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Moya

Un belén nada convencional

José Luis Díaz monta desde hace seis años un nacimiento artesanal hecho con barro y corcho l La Navidad y su significado son su gran pasión

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El municipio de Moya tiene una gran tradición de belenistas, y el Ayuntamiento organiza cada año una ruta por los principales nacimientos que los vecinos del municipio montan, bien en sus casas o en espacios públicos, para abrirlos a la ciudadanía que visita el pueblo norteño. Uno de ellos es el de José Luis Díaz, que desde hace seis años ofrece una propuesta única y original, en la que trata de ensalzar el trabajo de la alfarería, con cientos de figuras hechas en barro con sus propias manos que van variando de edición en edición.

Para este año, ha fabricado 30 nuevas figuritas -que tienen un tamaño de entre 15 y 18 centímetros de altura- así como 80 ovejas y 25 gallinas. Pero además de lo que se ve a simple vista, el nacimiento de Díaz esconde muchos secretos que el visitante tiene que observar con atención para poder encontrar. Es el caso, por ejemplo, del simpático perro que espera apaciblemente acostado en la terraza a que su dueño, en el interior de la vivienda, termine de preparar la comida, mientras otro está sentado al lado de éste esperando que caiga algo que llevarse al estómago. Y es que, como afirma el propio belenista, los detalles están de puertas para adentro.

En el patio interior de varias edificaciones, un grupo de niños juega con una pelota, mientras que en la plaza, un transitado mercado oferta productos a los transeúntes, mientras un hombre se echa una siesta a la sombra de un árbol acompañado por sus mastines. "Lo que tiene este belén es que ni yo mismo puedo hacer dos piezas iguales: creas tus propias piezas y son únicas, no existen otras iguales a las tuyas. Y a la gente le llama la atención eso, que es un belén que tiene figuras exclusivas", explica.

Una vocación casual

La casualidad quiso encontrarse en el camino de Díaz hace ya unos nueve años. Entonces, uno de sus sobrinos, alfarero acreditado por la Fedac, le insistió para que le acompañara a una de las clases del taller de alfarería que dictaba Teresa Sarmiento en el casco de Moya. "Por quitármelo de encima, un día bajé, estuve en el taller y me dieron una bolsita de barro y empecé a hacer mis cuencos y mis cosas, y la verdad es que me gustó, y me apunté a clase", recuerda. Tras 15 días haciendo jarras y recipientes, se topó con dos muñecas en una estantería, una de ellas de porcelana y la otra de barro. Ese encuentro le despertó la chispa para pedirle a su maestra que le explicara cómo hacer las figuritas para su belén. Ese fue el último día en que compró los elementos de su nacimiento.

Antes de abrir las puertas de su casa, Díaz estuvo colaborando con el belenista Juan Antonio Castilla, cuyo nacimiento es uno de los tradicionales de Moya. Fue él quien le enseñó a fabricar las casas de corcho. Mientras le ayudaba, tenía tiempo para crear sus primeras figuritas y, tras dos años, decidió "emanciparse" y se animó a montar su propio belén. Después de seis años, cientos de personas han pasado por su vivienda, sorprendiéndose por lo diferente que es en relación con lo que están acostumbrados a encontrarse.

"Otra cosa que la gente me pregunta mucho es por qué no pinto las figuritas, y yo lo que quiero realmente es que se vea el trabajo que se hace con el barro. Una vez tú pintas una pieza, ya pierde todo el encanto", explica Díaz. Además, sus genuinas figuras tampoco tienen rostro, sino que, agrega, "su movimiento me sirve para expresar lo que están haciendo". Es el caso de San José y la Virgen, cuya postura explica a la perfección el sentimiento de amor que sienten hacia el niño Jesús, quien está llamado a salvar a la humanidad. O el del labrador que descansa sentado junto a un horno tras una larga jornada de trabajo en los campos.

El principal motivo que lleva a José Luis Díaz a hacer este belén de barro en su vivienda es su pasión por las fiestas navideñas y por lo que significan. Hasta el punto de que es el encargado de hacer la cena de Nochebuena para todo su clan. "Mi familia no entiende cómo me puedo pegar tanto tiempo para hacerlo, pero es que yo soy muy tiquismiquis con estas cosas", afirma entre risas. Si no le gusta como queda algo, lo gira, lo observa y lo vuelve a girar hasta que quede tal y como él lo tiene en la mente. Si hay algo que no le convence, lo desecha porque piensa que si a él no le gusta, a la gente tampoco le agradaría. "No es poner cosas por poner y como quedó, quedó", remata.

Como si de los Carnavales se tratara, Díaz ya piensa en qué va a hacer para el año que viene una vez comienza a desmontar el belén que ha hecho para este periodo navideño. En cada una de estas seis ediciones en las que ha abierto su casa a los visitantes, ha hecho su nacimiento de una forma distinta, sin repetir ni una sola vez la estructura o las figuras que en él pone. "Realmente, le dedicas todo el año. Como trabajo en la hostelería, de 4:00 a 16:30 horas, puedo ponerme con esto un poco de tiempo por las tardes", matiza.

En invierno, al ser los días más cortos, no puede ocuparse tanto como le gustaría, por lo que aprovecha el horario estival para sacarle más partido a sus tardes. Y aunque reconoce que, en su opinión, todos los belenes tienen su encanto, no puede dejar de mirar con orgullo el trabajo del que es artífice.

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