La Provincia - Diario de Las Palmas

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ciencia, arte y surrealismo La botadura de una pieza de forma ovoide provocó un alboroto en La Palma. En 1970 nadie quiso perderse aquel extraño experimento.

El huevo explorador

Un artista suizo lanzó al mar un huevo de unos tres metros desde Tazacorte para emular la travesía de Colón. Seis meses después es localizado cerca de Trinidad

A las tres de la tarde, todo estaba listo para que un inmenso huevo blanco de unos tres metros de largo y dos de alto se hiciera a la mar desde el puerto palmero de Tazacorte. El artista suizo Herbert Distel había elegido a Canarias como el lugar ideal para llevar a cabo su extraño experimento. El objetivo de aquella travesía inaudita, una mezcla de arte, ciencia y altas dosis de surrealismo era que el huevo flotante cruzará el Atlántico con la ayuda de los vientos y las corrientes marinas. El proyecto, al que bautizó como Canaris, perseguía sencillamente emular la gesta de Cristóbal Colón.

La parlamentaria María Victoria Hernández recuerda esos días como de gran alboroto: "El puerto estaba lleno de gente, y además, aquello del huevo gigante se vendió como un experimento científico". En el verano de 1970 nadie quiso perderse aquel acontecimiento. Todo aquel engranaje resultaba extraordinario, desde la llegada de aquella escultura de enormes proporciones, a la presencia de aquellos personajes tan singulares. A la botadura de aquel artilugio, con forma ovoide, y hecha de poliéster, no sólo acudió su creador, sino otros muchos colaboradores y patrocinadores de la aventura. El productor de cine Hans-Peter Walker se hizo cargo de la gestión general. También fue el responsable de convencer a importantes inversores como el Volksbank de Suiza, y la marca de relojes Certina que puso tecnología dentro del huevo, una emisora que transmitía la posición y velocidad del viento, para que pudiera hacerse un seguimiento de esta escultura flotante desde Hamburgo. Por fuera del huevo sólo se veía un pequeño agujero negro, lo que permitía grabar a una pequeña cámara que también se encontraba en su interior. La idea de Distel era hacer un documental contando las peripecias de esta pieza en forma ovoide a lo largo del tiempo que durara su singular viaje por el Atlántico.

El huevo de Colón

Los periódicos de la época acogieron aquella aventura con cierta jocosidad. En el Eco de Canarias, el colaborador gráfico Sánchez Brito publicó una serie de chistes en el que comparaba el huevo de tres metros del artista suizo con el 'auténtico' huevo de Colón.

En otros artículos, como el que firma Domingo Acosta se habla del 'huevo navegante', que en su insólita travesía llegó a perder "la cámara de cine y los aparatos de alta precisión de los que estaba dotado".

El cronista oficial de Tazacorte, Talio Noda, que en aquel verano de 1970 se encontraba residiendo en Gran Canaria, recibía información de sus amigos palmeros "hablando sobre esa botadura, todos lo recuerdan como una anécdota divertida, que provocó gran revuelo". Fue necesario contratar los servicios de un camión que trasportó el huevo hasta el puerto de Tazacorte, después una grúa lo izó en alto y, con sumo cuidado, lo depositaron sobre el agua.

A primera hora de aquella tarde de junio, el huevo blanco de tres metros es lanzado al mar. Desde un barco, el artista suizo Herbert Distel sigue el rastro de su criatura. Los vientos son propicios y el artilugio desaparece en el horizonte. Desde el muelle de Tazacorte la gente no daba crédito a lo que acaban de ver. Toda la parafernalia que supuso lanzar aquel huevo gigante a las aguas del Atlántico fue inolvidable. El suceso, o la ocurrencia de un artista singular, formó parte de las conversaciones de los palmeros durante varias semanas. Así hasta que meses después, la travesía de aquella escultura flotante volvió a ocupar las primeras páginas de los diarios internacionales. El proyecto Canaris recobraba toda su notoriedad.

SOS a Cuba

Una inesperada tormenta complica el viaje del huevo navegante. La escultura no da señales de vida, y los promotores del proyecto temen lo peor. Desde Hamburgo, donde se sigue las coordenadas que emite la emisora que lleva dentro, indican que se puede encontrar cerca de Cuba. En los años setenta la relación entre Estados Unidos y la isla no eran precisamente las más amigables. Distel recurre a la embajada de Suiza en Washington para que interceda ante Fidel Castro y pueda ayudar a la búsqueda del extraño viajero.

Algunos medios llegan a sostener que la presencia de ese huevo en aguas cubanas podría malinterpretarse. El artilugio lleva en su interior una cámara y otros sistemas de localización. El Gobierno del comandante podría llegar a pensar que trataría de una especie de sofisticado sistema de espionaje.

En una entrevista, que años más tarde Herbert Distel concede a un diario suizo, explica que después de haber solicitado la colaboración de las autoridades de Cuba, en octubre de 1970, "recibimos un telegrama de las autoridades cubanas, desde las altas esferas de Castro, a través de la Embajada en Washington, nos informan que sobre ese área en particular, situado al norte de la isla, se había sobrevolado con tres helicópteros, y como único comentario se especifica: "sin huevo"". Al final, los cubanos también llegan a sentir afinidad y, sobre todo, parece que la aventura de ese inmenso objeto flotante les hizo mucha gracia.

Con aquel telegrama daba la impresión que el proyecto Canaris había llegado a su fin, hasta que en noviembre, una gran foto del huevo blanco aparece en el diario Sunday Times. Un buque holandés que navegaba por esas aguas rumbo al sur de Estados Unidos había visto la escultura flotante. Con las nuevas coordenadas se envía el mensaje a Hamburgo y al final, el 6 de diciembre se localiza al huevo cerca de la isla de Trinidad.

Herbert Distel y su equipo no se lo creen, están pletóricos. El proyecto finalizaba con éxito, el huevo navegante había cruzado el Atlántico como habían hecho las carabelas de Cristóbal Colón.

A pesar de haber sido localizado, la obra de Distel no puede ser interceptada. Una nueva tormenta termina por estrellar el huevo contra las rocas y la escultura queda muy deteriorada.

La aventura de este artilugio en forma ovoide sí tuvo una gran repercusión a nivel mundial. La travesía inaudita de este huevo recorrió el mundo. Salió en portadas de todos los medios. Para Distel y sus colaboradores se trató de un gran éxito. Por eso, en homenaje a este huevo blanco de tres metros y también al lugar del que había partido, el puerto de Tazacorte en las islas Canarias, el artista suizo hizo otro huevo. Una pieza de 22 toneladas que permaneció tendida sobre la carretera que lleva hasta Basilea. Tal y como relató Herbert Distel, durante tres décadas esta obra, que llamó Canaris, "permaneció en esta zona, millones de personas han pasado en coche junto a ella, pero relativamente pocos han sido conscientes de su importancia. En el 2003, el monumento fue trasladado al jardín de Daniel Spoerri en la Toscana.

Y así de una manera tan curiosa, Canarias contribuyó a formar parte de una de las travesías más surrealistas que se recuerdan. Los que asistieron a aquella despedida en el puerto de Tazacorte siguen sin poder olvidar la marcha sinuosa de aquel huevo blanco de tres metros que se perdió por el horizonte.

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