En realidad, todo había comenzado casi una hora antes, hacia las 8.20, a diez minutos del comienzo oficial del pleno municipal. La mayoría de los concejales (en realidad, todos menos el alcalde, que jamás presume de puntualidad) ya estaban en el Salón Dorado prestos a iniciar una sesión que no tenía nada de particular. Ni siquiera porque en ella se adoptaría la rebaja de los sueldos de los ediles y altos cargos anunciada el día anterior.

A esa hora Nardy Barrios montó en cólera. Aunque debía saberlo, o al menos sospecharlo, terminó de comprobar que los dos millones de euros que sus socios socialistas le habían prometido para renovar los contratos de mantenimiento de los parques infantiles no iban a pasar por el Pleno. A partir de ahí, se desató la crisis.

Nardy Barrios no quería entrar en el Salón Dorado, donde ya la mayoría de los demás concejales tomaban asiento para empezar la sesión. Al contrario, se encaminó por el pasillo hasta los ascensores, que nada más abrirse mostraron al alcalde Jerónimo Saavedra. Con cara de sorpresa, el regidor se encontró con una frase taxativa de la concejal de Fomento y Servicios Públicos: "Si no hay dinero para el mantenimiento de los parques infantiles, el lunes los precinto", le soltó.

El alcalde y Barrios, junto con los directores de gobierno de Hacienda y Presidencia, Benito Cabrera y Sebastián Franquis, el grueso del núcleo duro del gobierno municipal, se dirigieron a otra sala de las Casas Consistoriales, al más puro estilo de los gabinetes de crisis. A todo esto, durante, al menos, los 40 minutos siguientes, lo único que sabían los concejales que esperaban en el Salón Dorado es que no estaban cuatro peces gordos de la corporación y que la portavoz de Compromiso estaba indignada. Algunos pensaron que el pacto se rompía.

En medio del desconcierto, uno de los testigos de la escena de la puerta del ascensor pone sobreaviso a sus más cercanos y la voz se va corriendo por la sala, pero no todo el mundo se entera. Una concejal habitualmente bien informada sólo acierta a decir que había pasado "algo", mientras en la bancada de la oposición se empiezan a hacer conjeturas: "Es por culpa de los remanentes", dijo uno. O sea, el dinero del presupuesto del año pasado que no llegó a gastarse y que no está comprometido con nuevas partidas.

El germen de la cuestión es que Nardy Barrios había arrancado un compromiso público en febrero -en otra sesión plenaria- para que parte de esos remanentes fueran a parar al mantenimiento de los colegios públicos, los parques infantiles y las calles de la ciudad, es decir, el área de su competencia. "Como no cumplan su promesa estoy dispuesta a romper", había confesado la portavoz de Compromiso hace dos meses durante una conversación privada.

¿Pero qué estaba pasando en la reunión del improvisado gabinete de crisis? Pasaba que Barrios se había calmado bastante después de soltarle en público al alcalde su amenaza de cerrar los parques de juegos de los niños. Y pasaba que Benito Cabrera daba mil detalles técnicos de por qué se había retrasado 'su' expediente, que era un problema burocrático, que no le había dado tiempo a tramitarlo, y que lo mismo había pasado con el dinero de otros servicios.

Aunque la discusión duró lo suyo, no fue airada, como reconocieron sus contendientes algunas horas después de la presunta trapisonda. "Las he tenido peores", aseguró la propia Barrios. A pesar de esa afirmación, la tercera teniente de alcalde aseguró en conversaciones distintas con varios concejales y periodistas que había amagado con dimitir. "O ponen el dinero, o yo me marcho", dijo que había dicho.

La sensación que dieron sus palabras olieron a zozobra del pacto del gobierno durante horas, hasta el punto que hubo que esperar al final del pleno, cerca de las cuatro de la tarde, para aclarar las dudas. "Qué se vaya", contestó desganado el alcalde a la salida cuando un periodista lo interpeló sobre la supuesta amenaza de dimisión. En cambio, otros asistentes a la reunión juraban y perjuraban que Barrios no había enjugado el verbo dimitir en ningún momento.

De una forma o de la otra, es seguro de que se trata del enésimo capítulo de tensión de unas relaciones entre socialistas y Barrios, que no se aguantan, pero que son incapaces de romper las ataduras de un matrimonio político de conveniencia.