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Agaete

Los gregarios de la playa de Las Nieves

La playa de Agaete es elegida por mucha gente para veranear por su tranquilidad y canariedad

Playa de Las Nieves en Agaete

Playa de Las Nieves en Agaete La Provincia

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Playa de Las Nieves en Agaete Christian Afonso

Cada día, muchos fieles acuden a la playa de Las Nieves, en Agaete, a disfrutar de un paraje único por su tranquilidad y su carácter canario. Y es que la costa del pueblo norteño está de moda.

Se considera gregaria a aquella persona que tiene tendencia a juntarse o mantener en grupo con otras con las que comparten unas características similares. En la playa de Las Nieves, en Agaete, esas singularidades comunes reflejan la lealtad de quienes suelen ir frecuentemente para desconectar, y que se resumen en la tranquilidad y la añoranza de una permanencia a un sentir propio. Es lo que se ha venido a llamar canariedad, y que rezuma en cada calle y vivienda de la villa marinera, que en verano duplica su población residente. Una mayor afluencia que se nota en la costa del municipio, y que se suma al hecho de que, con la pandemia, mucha gente ha optado por pasar sus vacaciones en Canarias y tratar de huir de otros puntos más masificados

Pese a ser lunes, el ambiente en Las Nieves era muy animado. Sin compararse con las numerosas personas que suelen abarrotar los fines de semana esta parte de la costa grancanaria, sí había muchas familias y turistas, tanto locales como nacionales y hasta extranjeros, disfrutando del buen clima que reinó durante la jornada. También, como es habitual, se encontraban en la playa los fieles que acuden frecuentemente, incluso en invierno, para desconectar y deleitarse con las vistas que ofrece a los imponentes riscos del noroeste insular. A lo que se suma el hecho de que para muchos están siendo sus últimos días de vacaciones, puesto que agosto toca a su fin y el regreso a la rutina diaria está a la vuelta de la esquina.

El compositor y escritor Néstor Álamo decía que como las aguas de Las Nieves no había otras en toda la Isla

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Uno de quienes estaban disfrutando de esos coletazos finales del verano era Manuel Lobo, catedrático de Historia Moderna y ex rector de la ULPGC, quien lleva unas tres décadas veraneando en un apartamento que tiene en Agaete. «Cambié el sur por el norte porque esto es lo nuestro, tienes más calidad de vida, y porque tanto a mis hijos como ahora a mis nietos les encanta venir», aseguró ayer, mientras tomaba el sol sentado en uno de los bancos dispuestos en el muelle antiguo, mientras del extremo saltaban al mar los más jóvenes. Según el profesor universitario, lo que hace especial a este enclave del norte de Gran Canaria es su carácter canario, fuertemente arraigado en sus calles y entre sus gentes, y que se traduce en «una comida mucho más real y en un trato mucho más cercano de los vecinos». Y este sentimiento se ha vuelto mucho más importante a raíz de la pandemia, lo que le ha granjeado más éxito. 

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Playa de Las Nieves en Agaete Juan Castro

Acompañado de un libro, Lobo va cada día de sus vacaciones hasta la playa, donde toma el sol, nada y ve pasar a la gente, algo que reconoció le gusta mucho. A la hora del almuerzo, regresa a su apartamento para comer y, por la tarde, se acerca al casco para tomar algo con el resto de paisanos. «Voy a todos los sitios caminando, aquí puedes hacer todo lo que quieras, no me hace falta más porque tengo mar, cumbre y pueblo», aseguró para luego recordar que incluso el compositor, escritor y periodista Néstor Álamo llegó a decir una vez que como las aguas de Las Nieves no había otras. 

Cerca de donde estaba sentado Manuel Lobo, tomaba el sol Roberto y su pareja, que también se encontraban veraneando en una casa familiar por el barrio costero de Agaete, si bien viven en Las Palmas de Gran Canaria, donde trabajan. Llevan en la villa marinera desde junio, y apenas han pisado la capital en todo este tiempo: «Con estas vistas, no se puede pedir más». Para Roberto, sus meses de desconexión en su pueblo natal son más que necesarios, no solo para pasar más tiempo con su familia -su abuela y su tía se estaban bañando en las tranquilas aguas de Las Nieves mientras él tomaba el sol-, sino porque le ayuda a recargar pilas. 

Su tono de piel tirando a marroncito muestra que estas semanas las ha dedicado, sobre todo, «a tomar el sol más que otra cosa». De hecho, en las últimas dos semanas ha pasado más tiempo en la playa que en cualquier otro sitio, y allí no solo ha cogido vitamina C, sino que también ha aprovechado para nadar o para jugar a las cartas, si el viento lo permite, ya que muchas veces sopla con fuerza en esta costa noroeste. «Por eso, nuestra zona favorita para estar es en estos bancos del muelle viejo o en las tablitas del solárium que hay más allá, porque está más asocado de la brisa», explicó. 

