derecho propio en el Olimpo de los dioses.

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Juan Barbuzano, el hijo de Toribio, nació en Isora, El Hierro, el 16 de mayo de 1945 y ya con 14 años dio muestras de su potencial en el CL Ferinto, desde donde sus dotes deportivas empezaban a resaltar. Con tan solo 16 primaveras se fue a la Isla Bonita para defender los colores del CL Benaohare. Allí dio el salto de adolescente a hombre y con posterioridad se fue a Tenerife engrosando la camisa verdiblanca del CL Victoria, lugar en donde fue imbatible y forjó su leyenda, además de dar a España su cuota internacional al ser campeón del mundo de luchas autóctonas, subcampeón mundial y campeón de Europa de lucha sambo; campeón de España, entre otros muchos. Tras su retirada en 1980, El Pollo de El Hierro sentó cátedra durante varias temporadas en el Santa Cruz CL, en donde como mandador tuvo entre sus pupilos a otro grande de la lucha canaria, Melquiades Rodríguez. Es Hijo Predilecto de El Hierro y le fue concedida la Medalla de Plata al Mérito Deportivo, distinción de ámbito nacional.

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