música

Macnamara reniega de la Movida

Se cumplen 40 años de ‘Cómo está el servicio... de señoras’, su disco con Pedro Almodóvar, el buque insignia del manido movimiento contracultural de la Transición [] «Ojalá borrarlo todo», exclama el artista madrileño

Fabio, en su estudio madrileño. | ALBA VIGARAY

Fabio, en su estudio madrileño. | ALBA VIGARAY / david lópez-frías

David López-Frías

Fabio de Miguel siempre pintó. Quizás usted lo recuerde con otro nombre (Fabio McNamara) y en otras facetas, como haber sido una de las estrellas de la Movida madrileña, un psiconauta radical que se lo metió todo en los 80 y un actor fijo en las primeras películas de Pedro Almodóvar. También fue su compañero musical en el primer y único disco que publicó el director manchego. El álbum, titulado Cómo está el servicio… de señoras, fue el buque insignia de la tan manida Movida madrileña. Un LP que ahora cumple 40 años. Es el motivo por el que Fabio nos recibe en su casa a las afueras de Madrid. De todo eso se ha quitado ya. No hace películas, no sale, no se droga y no graba discos desde hace mucho. Fabio ahora sólo pinta, organiza exposiciones y va a misa.

«Yo empecé pintando galaxias y nebulosas en tablas que encontraba por la calle y en óleos que robaba en Galerías Preciados», nos cuenta. Eran tiempos en los que De Miguel (Ciudad Pegaso-Madrid, 1957), el hijo rarito de un pelotari y una secretaria de la Pegaso, era mecánico en la fábrica de camiones. Él ya tenía claro entonces que quería ser artista. Lo consiguió. En la noche madrileña conoció a otros artistas raritos como él y se unió a sus locuras. Sin formación escénica, pero con un carisma infinito, Fabio se convirtió en el actor, el cantante y el compañero de farras de moda. En una de esas se cruzó con Andy Warhol, que andaba de fiesta por Madrid y le soltó: «You are a star». El genio inclinándose ante Fabio, que ya había adoptado el alias de McNamara. Un alias «que me puse porque lo vi en una película, no tiene más historia». Ahora le da pereza recordar todo aquello: «Me hablas de la Movida y es como si me hablases de la gripe española de 1918. Es algo ya pasado. Y yo ya estoy hasta el coño de McNamara y de hablar de lo que me metía y todo eso. No he sacado nada en claro de aquella época. Ojalá borrarlo todo de un plumazo», revela hastiado.

«Todos están bajo tierra»

Su faceta como pintor le permitió conocer a Costus, cuya casa era lo más parecido a la Factory neoyorquina en la que se reunían Andy Warhol, David Bowie o Lou Reed. La Casa Costus se convirtió en el epicentro del incipiente movimiento contracultural madrileño. Fabio enseguida se ganó a la concurrencia. «Nos juntábamos a beber, fumar, drogarnos, ver películas y pasárnoslo bien. Tino Casal, Carlos Berlanga, las Costus, etc. Todos están ya bajo tierra», apunta con tristeza.

Sobre su relación con Almodóvar cuenta: «Lo conocí en el bar La Bobia porque venía buscando extras para su película». Ese encuentro se convirtió enseguida en flechazo. «Vale, te voy a contar lo que yo recuerdo de la grabación del disco: no me acuerdo de nada porque estaba demasiado drogado», nos confiesa Fabio ante la atenta mirada de Jesús, su pareja desde hace 25 años. Hemos contactado con Almodóvar, pero ha declinado atendernos. Pedro no quiere hablar y Fabio dice que no se acuerda: «Ya expliqué todas las anécdotas en un libro que publicó Mario Vaquerizo y se titula Fabiología» y también ha servido de fuente de documentación para esta pieza.

Aunque los protagonistas tengan amnesia selectiva sobre este tema, el disco existió y fue un bombazo en su época. El origen fue la segunda película de Almodóvar, Laberinto de pasiones. Para la banda sonora, Almodóvar compuso, con la ayuda de Fabio, un par de canciones transgresoras. Una se titulaba Gran ganga y la otra Suck It to Me. Pero ese dúo jamás se hubiese conformado si no hubiera sido por una casualidad. Iban a rodar la escena de Suck It to Me en la que iba a actuar McNamara acompañado del artista Pedro Ayestarán, conocido como Popocho (integrante de la Orquesta Mondragón). Pero Popocho nunca se presentó. Según cuenta Fabio, porque Javier Gurruchaga se lo prohibió. Entonces fue el propio Pedro el que decidió sustituirle él mismo, vestido de Guardia Civil. Ambos grabaron la escena, salió bien y ahí surgió el dúo musical, que en un principio se iba a llamar Black Kiss Dolls, pero finalmente pasó a la posteridad como Almodóvar y McNamara.

Asegura Fabio: «Lo hacíamos todo por la risa, de broma, sin pretensiones. Sin pensar en el mercado», y ahí empezaron a conformar el repertorio que después integró aquel primer y único disco del dúo. «Yo todo esto lo sigo viendo como una broma. La película Laberinto de pasiones se estrenó en 1982. El disco, Cómo está el servicio... de señoras, en 1983. «De lo que sí me acuerdo de aquella grabación es que nunca faltó un gramo de cocaína», apunta Fabio. Tras la publicación, actuaron por toda España.

Sus actuaciones eran surrealismo puro. Las letras hicieron que más de uno se echase las manos a la cabeza. «Era todo un desfase y la gente se volvía loca», apunta Fabio, que reconoce que «del 75 al 83 fueron mis años de vacas gordas. Luego vinieron 7 años de vacas yonkis». El problema de Fabio, como el de muchos de los integrantes de aquel movimiento, fueron las drogas duras. Eran tiempos de chinos de cocaína y chutes de heroína. La Movida se ha mitificado en torno a la creatividad de sus protagonistas. Pero, a efectos prácticos, aquellos chavales fueron cobayas de una nueva etapa.

El desencuentro entre Almodóvar y McNamara empieza, según Fabio, en un concierto que dieron en la discoteca Leather de Madrid en verano de 1983: «No se me ocurrió otra cosa que tomarme dos rohypnoles que me dieron y mezclarlos con alcohol. Esa droga hace que se te olvide todo. Y así de colocado cogí un taxi para ir al sitio», pero no me acordaba de dónde tenía que ir, así que al final le dije «lléveme... a casa». Fabio dejó tirado a Pedro en aquel concierto y cree que ese fue el punto de inflexión para que la relación se fuese enfriando.

Los caminos se fueron separando. Pedro se convirtió en el director de cine español más universal, mientras que Fabio encadenó varias rehabilitaciones y recaídas que casi dan con sus huesos en el otro barrio. A Fabio le salvó la religión. Dejó las drogas y va a misa diaria. Pero, sobre todo, sigue pintando. Pide para sí mismo «el Premio Príncipe de Asturias a la perseverancia, porque todos mis amigos murieron y yo soy el único superviviente». Tras decirlo, silencio, mirada al frente y una dura sentencia: «Soy un superviviente, pero ya estoy cansado de serlo».

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