El pergamino de Clío

La Pequeña Edad de Hielo

‘Jugadores de golf en el hielo’ (Hendrick Avercamp).

‘Jugadores de golf en el hielo’ (Hendrick Avercamp). / La Provincia

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

Se conoce como Pequeña Edad de Hielo al intervalo que comprende desde el final de la Edad Media hasta casi finales del siglo XIX en el que la Tierra sufrió un prolongado período de enfriamiento. Tal fue el cambio que sufrió el clima que algunos pueblos alpinos desaparecieron por la llegada de los glaciares, incluso los londinenses pudieron patinar sobre el hielo del Támesis.

Las condiciones de vida cambiaron tanto que los habitantes de Chamonix, una pequeña localidad de los Alpes, tuvieron que encomendarse a dios en 1642 por miedo a que el glaciar cambiara el curso del río, perdiendo así numerosas tierras de cultivo y caseríos.

El origen de esta largo y abrupta etapa de frío extremo es aún un misterio, pero algunos estudios han podido presentar algunas respuestas con bastante sentido. Según un estudio de la Universidad de Colorado Boulder, la bajada drástica de las temperaturas se debió a unas enormes erupciones volcánicas en el trópico que fueron desencadenando efectos sobre el clima. Según esta misma investigación, la Pequeña Edad de Hielo tuvo sus inicios entre 1275 y 1300, justo después de la aparición de estas erupciones volcánicas extremas en el trópico.

Entre los siglos IX y XIII Europa había disfrutado de un clima estable caracterizado por veranos cálidos y secos que propiciaba una buena agricultura. Sin embargo, en el siglo XVI los habitantes de Europa comenzaron a ver cómo se anegaban sus tierras por fuertes lluvias.

El término «pequeña» no se corresponde con la realidad, ya que se empezaron a sentir los cambios en el clima desde 1314 hasta 1850. Los europeos tuvieron que sufrir durante generaciones precipitaciones torrenciales, veranos secos e inviernos durísimos.

Algunos testimonios dan muestra de lo dura que fue la vida a consecuencia del clima. El párroco de Stendal, localidad prusiana junto al Elba, creyó que el fin del mundo se acercaba y advirtió que: «La luz del Sol no es constante, ni el invierno ni el verano son estables. Los frutos de la tierra no maduran como antaño. La fertilidad del mundo disminuye; los campos están agotados; los precios de los alimentos suben y se extiende el hambre».

Por su parte, el monje Wouter Jacobszoon de Holanda dejó constancia en 1572 de que «Dios nos ha abandonado», y relató en sus diarios el desastre producido por el clima. Tan importante fue la religión durante este largo periodo de crisis que actualmente se piensa que muchas de las personas condenadas por brujería pudieron ser acusadas por el mal estado de los cultivos y de la salud del ganado que, en realidad, eran culpa del clima.

Lo que sí consiguió la Pequeña Edad de Hielo fue demostrar la resiliencia del ser humano que consiguió sobrevivir y adaptarse al frío extremo. Gracias a este padecimiento se extendieron entre los siglos XVII y XVIII innovaciones agrícolas que fueron beneficiosas para los siglos posteriores como el abandono del barbecho y el comienzo de la rotación de cultivos en la que se incluyeron plantas industriales que ayudaron a nutrir los suelos y a alimentar el ganado de manera más eficiente.

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