Entrevista | Juan Tranche Escritor

Juan Tranche: «Las gladiadoras empezaron como fascinación sexual»

El escritor viaja a tiempos del emperador Adriano para recrear el papel de la mujer en esa antigua civilización y ofrecer una historia con tintes de thriller, novela romántica e histórica en su obra Gladiadoras

Juan Tranche.

Juan Tranche. / Carlos Ruiz

Ana Rodríguez

El autor, estudioso de la antigua Roma, recrea en su última novela el papel de la mujer en esa civilización y su lucha por conseguir derechos, tanto en la arena de los anfiteatros como en la sociedad. Compagina su trabajo en el sector editorial con el estudio de la antigua Roma y las conferencias para hablar de su gran pasión: el mundo de los gladiadores. Juan Tranche (Madrid, 1979) publicó en 2021 su primera novela, Spiculus, sobre dos gladiadores enfrentados a muerte en la Roma de Nerón. Ahora viaja a tiempos del emperador Adriano para recrear el papel de la mujer en esa antigua civilización y ofrecer una historia con tintes de thriller, novela romántica e histórica en su obra Gladiadoras, publicada por la editorial Planeta.

El proceso de documentación para escribir esta novela le llevó tres años, ¿que aspectos quería investigar?

Tenía mucha base documental del mundo de los gladiadores de la antigua Roma y no hay ninguna referencia que nos impida pensar que las gladiadoras no vivieron en las mismas condiciones que ellos. Quería profundizar en dos aspectos: cómo era la situación de la mujer, las diferencias que había entre la femina, la mujer libre de clase social alta, y la mullier, de clase baja; y sobre la relación entre el emperador Adriano, su amante Antinoo y la emperatriz Vibia Sabina.

La existencia de gladiadores varones es conocida, pero no tanto la de mujeres. ¿Estaba extendida esta práctica entre la población femenina?

Si atendemos a las citas que nos han llegado de ellas, la presencia era muy escasa y además era un bien para hacer una ostentación de la riqueza de quien organizaba los juegos. La primera referencia llega doscientos años después de la primera alusión a los gladiadores hombres, pero sabemos que es a partir del reinado de Nerón, en torno al año 55, cuando la presencia de gladiadoras empieza a ser un poco más habitual. Comenzaron como una fascinación sexual y muchas veces las ponían de relleno. Tenemos una cita en la que Domitino refiere una lucha de enanos y mujeres. La prueba más irrefutable es un relieve de Halicarnaso, donde sitúo mi novela, del siglo II, que recrea una lucha entre gladiadoras a las que se nombra. Debió de ser un combate fantástico para que lo plasmaran en piedra. En el año 200 Septimio Severo las prohíbe definitivamente por un enfrentamiento muy feroz.

¿Las virtudes que se valoraba en ellas eran las mismas que en los hombres o había un componente más sexual?

La primera cita que tenemos sobre las gladiadoras nos dice que a veces los grandes señores de Roma en su funeral ordenaban que las mujeres más bellas de su pertenencia lucharan entre ellas, no les importaban que fueran las más fuertes y aguerridas, sino las más hermosas. También se han encontrado en Francia lucernas con hombres practicando sexo con mujeres vestidas de gladiadoras, lo que es claramente una fantasía sexual, aunque de ahí a la arena no creo que hubiera mucha diferencia. Se cree también que, al principio, las mujeres combatían con el pecho descubierto, como un clara evocación sexual.

¿Cómo accedían a esta ocupación?

Al igual que los hombres, o eran esclavas las que se les obligaba a luchar en la arena, o eran mujeres libres que deseaban convertirse en gladiadoras para escapar de un matrimonio no deseado o de otra convención. En al año 11 se prohíbe a todas las mujeres menores de veinte años salir a combatir y en el año 19 esta prohibición se amplía a hijas, nietas y biznietas de senadores. A los romanos no les molestaba que luchara una mullier, pero sí que una buena matrona hiciera cosas destinadas a los hombres.

¿Qué libertades tenía la mujer en Roma y cómo fue evolucionando?

Su papel era el de traer hijos al mundo, estar en casa, organizar las tareas del hogar e incluso tejer las túnicas de sus esposos, por ejemplo, a Augusto su mujer le tejía sus túnicas porque era un gran defensor de las tradiciones romanas. A partir de la época de Adriano empiezan a tener algo más, no de derechos, sino una especie de privilegios, como elegir al marido o que toda la herencia no pasara al páter de familia. Pudieron avanzar poco a poco, obviamente tuvo que haber una semilla que hiciera germinar esos progresos, y eso es lo que he querido contar un poco en la novela. Y por el contrario, también he querido narrar la vida de las queno tenían esa suerte —las esclavas, las prostitutas—, las que formaban esa cara de Roma diferentea la imperial, esa Roma de noche donde los peligros, especialmente hacia a las mujeres, eran muchísimos.

Conocemos por el cine y la literatura la existencia de prostitutas de lujo en las casas de los romanos poderosos. ¿Esa imagen se corresponde con la realidad?

