Guía

El Cenobio, la alacena con sorpresa

En los últimos trabajos se han encontrado en el yacimientos grandes piezas de obsidiana que abren nuevas hipótesis sobre su función

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

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El Cenobio de Valerón, uno de los yacimientos más singulares de Gran Canaria, ubicado en el municipio de Guía, se encuentra en pleno zafarrancho para tratar de recuperar la fisonomía original del estratégico granero de los antiguos canarios.

Durante la primera mitad de la década de los años 70 del siglo pasado, tanto Cueva Pintada como el propio Cenobio sufrieron duras intervenciones en su entorno destinadas a exhibir el tesoro como un reclamo más al remolque del turismo, creando accesos y plataformas que en el transcurso de los trabajos arruinaron los rellenos arqueológicos despojándolos de una valiosa información.

En el caso del Cenobio de Valerón, sus cuevas fueron incluso vaciadas y sus silos limpiados, a lo que se añadía la construcción de un muro, una plataforma desde la que observar cómodamente el conjunto y una escalera de acceso.

Comunidad

En las últimas semanas se han extraído un total de ocho camiones cargados de escombros con sus correspondientes cribados, «una exageración», como lo califica el arqueólogo Valentín Barroso, de la empresa Arqueocanarias, encargada de supervisar los trabajos ejecutados por la constructora Rodríguez Luján encaminados a hacer borrón y cuenta nueva con este Bien de Interés Cultural.

Y tanto en esta tarea como en anteriores campañas de prospección el Cenobio ha hablado, ofreciendo a los investigadores nuevos elementos que dibujan la hipótesis del por qué los antiguos cronistas le dieron el mismo nombre que el de las comunidades en las que vivían en retiro los monjes medievales.

A principios de los años 70 el BIC perdió buena parte de su potencial arqueológico para adaptarlo al turismo

Lugar de culto

Barroso explica que del conjunto guiense se idealizaba como punto donde se enclaustraba a las harimaguadas, pero los indicios apuntan, siempre con el quizá por delante como hipótesis que es, a un lugar que más bien funcionaba como los conventos que a partir del siglo XI se constituían en comunidades autosuficientes en la que además de dedicarse a sus ritos religiosos se dedicaban a realizar trabajos muy especiales, como la composición artesanal de libros, códices e incluso joyas.

Pero en versión isleña, ya que si bien los conventos estaban destinados fundamentalmente a seguir los preceptos del cristianismo, el de Valerón es un cenobio dedicado en su rango mayor a la conservación del grano. «Se podría imaginar a los que guardan ese tesoro no con los brazos cruzados, sino también manufacturando objetos para su destino final, ya que hemos encontrado, entre otras muchas, piezas de obsidiana de Horgazales, en La Aldea, muy grandes, que no suelen aparecer en los poblados, y lo mismo ocurre con molinos de piedra de Agaete a medio hacer.

Últimos hallazgos

En ese nueva hipótesis sobre qué se urdía en la fenomenal alacena trabajan diferentes investigadores que sacan a la luz sus conclusiones tras la inauguración de una muestra que expone en la Casa Palacio del Cabildo los últimos hallazgos, a lo que se suma un ciclo de conferencias que se ofrece hasta el 11 de mayo, como la de Jacob Morales Mateos, sobre El Cenobio de Valerón y los graneros en cueva de Gran Canaria: origen y desarrollo; la de Amelia Rodríguez Rodríguez, con el título ¿Más que un granero? La aportación del estudio de ciertas evidencias arqueológicas a la reconstrucción de las funciones del yacimiento, y la de Pedro Henríquez-Valido, con su charla Mini monstruos en la despensa. El Cenobio de Valerón y la arqueoentomología en espacios de almacenamiento.

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