Tejido productivo | La paradoja de la economía regional

Canarias, más pobre e improductiva que en 2019 pese al récord de empleo

La Comunidad Autónoma genera menos riqueza que antes de la crisis con 50.000 trabajadores más | La renta per cápita sigue alejándose de la media nacional

El aumento del número de parados y la destrucción de puestos de trabajo que se produjeron en enero no empañan los extraordinarios datos de empleo registrados en Canarias en 2022. El Archipiélago despidió el pasado ejercicio con una media anual de 952.200 ocupados, la cifra más alta de la historia. En 2019, el último año antes de la doble crisis de la covid y la inflación, eran 905.900. De modo que en 2022 trabajaron en las Islas, de media, hasta 46.300 personas más que en el último ejercicio precrisis. Un histórico incremento –hasta cierto punto inesperado por su magnitud– en el que subyace la revitalización pospandemia del negocio turístico, que ya incluso factura más que en 2019. Más ingresos en el principal sector de la economía regional y más, muchos más, ocupados. Y, sin embargo, Canarias dio carpetazo a 2022 sin recuperar el nivel de producción de antes de la irrupción del coronavirus. Es más, Canarias dio carpetazo a 2022 más pobre que en 2019 y, en consecuencia, incapaz de corregir la que acaso sea la más preocupante deriva de su economía: la renta per cápita de los isleños continúa alejándose de la media nacional, un proceso de empobrecimiento relativo que persiste desde hace más de dos décadas. Así que no: el Archipiélago aún no ha dejado la crisis atrás.

El Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunidad Autónoma llegó en 2019 a, exactamente, 47.182,6 millones de euros. El PIB no es más que la suma del valor de todos los bienes –casas, vehículos, ropa, alimentos...– y servicios –sanidad, telecomunicaciones, alojamiento, restauración...– producidos por un país o región, en este caso las Islas, durante un período de tiempo, en este caso 2019. Si se tiene en cuenta que el motor de la economía canaria son los servicios, y más en concreto el turismo, no extraña que el PIB se redujera en 2020 a unos exiguos 38.604,7 millones. No en vano, 2020 fue el año I de la covid, cuando se cerraron las fronteras en Europa y se restringió la movilidad de sus ciudadanos para contener el avance del virus. Sin turistas durante la mayor parte del año, el PIB autonómico cayó más de un 18%. Y si esta caída fue una consecuencia lógica de la pandemia, no menos lógico fue el repunte que el PIB experimentó en 2021. La situación sanitaria mejoró y las medidas anticovid se flexibilizaron en lo posible. En definitiva, hubo más turistas, con lo que la producción de bienes y servicios alcanzó los 42.656 millones de euros. Una notable subida respecto de la depresión de 2020 pero aún por debajo de las cifras precrisis. Llegó entonces 2022, el año que sobre el papel debía de ser el de la vuelta a la senda del crecimiento. Y se creció, sí, pero no lo suficiente para recuperar el PIB de 2019, es decir, no lo suficiente para sanar la herida del coronavirus.

El empobrecimiento relativo de las Islas no es una cuestión demográfica sino económica

El Instituto Nacional de Estadística aún no ha publicado los datos de la Contabilidad Regional de España correspondientes al pasado ejercicio. Pero no es necesario esperar a que el INE dé a conocer el PIB exacto de Canarias en 2022 para saber que este quedó por debajo de aquellos 47.182,6 millones de 2019. La Consejería de Economía del Gobierno regional calcula que el PIB creció el año pasado entre un 3,9 y un 8,8%. Por lo tanto, la producción ascendería en el mejor de los casos a 46.410 millones de euros, unos 773 millones menos que en aquel último ejercicio prepandemia. Esto si se toman como referencia las previsiones del Ejecutivo dirigido por Ángel Víctor Torres, que, claro, no son las únicas. Más comedidas son las de la consultoría Corporación 5 para la Confederación Provincial de Empresarios de Santa Cruz de Tenerife, que en los últimos tiempos se han revelado de las más atinadas. Los técnicos de la firma consultora consideran que el PIB del Archipiélago creció el año pasado alrededor de un 6,2%, una décima menos de lo que calcula la Consejería de Economía en su escenario más probable (+6,3%). En términos cuantitativos, los expertos de Corporación 5 estiman así que el PIB autonómico se quedó en 2022 en 45.343 millones de euros. Serían casi 1.840 millones menos que en 2019, un 3,9% menos. Con todo, el problema mayor no reside en que la economía canaria aún no sea capaz de generar la riqueza que generaba antes de la pandemia y del disparate de los precios, sino que no es capaz aun a pesar de que hay más trabajadores que entonces. Es más, aun a pesar de que hay más trabajadores que nunca. En otras palabras: hay más personas produciendo –trabajando– que en ningún otro momento, pero el valor de lo producido sigue siendo inferior al de 2019. Una aparente paradoja que en el fondo tan solo es la constatación del gran problema de la economía del Archipiélago: su baja productividad. Y no es una cuestión de discurso, sino de matemáticas.