Había prostitutas de diferentes tipos. En el escalafón más alto estaban las heteras, aquellas muy instruidas no solo en la parte sexual sino también en la intelectual. Se cuenta de la emperatriz Mesalina, aunque probablemente sea una teoría, que se prostituía, por tanto la prostitución estaba a la orden del día. Las prostitutas de calle era las llamadas fornices —de donde proviene el verbo fornicar—, se dedicaban a captar clientes en las arcadas de los anfiteatros, eran mujeres que no tenían otro modo de ganarse la vida, son esas olvidadas de la antigua Roma que eran de clase y condición social menor que las que más se han dado a conocer.

¿Estaba tolerada y regulada de algún modo esta práctica?

No había ningún tipo de prohibición, de hecho las prostitutas tenían que llevar una especie de peluca de color naranja o azul para que se las reconociera, en la suela de los zapatos debían llevar la palabra ‘sígueme’, y tenían que pagar una especie de tasa por cada encuentro. No estaba mal visto, siempre que no se hiciese en casa: el romano que quería echarse una canita al aire y utilizar este servicio no era visto con malos ojos. Lo que ocurre es que por la noche buscaban el calor de sus brazos y por el día las repudiaban, no dejaban de ser infames. Gladiadores, prostitutas y, en general, toda persona que sacara un beneficio lucrativo por su cuerpo era considerado de la más baja clase social.

En su novela también trata sobre la relación entre el emperador Adriano y su amante, Antinoo. ¿Estaba bien vista la homosexualidad?

Sobre esto hay mucho debate aún hoy en día. Siempre se ha dicho que la homosexualidad en Roma era una cuestión de clase social, que los de clase alta podían practicarla y tener un papel sexual más activo y el que estaba por debajo, más pasivo. Un ejemplo de que estaba en cierto modo tolerada es que a los gladiadores homosexuales, los llamados tunicati, se les ponía una túnica, una especie de letra escarlata que los diferenciaba de los heterosexuales. A Adriano, por su afición por los viajes y su gusto por todo lo griego, le llamaban el helenito, pero no se le juzgó por tener una relación con un hombre.

¿Cómo fue esta relación?

Adriano se enamoró perdidamente de Antinoo y a su muerte se volvió completamente loco, hasta el punto de que al sitio donde falleció lo llamó Antinópolis; se hacía pasear con las mejores estatuas o las que más se parecían a él, y creó un culto hacia su figura. Le daba igual lo que el Imperio pudiera pensar, estaba desolado ante la muerte del gran amor de su vida.

¿Y cómo lo llevaba la emperatriz Vibia Sabina?

Casi nunca se habló de cómo lo había vivido la emperatriz. Hay diferentes teorías que nos dicen cómo lo pudo afrontar. Yo me he hecho eco de la más interesante para la novela: tenía una depresión tremenda, estuvo carente toda su vida de amor, se enamora perdidamente de Suetonio, el gran historiador, y cuando Adriano se entera, aunque no pasó nada entre ambos, expulsa a Suetonio. Sabemos una frase de Vibia Sabina que nos ha llegado, que decía que tener un hijo de Adriano dañaría la raza humana, o sea que realmente no se debían de tener una estima muy grande.

En la novela recrea una trama de abusos y agresiones sexuales a mujeres que podría recordar a lo que vemos en las noticias actualmente.

La historia es cíclica, muchas de las preocupaciones que tenían en la antigua Roma las tenemos hoy en día. He querido comparar cómo respondían los romanos a hechos que vemos en la actualidad, como las salvajadas que están cometiendo grupos de jóvenes con mujeres. Si hay alguna sociedad a la que nos parecemos es a la antigua Roma, y a lo mejor tenemos que aprender algo de cómo condenaban ellos a los agresores cuando eran descubiertos. Si la antigua Roma no hubiese caído, hoy en día seríamos una sociedad mejor, no me cabe la menor duda.

¿Es cierto que su pasión por Roma se inició al leer un libro y ver una película?

Fíjate que estudié Administración y Dirección de Empresas, pero de adolescente leí el libro Julio César, el hombre que pudo reinar, de Juan Eslava Galán, y ahí fue cuando quise empezar a investigar más sobre Roma. Luego, a raíz de la película Gladiator, me empiezo a entusiasmar y a consultar todo lo que pudiera haber sobre el mundo de los gladiadores. No sabe de dónde le puede llegar a uno la vocación o lo que los japoneses llaman el ikigai, aquello que nos mueve, yo lo he encontrado leyendo y viendo cine.

¿Trabajar en el sector editorial le sitúa en un puesto de ventaja para crear una novela de éxito?

Trabajo en el sector editorial pero en libros de texto. Siempre he considerado que soy un buen lector. Siempre me ha gustado hablar con muchos compañeros escritores, ver por dónde van los tiros, y es cierto que a los lectores hoy en día les gustan las novelas muy trepidantes, las que te enganchan desde la primera página, con capítulos cortos donde siempre pase algo, y mezclar diferentes géneros; todo eso he intentado dárselo a la novela para que pueda gustar a todos los públicos: a los lectores de thriller, novela histórica y novela romántica.

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