Crisis migratoria y elecciones, las mismas propuestas de siempre

Sin propuestas novedosas de los partidos calcan para afrontar el problema migratorio

Fabio García

Observando los programas electorales de los partidos que se presentan a los comicios de la semana que viene, volvemos a comprobar que en lo único en que coinciden es en señalar la inmigración ilegal como uno de los aspectos más relevantes.

Mientras Vox propone un programa de imposible cumplimiento por su extremismo, que no radicalidad, el resto de las fuerzas políticas continúan haciendo lo de siempre: abordar el problema de una forma más o menos idéntica. Esta no es otra que la vieja política de poner puertas al campo, porque nuestras fronteras, como casi todas, son un gigantesco queso gruyere que se extiende miles y miles de kilómetros.

Además, según el PIB, nuestra frontera con África es la segunda más desigual del mundo, sólo superada por aquella otra que separa Arabia Saudí –uno de los países árabes más ricos– y Yemen –el más pobre–, con el resultado de que para la mayoría de los inmigrantes ilegales que tratan de llegar a España, hacerlo supone dejar atrás un continente azotado por la pobreza, las guerras y el hambre, para llegar a una Europa en la cual reina justo lo contrario.

Como consecuencia de ello, siempre que se refuerce una frontera, los inmigrantes buscarán otra ruta alternativa para seguir escapando de la pobreza y la marginación como hemos visto recientemente.

Desde que a mediados del año pasado España y Marruecos acordaron prestar una mayor vigilancia al estrecho de Gibraltar, y las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla, las fuerzas de seguridad marroquíes han repelido varios intentos de entrada masiva de inmigrantes a través de los dos enclaves españoles en el norte de África, con tanto celo, que dieron lugar incluso a lo que actualmente se conoce como la ‘tragedia de la valla de Melilla’, en la que varias decenas de inmigrantes subsaharianos –más de un centenar según algunas fuentes– murieron mientras trataban de entrar en España.

El resultado ha sido que desde entonces la vieja ruta migratoria de Canarias ha experimentado un resurgimiento como alternativa a la mediterránea que en la actualidad se encuentra mucho más protegida.

Porque las más de mil personas que el 24 de junio de 2022 intentaron saltar la valla de Melilla no eran norteafricanos, sino que provenían en su mayoría de Chad y Sudán, en dos de los casos, y no escapaban de únicamente de la pobreza sino de los conflictos armados que azotan esos tres países.

¿Qué ha sucedido desde entonces?

La respuesta la tuvimos hace dos semanas, cuando al menos tres cayucos zarparon de Senegal en dirección a Canarias con más de 200 personas a bordo. Todavía es demasiado pronto para saber si pasarán a engrosar las listas de inmigrantes muertos en el Atlántico, porque Senegal cuestiona dichas cifras, pero hayan partido tres personas o 300 de la costa oeste de África, lo cierto es que ello debe hacernos reflexionar de que lo único que se logrará cerrando las fronteras es que los migrantes partan de cada vez más lejos y asuman riesgos cada vez mayores en su intento por alcanzar el paraíso europeo.

¿Cuál es la solución?

África es una bomba demográfica a punto de estallar, y cuando lo haga su impacto será del tal magnitud que se traducirá en oleadas de emigrantes imposibles de detener, porque ya no serán miles, como hasta ahora, sino millones quienes huyan no sólo de la pobreza o las guerras sino del cambio climático que está desertificando gran parte del continente africano a pasos agigantados.

Por eso las medidas extremistas que propone la ultraderecha, más efectistas que efectivas, no servirán de nada a largo plazo, ya que la única solución posible consiste en que la Unión Europea adopte conjuntamente un plan radical.

Radical vs extremista

La palabra radical proviene de raíz y extremista de extremo, por lo cual el radical es quien va a la raíz de un problema para atajarlo mientras que el extremista se va a un extremo sin solucionar nada.

Por lo tanto, lo único que puede acabar con el problema de la inmigración ilegal procedente del continente negro es un plan radical, que no extremista: diseñar un Plan Marshall para África.

Únicamente imitando el espíritu del famoso plan impulsado por los Estados Unidos para ayudar a Europa Occidental tras la Segunda Guerra mundial se logrará crear las condiciones de vida que consigan que las poblaciones africanas no se vean obligadas que dejar sus respectivos países y arriesgar sus vidas con el propósito de tratar de alcanzar una Europa que cada vez les pone más obstáculos y cortapisas. Si esto se logra, todos, europeos y africanos, saldremos ganando, porque África tiene la paradoja de ser el continente más rico con la población más pobre del planeta.

Si la Unión Europea emplease parte de su ayuda al desarrollo para pacificar África y desarrollar sus economías se conseguiría mucho más que aplicando medidas como sustituir las vallas de Ceuta y Melilla por un muro, eliminar las ayudas públicas a los inmigrantes ilegales, cerrar los centros de internamiento para los menores no acompañados, bloquear navalmente las costas española en caso de una oleada de inmigrantes o sancionar a los estados que las promuevan.

Solamente adoptando medidas radicales se podrá llegar a la raíz del problema y atajarlo desde su origen, las medidas extremistas tan sólo conseguirán que el problema siga existiendo y creciendo y que sus protagonistas sigan buscando el resquicio para colarse por unas fronteras que, como todas, son permeables por mucho dinero que se invierta en sellarlas.

Si todos los partidos políticos continúan empeñándose en afrontar el problema poniendo puertas al campo, las noticias de los naufragios de pateras y las llegadas de cayucos cargados de inmigrantes ilegales seguirán inundando las páginas de la prensa.

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