En aquel último año antes de que el coronavirus causara estragos en medio mundo, el PIB alcanzó los susodichos 47.182,6 millones de euros con una media anual de 905.900 ocupados, incluidos aquí tanto los asalariados como los trabajadores por cuenta propia o autónomos. En consecuencia, el valor de la productividad aparente del trabajo superaba por poco los 52.000 euros per cápita. Ya en 2022, con un récord histórico de empleo que llevó la media anual de ocupados hasta esos 952.200, el PIB se detuvo, tomando como referencia los cálculos de Corporación 5, en unos 45.300 millones. Por lo tanto, el valor de la productividad aparente del trabajo es ahora de poco más de 47.600 euros. Resulta así que se ha reducido un 8,6% desde el inicio de la crisis pese a que el mercado laboral no paró de batir récord tras récord a lo largo del pasado año. Grosso modo, esto significa que por cada cien euros que un empleado producía o generaba en 2019, hoy produce o genera 91 euros con 40 céntimos. Por eso el PIB –que, cabe insistir, es el valor de todo lo producido por la economía regional durante el año– fue en 2022 más pequeño que en el último ejercicio precovid aun cuando hubo, de media, 46.300 ocupados más.

El mal de la baja productividad es tan crónico como la incapacidad para corregirlo

La anterior es solo una fórmula más para calcular la productividad laboral, pero la conclusión es la misma si en lugar de la media anual de empleados se utiliza la cifra de ocupados al cierre de cada ejercicio. Esta última es la metodología empleada por los técnicos de Corporación 5 en el informe de coyuntura del último trimestre de 2022 elaborado para la CEOE. «El empleo y el PIB en 2019 eran de 940.300 personas ocupadas en una economía que generaba 47.183 millones de euros, con lo que el valor de la productividad aparente del trabajo era de 50.179 euros/persona; mientras que en 2022 los parámetros se ubican en 990.800 ocupados y 45.343 millones de PIB, lo que deja la productividad en 45.764 euros/persona, experimentando un descenso del 8,79%», expone el análisis. Y tres cuartos de lo mismo se observa al comprobar la evolución de la productividad no ya a partir del número de ocupados sino de las horas efectivas de trabajo, que quizá es la fórmula de cálculo más habitual. En este caso resulta que la productividad laboral aparente, que en 2019 era de 32,8 euros por cada hora de trabajo, está en estos momentos, o cuando menos lo estuvo en 2022, en 30,2 euros/hora. Una caída del 7,9%.

Pero es que aun cuando el PIB hubiese superado el año pasado esos 45.343 millones de euros que calculan en Corporación 5 –de lo que no habrá certeza hasta la actualización de la Contabilidad Regional de España–, la pérdida de productividad sería patente en cualquier posible escenario. Incluso en los más positivos u optimistas. Aunque el PIB hubiera crecido en 2022 un extraordinario 10%, tal como aventuran los técnicos de BBVA Research –el servicio de estudios del banco presidido por Carlos Torres Vila–, la producción no habría llegado a los 47.000 millones que sí se superaron en 2019. Dando por buena esta más que optimista previsión de BBVA Research, el valor de la productividad aparente del trabajo habría sido el pasado ejercicio de 49.277 euros por ocupado, aún por debajo de aquellos algo más de 52.000 euros de 2019. Y ni que decir tiene que también queda por debajo si los cálculos se llevan a cabo con la horquilla de crecimiento que maneja el Gobierno de Canarias, que ni en el más optimista de los escenarios iguala la previsión del servicio de estudios del BBVA.

La paradoja 2022, ese ejercicio de récord histórico de empleo y baja productividad –o más bien de aún más baja productividad–, es lo que está detrás de la preocupación del empresariado canario. Una preocupación que incluso ha dado lugar a algún que otro reproche desde el Ejecutivo autonómico por entender que la patronal minusvalora los datos de ocupación y afiliación a la Seguridad Social. El propio presidente de la división tinerfeña de la CEOE, Pedro Alfonso, tuvo que salir al paso días atrás para aclarar que los empresarios valoran en su justa medida la buena evolución del empleo, lo que no obsta, puntualizó, para advertir que el PIB sigue sin volver a los niveles prepandemia y que la productividad no solo no mejora, sino que incluso empeora.

Es precisamente la baja y hasta bajísima productividad la que está detrás del empobrecimiento relativo que sufre la Comunidad Autónoma desde finales del siglo pasado. El PIB, renta o riqueza per cápita, que es el resultado de dividir el Producto Interior Bruto de un territorio entre su número de habitantes, es el indicador por excelencia para medir el desarrollo socioeconómico de un país o región. Un indicador que no es infalible pero que sí es certero en una premisa: cuanto más alto es el PIB per cápita de un territorio, mayor es su nivel de vida. Pues bien, resulta que el PIB o renta per cápita de Canarias equivalía a finales del siglo XX a más del 99% de la media española. La riqueza por habitante en las Islas era prácticamente la misma que en el conjunto del Estado. Sin embargo, en ese momento comenzó un proceso de progresivo alejamiento que la economía, las instituciones y la sociedad del Archipiélago no son capaces de corregir.

El PIB per cápita fue en 2021 de 18.990 euros, el equivalente al 74,5% de la renta media nacional por habitante. Donde el español medio tenía cien euros, el canario tipo tenía 74 euros y 50 céntimos. Habrá que esperar para saber con exactitud cuál fue la renta o riqueza per cápita en 2022, pero si se tiene en cuenta que el PIB continuó por debajo del de 2019 y que la productividad, en consecuencia, empeoró, es fácil adivinar que la brecha entre la renta media de los canarios y la renta media del resto de españoles sigue sin remedio. Un mal que entre los políticos suele achacarse al notable incremento de la población en las últimas décadas –incluso se puso en marcha una comisión parlamentaria para abordar el «reto demográfico»– cuando en realidad es una cuestión de economía y no de demografía. El problema no está en la inmigración, sino en esa baja productividad que la paradoja 2022 ha puesto una vez más en evidencia.

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