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El impulsor del cambio cultural

Carmelo Artiles se significó como un hombre de la cultura. Un gestor público que desde su condición de presidente del Cabildo de Gran Canaria durante dos mandatos, de 1983 a 1991, tuvo claro que la cultura merecía tanta o más atención y esfuerzo público que cualquier otra actividad de impacto económico y social.

"Cada vez se impone con más fuerza la necesidad de que los espacios para la cultura no esperen pacientemente la llegada de los espectadores. Que éstos pasivos muchas veces se impliquen en la génesis, el proceso, en la ejecución y en la evaluación de los proyectos culturales". Eran palabras de Carmelo Artiles en 1990, ya en su segundo curso al frente de la corporación insular, a propósito de la puesta de largo en el extinto Centro Insular de Cultura (CIC) del proyecto Mar Adentro.

Este compromiso institucional con la cultura al que aludía entonces Artiles, fue una realidad que se puso en práctica como un revolucionario rearme de las dotaciones culturales de la Isla, y de las que fue firme impulsor. La gestación del Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), la creación de la Biblioteca Insular, hitos que cumplen su 20º aniversario en la primera década del siglo XXI, y la puesta en valor del Centro Insular de Cultura como espacio polivalente a todas las manifestaciones artísticas, participativo y abierto a la ciudadanía, fueron tres de los frentes que Carmelo Artiles asumió en un afán de cambiar la gestión de una institución que hasta la llegada de los socialistas en 1983 parecía minusvalorar a la capital grancanaria en beneficio del resto de municipios de la Isla.

El CAAM fue su gran empresa, sin duda, y así lo reconocen quienes le asesoraron y aunaron voluntades en el que sería un proyecto museístico para la historia. El empeño político, su capacidad para reunir a un equipo de trabajo que hablara en su mismo lenguaje, como Francisco Ramos Camejo e Hilda Mauricio. La sociedad civil de entonces demandaba un centro de arte que pusiera a Canarias en el mapa internacional. Un proyecto ambicioso para la época que fue posible encarrilar con la llegada de Carmelo Artiles a la presidencia, Ramos Camejo como consejero de Cultura, y Mauricio vinculada a las artes plásticas como conservadora de los museos insulares.

En 1984, al año de iniciarse el primer mandato de Artiles, se comenzó a mover ficha con la figura del escultor Martín Chirino en el horizonte. El entonces presidente del Círculo de Bellas Artes en Madrid era el hombre elegido. Lo había propuesto Hilda Mauricio a Camejo tras celebrar maratonianas reuniones en la Casa de Colón para luego iniciar una secuencias de idas y venidas a Madrid con la élite artística del momento, los canarios y los nacionales. Al proyecto artístico, al que se sumó Martín Chirino sin dudarlo, le faltaba el compromiso político que tuvo en Carmelo Artiles a su principal valedor, y el asesoramiento técnico de Carmelo Padrón, entonces consejero de Urbanismo y Medio Ambiente.

A nadie pareció asustar la envergadura y riesgo de crear "un centro de arte en la periferia de la periferia", según relata Ramos Camejo, cuando solo existían otros dos grandes centros de referencia en toda España: el Museo Reina Sofía, en Madrid, y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).

El concurso público para el proyecto del CAAM fue el paso siguiente, con el arquitecto portugués Álvaro Siza Vieira como juez de la convocatoria. En 1985, y a velocidad de vértigo, se adjudicó la obra a Sáenz de Oiza, y en diciembre de 1989 se inauguraba el CAAM amplificando su discurso fundacional de la tricontinentalidad con la exposición Surrealismo entre el viejo y el nuevo mundo. Allí estaba Carmelo Artiles presidiendo, dando la bienvenida entre autoridades y artistas, con un pletórico Chirino que, ante la insistencia y confianza que depositó en él de un grupo de políticos de izquierda, optaba por aparcar su creación para asumir la dirección. Un puesto en el que se mantendría hasta el año 2002.

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