Los nuevos artesanos

La tradición en un telar

El artesano Raúl Lorenzo, que cala desde hace 15 años, consiguió recientemente el carnet de la Fedac | El joven lamenta la pérdida de las tradiciones canarias

La tradición en un telar

La tradición en un telar / Juan Castro

Raúl Lorenzo pasa sus tardes calando y mientras inserta la aguja una y otra vez se olvida del resto del mundo. Recientemente se ha convertido en uno de los 18 creadores que han conseguido el carnet de artesano de la Fedac. Por ahora no vende sus diseños, porque no tiene la posibilidad de dedicarse exclusivamente a la artesanía. El joven aboga por mantener las tradiciones canarias que poco a poco caen en el olvido.

La terapia de Raúl Domingo Lorenzo es el calado, todas las tardes se dedica a hacerlo mientras se olvida del mundo. Este arte, durante unas horas, se convierte en lo único que importa. El joven sigue con una tradición que poco a poco ha quedado en desuso. «Siempre me ha gustado el tema de la artesanía y todo lo referente a nuestros antepasados», indica.

Su pasión por el calado fue, en realidad, una casualidad. Como su madre asistía a clases de calado, Raúl le pidió que confeccionara un traje para un niño Jesús. A pesar de que comenzó a elaborarlo, después de un tiempo su madre aparcó el proyecto y él decidió ir a clases para terminar de vestir la figura.

«La artesanía tradicional de Canarias está en peligro de extinción», opina el artesano desde su taller

Comenzó con un traje y 15 años después, la casa de Raúl está llena de manteles, cojines, toallas e incluso bolas para el árbol de Navidad caladas. De esta forma, el creador se ha convertido en uno de los últimos 18 que han conseguido el carnet de artesanos de la Fundación para el Estudio y Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac). «Decidí presentarme porque llevaba tantos años calando que lo tomé como un reto para mí el hecho de saber si era capaz de alcanzar lo que es adquirir el carnet de artesano», explica.

Sus creaciones por el momento no están a la venta y solo produce para regalar a sus familiares y seres queridos. «A nivel comercial el calado no paga el trabajo que lleva porque son tantas las horas que empleas en una obra que al final no lo puedes repercutir en el trabajo porque nadie da ese dinero por el tiempo que has invertido», apunta Raúl, que añade que está empezando a almacenar algunos productos para probar si tienen éxito en las ferias de artesanía. «Para dedicarme solo al calado tendría que ser que tuviese un apoyo institucional porque de este tipo de artesanía no se vive», lamenta el joven. «La gente no compra un mantel para poner en la casa si no es del chino o de tela barato, yo por un mantel calado que a lo mejor le empleo más de 100 horas no voy a pedir 100 euros porque no me merece ni la pena el material empleado», explica.

La tradición en un telar

La tradición en un telar / Gretel Morales Lavandero

«Como la mayoría de los artesanos, me considero un enamorado porque realmente el precio que le pones a la pieza es inferior al tiempo y materiales que has invertido en ella, pero te enamoras del trabajo», incide.

El joven compagina su pasión con un trabajo estable de contable. Los números no son ningún problema para él, como demuestra a la hora de calar, ya que esta tipo de artesanía tiene mucho de matemáticas. Cada figura tiene un número de puntos diferente y cada una tiene un nombre, está el punto alpargata, pata de gallina, cochinilla y así una infinidad de nombres y técnicas. «El calado es todo un mundo», resume. Frente a su salón bajo unas enredaderas Raúl tiene su telar donde teje sus creaciones y se evade del mundo.

«Me fascina porque es un trabajo muy minucioso y tienes que ser muy exacto, cada dibujo es diferente por el trazado, hacer cosas que nadie las ha creado sino que sale de tu imaginación y las proyectas me encanta», explica Raúl.

En peligro de extinción

«La gente joven en su mayoría ha perdido el interés ya no solo por las manualidades porque sí es verdad que hay gente que se dedica a las manualidades pero otro tipo que vienen de fuera como tipo patchwork porque lo que es la artesanía tradicional de Canarias está en peligro de extinción», opina Raúl.

La tradición en un telar | JUAN CASTRO

La tradición en un telar | / JUAN CASTRO

El artesano se define como un «viejoven», desde que era un niño es un enamorado de todo tipo de artesanías también borda, realiza sombreros de palma, ganchillo y punto de cruz. Le viene de familia, sus padres crecieron en el campo y le inculcaron el valor del folclore canario. «Yo iba al campo y mi madre me decía el nombre de las plantas, su utilidad y cómo era la forma de vida, todo eso creó en mí un sentimiento de arraigo a la tierra», recuerda.

El calado es para Lorenzo una especie de terapia, las horas que trabaja la tela se olvida del mundo

«Tarde o temprano estamos abogados a no saber de nuestra identidad porque la gente valora más lo extranjero porque los resultados que tienen son más fáciles y rápidos que lo de aquí porque es muy trabajoso», señala Raúl y luego se sienta frente al telar a calar algunos puntos de unos marcadores florales que está realizando.

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