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Teror llora la muerte del propietario de la Dulcería Benítez

Juan Carlos Benítez González, que falleció víctima de una rápida enfermedad, pertenece a una gran familia que marcó la historia con sus truchas y bizcochos

Adiós a Juan Carlos Benítez, el empresario de la Dulcería Benítez de Teror

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Teror está de luto. Juan Carlos Benítez González, propietario de la conocida Dulcería Benítez, falleció el pasado martes a los 63 años después de una enfermedad. Gran parte de los vecinos de la villa mariana se desplazó ayer hasta el Tanatorio de San Miguel de Las Torres para acompañar a sus familiares y dar el último adiós a quien hasta hace poco más de un mes se encargaba de despachar algunos de los dulces más codiciados de la Isla. "Son una entidad a nivel gastronómico en Teror", señalaba Gonzalo Rosario, alcalde del municipio quien a su vez destacaba el buen quehacer del pastelero que, gracias a la calidad de sus productos, conseguía atraer a clientes de toda la Isla.

Juan Carlos Benítez nace en Teror un jueves, 4 de noviembre de 1954. Ya su vida estaba predestinada por tradición familiar a endulzar los paladares de sus vecinos. No obstante, su abuelo era panadero y sus padres, José Benítez 'Pepito' y Fermina González 'Ferminita' abrieron en 1940 en la calle Herrería uno de los negocios que, con el paso de las décadas, se iban a convertir en historia del municipio: Dulcería Benítez. Alrededor de las truchas, bizcochos y polvorones nacieron ocho hijos, entre ellos Juan Carlos -el tercero de ellos-, quien después de cursar bachillerato, ya con 18 años, decidió enfocar su camino profesional junto a su hermano Pepe Agustín -ya fallecido- en la confitería que regentaban sus progenitores.

Carlos, uno de los dos vástagos de Juan Carlos Benítez, recordaba ayer la dura, pero a la vez gratificante, trayectoria vital de su padre. "Se despertaba todos los días a las cuatro y media de la madrugada para elaborar los dulces", comentaba. Al negocio se unió su mujer, Isabel Marrero, y también su cuñada, Teresa Santana, que junto a Pepe Agustín siguieron fabricando los productos con las mismas recetas que antaño utilizaba 'Ferminita', el auténtico alma mater del negocio que formó escuela con sus dulces, "siempre elaborados con materia prima de primera calidad".

Esa materia prima es la que, según el pastelero, le diferenciaba de las pastelerías actuales. "Él siempre defendía que sus productos no tenían nada que ver con los del boom de las pastelerías de ahora, que todo está congelado y lo ponen directamente al horno", apostillaba Carlos Benítez.

A los productos de máxima calidad se unía el escenario en el que se elaboraban los pasteles, que evocaba a épocas pasadas. Este pastelero trataba de mantener la esencia de las antiguas dulcerías, por lo que el negocio, que con los años se mudó a la calle Nueva, está adornado con maquinaria de décadas anteriores y atendía a los clientes sobre un mostrador considerado una reliquia. En sus paredes cuelgan aún almanaques que repasan la historia del local, con uno de 1957 en el que se puede leer 'Bar y confitería José Benítez Talavera', como se llamaba entonces por el nombre de su padre.

"En ningún sitio encontrarás dulces de estas características", recalcaba el regidor de Teror, que ponía la fama de los polvorones o los pasteles de carne de Dulcería Benítez a la altura del chorizo o el agua que llevan el nombre del municipio. "La familia Benítez ha conseguido dulces únicos en la Isla", incidía Gonzalo Rosario, quien definió a Juan Carlos Benítez como una persona "superserena, receptiva, con un talante muy conciliador. Siempre tenía una sonrisa en la cara, igual que su padre, que transmitía tranquilidad".

El pastelero fallecido también fue conocido por su devoción a la Virgen del Pino, para cuyas fiestas siempre estaba dispuesto a colaborar, como indicaba su hijo. "Él y toda la familia son personas muy vinculada a la vida cultural del pueblo", declaraba con emoción el alcalde.

En los últimos meses se le veía más tiempo fuera del negocio de lo normal. Se le había detectado un tumor, por lo que acudía al local de la calle Nueva para hacer compañía a su mujer y a su cuñada en el trabajo diario. Acostumbraba, asimismo, a transitar por las calles del casco urbano durante los últimos días a sabiendas de la presencia de un tumor en su cuerpo.

"La gente todavía tiene el recuerdo de mi padre paseando por el pueblo". Y es que su fallecimiento ha cogido por sorpresa a gran parte de los vecinos de la villa mariana, que han recibido con dolor la luctuosa noticia. Lo afirmaba el regidor y lo reafirmaba el hijo de Juan Carlos. "Adoraba Teror", comentaba el segundo.

Tanto su trabajo como el de su hermano Pepe Agustín no quedarán en el olvido. Serán ahora sus respectivas mujeres, Isabel Marrero y Teresa Santana, quienes sigan la tradición para que los grancanarios tengan la oportunidad de continuar saboreando los productos de una de las confiterías más reconocidas de la Isla.

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