Entrevista | Carmen Artiles Coordinadora de la Universidad Rural de Canarias

«Las zonas rurales de Gran Canaria nunca volverán a tener la población de hace décadas»

«Las necesidades del mundo rural están claras desde hace mucho tiempo; es un poco frustrante», según la coordinadora de la Universidad Rural

Carmen Artiles.

Carmen Artiles. / LP/DLP

La antropóloga Carmen Artiles (Ingenio, 1980) explica los objetivos de la Universidad Rural y opina que la cumbre de Gran Canaria no volverá a recuperar su población y su estilo de vida. 

Este sábado arranca la segunda edición de la Universidad Rural de Canarias con el lema Participación Ciudadana en los entornos rurales. ¿Qué objetivos se plantean? 

Este año nos hemos centrado en la participación ciudadana y el objetivo general es crear foros de diálogo. Las sesiones son on line, por Zoom, para que el acceso sea el mayor posible. Para participar solo hace falta dar a un enlace, porque como se sabe uno de los problemas de los entornos rurales es la dificultad de acudir a este tipo de actividades. A un acto presencial en Tejeda, con este frío, irían pocas personas, pero así puede entrar cualquiera desde cualquier parte de la isla o del mundo.

¿Qué lecciones se sacaron de la edición de 2022?

La idea de crear la Universidad Rural fue de la Unión de Asociaciones de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, que presentó el proyecto a la convocatoria de subvenciones de Participación Ciudadana del Cabildo. En esa primera edición se sacaron muchas conclusiones, sobre todo en el sentido de que los entornos rurales siguen estando apartados, se les presta poca atención. Aunque los retos son bien conocidos, el interés partidista es bien escaso. La poca población hace que los grupos políticos no se interesen demasiado por lo que pasa de las medianías hacia arriba. Una conclusión fue mantener la Universidad Rural para tener un foro donde poder seguir analizando esta realidad y empezar a crear alianzas reales con las administraciones públicas, ya sean locales, insulares o autonómicas. En el mundo rural es todo un poco frustrante, hay unas necesidades muy claras desde hace mucho tiempo, pero no terminamos de resolverlas. 

«La población tiene miedo a las figuras conservacionistas por las restricciones a sus actividades»

¿Por qué la población de la cumbre de Gran Canaria no se ha implicado hasta ahora en las figuras de protección como la Reserva de la Biosfera o se ha opuesto a la declaración de un Parque Nacional? 

La ciudadanía de zonas rurales tiene mucho miedo a estas figuras conservacionistas por las posibles restricciones a desarrollar actividades económicas. Ocurrió cuando se planteó el Parque Nacional, el Parque Rural del Nublo, que es el que ya existe, e incluso la declaración de las Montañas Sagradas por la Unesco, que no tiene restricciones. Surgió ese miedo porque la protección del territorio es potente y la gente no puede hacer un muro en su casa o no puede quitar un árbol. Se dice que no se puede hacer casi nada, pero eso es cierto solo a medias. Históricamente, las poblaciones cumbreras se oponen estas categorías de protección porque al principio todo se ve muy bien porque se da mucho dinero. Sin embargo, luego ese dinero no resuelve los problemas de la población local, de las personas que vivimos aquí. Un ejemplo es el acceso a internet, que llega a los pueblos pero no a las zonas alejadas, que aún tienen que conectarse por satélite. Ocurre también con los caminos y carreteras, que no se terminan de mejorar. O con la escasez de transportes públicos o de viviendas de alquiler. Hay una serie de parámetros en los que siempre estamos en la cola. Yo trabajé para el proyecto de Risco Caído y en los últimos años se han podido ir limando las asperezas entre el Cabildo y la ciudadanía, porque había un fuerte enfado de la población. 

¿Por qué ese enfado de la gente de la cumbre?

Un ejemplo. La Reserva de la Biosfera se declaró en 2005, pero el Consejo Rector no se reunió hasta 2012, con siete años de retraso, y aún hubo que esperar otros dos o tres años más para iniciar el proceso de participación ciudadana. Tardaron 10 años en preguntarle a la población qué quería. Siempre hubo una inquina por ese retraso. Con Risco Caído se han ido limando esas asperezas, ofreciéndoles espacios para que expresen esas quejas. Curiosamente, todos queremos lo mismo, pero por algún motivo extraño no se llega a un consenso. No hay forma de encajar cómo se debe intervenir en la Reserva de la Biosfera.   

La propia Unión de Asociaciones de la Reserva de la Biosfera ha criticado al Cabildo por no contar con el movimiento vecinal a la hora de proyectar las medidas para la cumbre. ¿Qué se puede hacer para cambiar esa dinámica?

Hay que ser pacientes. Hay que seguir limando asperezas y no vernos como contrincantes, sino como aliados, porque todos queremos lo mismo. Los procedimientos administrativos son complicados. A veces los vecinos piensan que los políticos no actúan porque no quieren, pero eso no es cierto del todo. Por eso la necesidad de crear espacios de encuentro como esta Universidad, porque será difícil resolver los problemas si el técnico está en su despacho mirando para un lado, el ciudadano en su casa de Tejeda mirando para otro, y el político dando vueltas por la isla buscando votos. Hay que ponerse de acuerdo, pero cada decisión nos cuesta cuatro años.  

¿A qué se debe el despoblamiento de municipios como Tejeda, Artenara o las zonas altas de San Mateo o San Bartolomé de Tirajana? ¿Se puede frenar?

Se debe a varios fenómenos, aquí y en todas las zonas rurales. Los niños de Tejeda o Artenara, mientras haya escuelas, se mantienen en los entornos rurales. Pero una vez pasan al ciclo de secundaria no tienen oferta educativa y se tiene que marchar. Es el caso típico del chico que mandan a vivir a Las Palmas con un familiar, con lo que se evita el camino de ida y vuelta todos los días a un instituto en San Mateo o en Teror. Una vez se va el hijo, es habitual que al poco tiempo se vaya el padre o la madre y a final se va la familia entera. Por otra lado está la falta de empleo. La mayoría de las personas adultas que se dedican a la agricultura o la ganadería no tienen interés en que sus hijos se dediquen a eso porque es un trabajo muy duro. Queda el turismo, pero no todos los municipios rurales lo tienen. Creo que hay que fomentar que venga gente nueva, no solo intentar mantener a los que ya viven. 

¿Se puede pensar que la cumbre grancanaria volverá a tener una población joven y arraigada o es una ilusión?

Es una pretensión un poco absurda, no podemos pretender que las zonas rurales sean lo que fueron hace décadas. No creo que tengan que ser lo que fueron y desde un punto de vista antropológico no lo volverán a ser. Ahora hay varios perfiles de población. El que vive fijo, con una media de edad superior a los 65 años. El de fin de semana, una persona que se marchó pero sigue vinculada al territorio porque tiene algún terreno o vivienda. Y luego los jóvenes que se han ido al campo, pero que también pasan varios días en la ciudad. Esa idea romántica de vivir en la naturaleza para cultivar ya no existe y no creo que haya que buscarlo. Hay que innovar para que las condiciones de vida puedan ser tan buenas como las de las zonas de la costa. 

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