Si eran muchos o pocos es una cuestión que sólo la teoría de la relatividad puede determinar, pero la cantidad de turistas que paseaban ayer por la playa que une el Inglés con Maspalomas, unida al goteo constante de extranjeros que querían acceder a la misma a través de la explanada que comienza al final de la avenida de los Alféreces Provisionales, confirmaron en todo caso que o bien no se habían enterado de que España había entrado ya en cuarentena o directamente eligieron saltarse la norma de permanecer confinados salvo en los casos ya consabidos. En realidad, hubo de todo.

Transitaba mucha menos gente de la normal, pero lo hacían. Poco antes del mediodía la estampa junto al Faro la conformaban personas, parejas y grupos que iban y venían como un día cualquiera. Hasta que la policía tuvo que intervenir para explicarles que no podían estar allí y ordenarles que se fueran a sus lugares de residencia temporal.

Varias patrullas llegan. Unas se adentran en la arena -había marea baja-, y otras se ubican en diferentes puntos clave, como el de la explanada. Primero se bajan tres; al poco tiempo, se queda uno. Dos turistas mayores se acercan a la escalera de acceso a la playa con el móvil en la mano y el policía nacional les dice que disponen de un minuto para sacar las fotos los vídeos y que luego deben marcharse.

Y así sin parar. Una pareja se le acerca y vuelve a salir al paso. Le preguntan que cuánto va a durar la cuarentena. "Dos semanas", responde. Los que acaban de inmortalizar el Inglés comentan: "La playa no es peligrosa. ¿Acaso el coronavirus viene por el aire?", se pregunta con ironía.

A pocos metros, un británico, sentado en un banco que rodea una farola, se cuestiona con resignación del que no puede pisar la arena: "¿Cómo es posible contagiarse del coronavirus en la playa? ¿A que no hay ninguna posibilidad? Han cerrado dos semanas, ¿verdad? Pero ya verás que serán unos seis meses. Además, se supone que era a partir de las 8.30 horas del lunes, no hoy. ¿No?".

En su caso, pues, el desconocimiento le hizo emprender un viaje a la calle. En toda la explanada, rodeada de restaurantes, los único que había abierto era el supermercado Solkisemar, donde trabaja Fadua Adraoui. "Hemos tenido que explicarle a la gente lo que está pasando. Como vienen aquí a comprar, pues de paso nos preguntan y nosotros les decimos que podemos estar abiertos, pero que el resto de establecimientos como restaurantes, bares y demás no. Ni la playa", revela.

Pese a la prohibición y las advertencias del agente, algunos acceden a la playa a través de los recovecos que hay a lo largo de la calle de las Dunas para saltarse la vigilancia. Todavía mucha gente pasea por la arena. Nadie se baña. Un señor español que viene caminando desde el Faro a modo de ejercicio se lava los pies, se calza y sube las escaleras.

"¡Pero si aquí se está de coña! Precisamente en la playa es donde no hay problema. Lo habría si hubiera sillas y mesas y mucha gente y tumulto, pero si voy yo solo o si hay parejas solas, por ejemplo, no pasa nada", señala, e insiste: "Me topé con una patrulla de la Cruz Roja y me dijeron que no se podía estar en la playa, pero yo veo claro que precisamente aquí es donde se está bien. Si se amontona gente, no".

Sin parar

Mientras hablamos, el único policía en el lugar sigue con su trabajo. Va de un lado para otro mientras envía a todo el que pasa por allí a su hotel o apartamento salvo que estuviera allí para entrar en el supermercado o en la farmacia de la zona.

" Spain is in -España está en- cuarentena. Sólo puede ir a un supermercado...", le dice en inglés a dos personas que vienen cogidas de la mano y que le cortan de repente. "Buscamos un restaurante", le comentan. "No, los restaurantes están cerrados". Resignados, resuelven: "Bueno, pues vamos al supermercado y nos compramos un souvenir".

Preguntan, además, cuánto tiempo durará el confinamiento, porque estaban en un error: "Sí nos enteramos de que España está en cuarentena, pero pensábamos que a Canarias no le afectaba por ser una isla".

Por contra, dos mujeres mayores británicas confiesan conocer perfectamente el estado de alarma en el que se encuentra el país en su totalidad, pero hacen caso omiso. Acaban de terminar su paseo por la playa y se disponen a recogerse. Una de ellas asume la voz cantante. "Necesitamos coger un poco de aire porque en el hotel hace demasiado calor", reconoce.

Les queda todavía una semana en Gran Canaria y tienen la firme determinación de hacer lo mismo en los próximos días. "Espero que nos permitan caminar un rato por la playa", espeta, antes de asegurar que no temen las posibles sanciones. "¿Quieren que volvamos alguna vez? Entonces tienen que cuidarnos y preocuparse por nosotros. Queremos volver. Tenemos que salir, aunque por supuesto tendremos cuidado".

Restaurantes cerrados

Por otro lado los restaurantes tanto de la zona del Faro de Maspalomas como de Playa del Inglés -y todos los del país- recogen como si fueran a cerrar por vacaciones. Como mínimo, lo harán durante la próximas dos semanas. "Lo que se pudo congelar se congeló y lo que no pues había que botarlo, porque era una comida que no se iba a consumir", relata María Viera, trabajadora en el establecimiento Aquario, que avanza que el negocio perderá "mucho dinero".

Su marido Gabriele Giacomo Antonio, el propietario, que se encuentra justo al lado y ya había interrumpido para decir que el periodo de cuarentena no iba a durar sólo 15 días, añade: "A lo mejor me equivoco, pero creo que se prolongará otros 15 días y luego otros 15 más".

"Lo que tenía que haber hecho el Estado es cerrar todo antes. Yo preveo que hasta septiembre u octubre no se volverá a una situación normal, y digo normal entre comillas. España, a día de hoy, está peor que Italia. De aquí a una semana lo comprobaremos. Se ha hecho tarde y mal. Debíamos haber cogido la experiencia italiana como ejemplo y no lo hicimos", lamenta.

Fuera, diez taxistas esperan en sus coches a que alguien se suba, pero los clientes son muy pocos. A las 13.15 horas ya hay menos gente y las palomas son las que gobiernan la explanada. Todo, salvó el súper, está cerrado. Unos graban vídeos, otros todavía pasean junto a sus hijos e incluso hay quien entra a la tienda sólo para ganar tiempo en la calle. En cualquier caso, la playa ya tiene el precinto y la resignación se apodera del Sur.