En la zona del espigón del antiguo muelle del pueblo, muchos jóvenes corren de acá para allá para tirarse desde las barandillas al mar. Los más valientes, se suben hasta los alrededor de seis metros de la antigua grúa para hacer piruetas imposibles al más puro estilo olímpico. Todo se paró cuando un simpático perro y su dueño llegaron. El can fue derechito a las escalerillas de acceso al mar y, desde el último escalón, se zambulló en el Atlántico, donde dio un par de vueltas y, al ver que estaba muy frío, salió de nuevo para quitarse el agua de encima y salpicar a todos quienes se encontraban por ahí, mientras su propietario nadaba mar adentro. A los pocos instantes, y tras recibir las caricias pertinentes, su fiel animal le siguió muelle a través y hasta la playa, donde esperó pacientemente a que terminara su remojón. 

Manuel Lobo hablaba de lo mucho que le gustaba esta playa a Néstor Álamo. Un amor que heredó la familia del mítico compositor y escritor, ya que su sobrino, Práxedes Álamo, es un asiduo a esta playa agaetense. Ayer, junto con algunos amigos, los autodenominados «gregarios» de Las Nieves no faltaron a su cita en su parcela particular («la tenemos comprada al Ayuntamiento», bromean), donde pasan el día escuchando acordes cubanos y dialogando. «Porque es algo que se ha perdido con los nuevos tiempos, el hablar tranquilamente cara a cara y no a través de una pantalla», lamentó uno de sus compañeros, Antonio González. Ambos van allí cada día desde que se jubilaron, sea invierno o verano, porque reconocieron que el hecho de estar allí les vale para «desconectar». De hecho, González -natural de Agaete- trabajaba en la capital grancanaria y, en las dos horas libres que le dejaban, llegaba hasta su pueblo para simplemente respirar y poder seguir con la jornada.

«El sur me suena falso, está despersonalizado, no existe ese carácter espontáneo de aquí», dice Antonio González

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Ambos coincidieron en que no hay nada semejante a la playa de Las Nieves en toda la Isla, y en que los arenales del Sur les parecen «despersonalizados». «Me suena falso», apuntó González, quien añadió que no existe «la espontaneidad que caracteriza este barrio». Práxedes Álamo opinó que se está perdiendo ese «carácter canario» porque las nuevas generaciones -y cada vez más las no tan nuevas- llegan a la playa y se ponen con sus teléfonos móviles, lo que les hace perderse «las conversaciones, el disfrutar del entorno».

Desde el sur de la Isla llegó la familia Santana Álavarez, quienes suelen pasar el día en Agaete con bastante frecuencia. De hecho, el padre aseguró ayer que no había ido tantas veces a esta playa norteña como en el último año. Y es que el más pequeño del clan, Enrique, es un amante de los barcos, y tener tan cerca el fast ferry que conecta Gran Canaria y Tenerife le encanta. De mayor quiere ser capitán de buque y, como muestra, es capaz de recitar el nombre de los barcos que salen desde cada uno de los muelles de Canarias y sus destinos. Casi nada. Pero además de por el pequeño, sus familiares se decantan por esta playa porque les ofrece un «ambiente distinto, es más nuestro». Y, nuevamente, aparece ese término de «canariedad, existe esa sensación tan de aquí, que también se nota en los restaurantes y los platos que te ponen sobre la mesa». 

Ahora además, desde que concluyó la última fase de la Circunvalación de Las Palmas de Gran Canaria, están todavía más cerca y no pierden tanto tiempo pasando por la avenida marítima y los semáforos del Julio Luengo. «Venimos, comemos en un restaurante, charlamos, dejamos que el niño corra y se divierta y, en definitiva, aprovechamos al máximo el día ya que llegamos hasta aquí», indicó la madre.

Agaete está de moda

Como la familia Santana Álvarez, muchas otras personas llegan hasta el municipio norteño, tanto a Las Salinas como a Las Nieves, para pasar el fin de semana o disfrutar de una jornada de playa en un entorno mágico y con unas vistas espectaculares. Según los más asiduos del lugar, «Agaete está de moda», y ello preocupa a algunos y alegra a otros. Porque siempre hay opiniones para todos los gustos. Pero en lo que sí parecen coincidir todos es que, cuanto más gente vaya, más se difuminará esa canariedad y la tranquilidad de la que goza la costa agaetense cuando son sus paisanos los que la disfrutan. Sin embargo, como afirmó Práxedes Álamo, «igual que no se pueden poner vallas al campo, tampoco se pueden poner puertas a la playa». De hecho, él y sus compañeros conocen varios matrimonios que vienen desde Santa Brígida, Valleseco y hasta Arinaga para pasar el día en la villa marinera.

Tanto Manuel Lobo como Roberto también han notado esa mayor presencia de personas en sus remansos de paz, algo que se nota sobre todo los fines de semana. «Con la pandemia, es verdad que ha venido más gente, porque muchos deciden no irse de vacaciones fuera y de otras islas llegan muchos también», puntualizó el profesor universitario, que también ha visto mucha afluencia de italianos estas semanas. El joven, por su parte, aseveró que, aunque es cierto que hay muchos visitantes más, «siempre ha habido gente en Agaete, sobre todo para las fiestas, aunque quizás ahora se vean más peninsulares por aquí». En cualquier caso, los gregarios de la villa marinera y sus playas siempre estarán ahí, dándole ese toque singular a este mágico lugar.

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