«No pude disfrutar de mi infancia»

María Viera Saavedra, pasó su niñez y parte de la juventud en el poblado de Cofete | Su madre falleció durante el parto de su doceavo hijo, aunque éste logro sobrevivir

María Viera Saavedra, un ejemplo de mujer trabajadora.

María Viera Saavedra, un ejemplo de mujer trabajadora. / LA PROVINCIA/DLP

María Viera es una vecina ilustre de Cofete y Morro Jable. Sus padres Ramón y Juana tuvieron doce hijos de los que María es la primogénita. Vivió la época de la Fuerteventura profunda de la sed y el hambre viviendo en el Valle de Vinamar y Cofete. Su vida ha transcurrido sin infancia sino trabajando intensamente. María es un ejemplo de lucha y esfuerzo, y critica que no se haya valorado el papel de la mujer.

La majorera María Viera Saavedra (Vinamar, 1947) es un ejemplo de lucha, esfuerzo y superación. A sus 76 años continua tan activa como siempre y con una memoria prodigiosa. Su rostro no refleja ni el paso de los años ni el esfuerzo de su trabajo, y mantiene la coquetería de la que siempre hizo gala. Critica que no se haya valorado el papel de la mujer en general, pero especialmente en el mundo rural. Hoy, Día de la Mujer Trabajadora, María es un ejemplo inspirador para todas las mujeres que lucharon y luchan diariamente para sacar adelante su familia.

Ramón Viera y Juana Saavedra eran los patriarcas de María y de once hermanos más. A la propia protagonista se unen al núcleo familiar Juana, Ramón, Tomasa, Dolores, María del Carmen (fallecida), Pepe ‘El Faro de Jandía’ (fallecido), Genoveva, Manolo (fallecido), Gloria, Olimpia y Juan Miguel. Además, se da la circunstancia que María del Carmen está enterrada en el cementerio de Cofete.

La familia Viera Saavedra vivió inicialmente en el Barranco de Vinamar, una zona desolada donde vivían del ganado, sobre todo de cabras y vacas. No existía agua y tenían que traerla en burros desde la Fuente de Los Chupaderos «con tan sólo cinco años mis padres albardijaban los burros y yo tenía que ir a buscar agua. Imagínate con esa edad ya estaba al frente de las tareas porque mis padres tenían que ocuparse del ganado y de hacer el queso. Durante los años de sequía lo pasábamos muy mal».

«Desde los ocho años cuidaba las cabras, hacía queso, trabajaba en el campo y atendía a mis hermanos»

María recuerda como también participó, con sólo 8 años, en la trashumancia que realizaban sus padres con el ganado desde Vinamar hasta Cofete. «Allí casi siempre llovía y había mucho pasto. Entonces mi padre decide llevar las cabras, ovejas, burros y vacas hasta Cofete y durante meses permanecen en aquella zona. Cuando se agotaba la comida pues de nuevo teníamos que regresar a Vinamar conduciendo el ganado por todos esos filos».-

Sin embargo, la suerte de la familia cambió radicalmente cuando deciden mudarse a Cofete, uno de los valles más prósperos de la Península de Jandía e incluso de Fuerteventura. Su padre Ramón fue medianero del alemán Gustavo Winter y allí se dedicó a la agricultura y ganadería. «Es una de las mejores épocas que recuerdo. A pesar de no disfrutar de la infancia porque siempre estaba trabajando, mis padres sacaron adelante a sus doce hijos». Además, reconoce que «el señor Winter y su señora mantenían una buena relación con mis padres y con mi familia. Tanto es así que mi padre fue padrino de los de los niños de don Gustavo y nuca tuvimos un problema con él».

Lo que no logra olvidar María es el esfuerzo diario que tenía que hacer una niña como ella para atender las necesidades del ganado, las tareas de la casa y de atender a sus hermanos pequeños. « Cuando llegaba el verano tenía que despedregar la tierra para prepararla para la siembra y luego sembrar, arar y cuando se recogía la sementera trillar en la era. Para una niña como yo no había tiempo para el juego».

¿Que podían hacer los escasos habitantes de Cofete en aquellas fechas? «Trabajar de sol a sol. No había otra cosa. Si querías sobrevivir tenías que trabajar aunque fueras una niña pequeña como era mi caso», asegura María Viera. Además, recuerda con una precisión milimétrica sus tareas diarias. «Me levantaba muy temprano antes de salir el sol, le dada de comer a las cabras, burros y vacas, iba a coger leña y cuando terminaba a realizar las tareas domésticas».

«Desde los ocho años cuidaba las cabras, hacía queso, trabajaba en el campo y atendía a mis hermanos»

También recuerda cuando iba a mariscar al Islote con mi abuela María Dolores. » cogíamos mejillones que luego se secaban, burgaos y lapas. Estos últimos los embotellamos e íbamos a Gran Tarajal en un barquillo para venderlos. Además, cuando recogíamos la cementera tostábamos el trigo y la cebada y hacíamos gofio. Había que buscar un complemento para sacar adelante tantas bocas. Mis padres en trabajar nunca tuvieron problemas. Yo seguí sus pasos porque no me pesa todos los esfuerzos que he hecho desde que era una niña».

Conmoción

La vida de María no ha estado rodeada precisamente de rosas. En mayo de 1966 falleció su madre Juana en el momento de alumbrar a su hijo Juan Miguel, que sobrevivió a aquella tragedia. Después de once partos anteriores nadie podía creer lo sucedido. También ha perdido a su hermana María del Carmen, a Pepe y Manolo.

Cuidadora de cabras, elaboradora de queso, labores en los almacenes de tomate, en la Fábrica de Tabaco, en la Fosforera, en las tareas domésticas o arreglando la carretera de Cofete al Faro con sus amigas Pascuala y Paulina, son algunas de las labores que ha tenido que desempeñar María Viera en su vida. «Con 11 años ya estaba trabajando en la zafra de tomates en Gran Tarajal cuando se separaron Panchito Flores y Los Betancores. Con un año más me fui a la Aldea también al tomate», afirma María.

Sin embargo, la zafra le permitió conocer a su marido Paco Ramos con el que tiene 7 hijos. « Fue en el almacén de tomates de Bonny, aquí en Gran Tarajal, el 30 de noviembre de 1964, donde los dos coincidimos trabajando. Desde que lo vi sabía que iba a ser para mi. Bastó una mirada desde entonces continuamos disfrutando de nuestro amor, de los hijos y los nietos. Es el hombre de mi vida ».

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