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Una familia sumida en el terror

Los hijos de la víctima y del presunto asesino, así como otros familiares y vecinos, trazan la historia de un hogar desestructurado en el que el consumo de drogas se convirtió en la única vía de escape

Un hijo que se quitó la vida por no soportar más la supuesta situación de malos tratos a la que le sometía su padre, unos hijos que vieron cómo su progenitor obligaba presuntamente a su madre a mantener relaciones sexuales con chaperos que traía de la calle, una esposa que era golpeada, insultada y finalmente asesinada, unas vecinas que dijeron oír a través de la paredes los gritos, los golpes y las amenazas que su vecino profería diariamente contra su mujer y la adicción a las drogas, lugar donde se refugiaron todos los hijos que nacieron en aquella familia.

Esa es la historia de la familia conformada por los Romero Rodríguez, o al menos es la parte que sus integrantes han relatado en las jornadas del juicio en las que se juzga a Francisco Romero Henríquez no sólo por el asesinato de su exmujer, sino también por los malos tratos que supuestamente le infligió a todas y cada una de las personas con las que convivió.

El terror que sentían sus miembros llegó hasta tal punto que todos terminaron abandonando el hogar en el que se habían criado. Los dos mayores se marcharon a vivir con sus abuelas y el menor se fue con su madre poco tiempo antes de solicitar ella el divorcio. Todos, excepto la víctima, acabaron consumiendo drogas, según han asegurado en el juicio. Todos han vivido con el miedo a que una palabra, una acción o un simple gesto despertase la ira de su progenitor, una situación que terminaba irremediablemente con gritos, golpes, amenazas y una familia sumida en el terror.

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