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Callejeando por la capital grancanaria

Lola de la Torre en el callejero de la capital grancanaria

Lola de la Torre en el callejero de la capital grancanaria

¿Cuántas calles de Las Palmas de Gran Canaria tienen nombre de mujer? La respuesta la encontramos en un artículo publicado en enero de 2020. En él, la periodista Silvia Álamo advertía que, en una muestra integrada por 1200 vías trazadas en las dos grandes capitales canarias, tan solo 6 de cada 100 estaban dedicadas a mujeres. Siguiendo esta línea, el de Las Palmas de Gran Canaria es, al igual que otros muchos, un callejero masculinizado. Cuando tenemos tan reciente el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es este un expresivo dato que, además de hacernos reflexionar, puede ser considerado un reflejo de la discriminación que ha padecido tradicionalmente la mujer. No hay que olvidar que hasta el siglo XX a las mujeres, sobre la base de un imperante orden social y jurídico restrictivo, no se les facilitaba –incluso se les impedía– la posibilidad de desarrollar una vida plena. Así, tener restringido el acceso a la formación y el ejercicio de determinadas actividades profesionales o encontrase bajo la tutela de sus maridos, entre otras circunstancias, ha traído consigo que sus nombres, incluso en el nomenclátor urbano, hayan quedado en la sombra.

La superación de ese olvido y la consecuente visibilización de las mujeres en la trama de la urbe se ha ido produciendo de manera lenta y paulatina en las últimas décadas del siglo XX y, sobre todo, a lo largo de los años transcurridos de la presente centuria. Un ejemplo de la incorporación de las mujeres al callejero de la capital grancanaria lo tenemos en una parcela situada entre la Cruz del Ovejero y el barrio de La Suerte (Tamaraceite). Ordenada urbanísticamente en el primer lustro del siglo XXI, las cinco calles que se trazaron en aquel entorno fueron bautizadas con nombres de mujeres célebres. Entre ellos podemos identificar –además de los de la filósofa María Zambrano y la sufragista Clara Campoamor– los de las canarias Mercedes Pinto, Pino Ojeda y Lola de la Torre, cuyos apelativos figuran en las placas callejeras vinculadas a la actividad profesional que desarrollaron durante su vida: escritora, pintora-poeta y musicóloga, respectivamente. La presencia del personaje junto a su profesión proporciona a los viandantes un mínimo dato que explica la razón por la que esa figura es recordada y es merecedora de una vía en la ciudad, adquiriendo esta solución un carácter didáctico nada despreciable.

Nos ocuparemos hoy de la vía abierta en honor a Lola de la Torre, arteria que discurre de este a oeste partiendo de la calle María Zambrano y confluyendo con la dedicada a Pino Ojeda. La cantante lírica, profesora de canto y musicóloga Dolores de la Torre Champsaur (Las Palmas de Gran Canaria, 1902-1998) era hija del barítono Néstor de la Torre Comminges y de la también aficionada al canto Dolores Champsaur Millares. En un ambiente tan propicio para el arte, no es extraño que su interés por la música se despertara en fecha muy temprana, comenzando sus estudios de piano en Tenerife y ofreciendo su primer concierto público como intérprete de canto en su ciudad natal en 1918. Con posterioridad continuó cosechando éxitos en Cuba, país al que se trasladó con su familia en 1920 y en el que durante una década llevó a cabo una dinámica actividad musical, tanto en el ámbito de la interpretación como en el terreno docente, impartiendo clases en el Conservatorio Internacional de La Habana. En 1930 regresó a Tenerife, contrayendo matrimonio dos años más tarde con Juan Manuel Trujillo Torres (1907-1976), intelectual y librero tinerfeño con el que compartiría no solo su vida personal sino también sus inquietudes culturales.

Después de residir en Madrid, Valencia, Barcelona y desplazarse nuevamente a Cuba, donde retomaría su actividad docente, en 1955 se instaló definitivamente en Las Palmas de Gran Canaria. A partir de ese momento combinaría la impartición de clases de canto –asumiendo en 1975 la cátedra en el Conservatorio de Música de Las Palmas de Gran Canaria– con la fundación de formaciones vocales -como el coro infantil «Los Pequeños Cantores de la Luz» (1955)–, además de impulsar asociaciones musicales –como la delegación en Las Palmas de las Juventudes Musicales (1956)–, organizar conciertos y acometer interesantes estudios en el ámbito de la investigación musicológica, faceta esta última por la que es recordada en el callejero de la ciudad.

Si bien su trabajo como investigadora lo había iniciado en la década de 1930 en Madrid, lo cierto es que no sería hasta 1955 cuando la musicología se convertiría en uno de los ejes centrales en su vida, realizando interesantes y rigurosas aportaciones a la historia de la música en Canarias. Así, fue la información recabada en el archivo musical de la Catedral de Canarias, agrupación documental que ella, junto a su marido, organizó y describió, la que sirvió como punto de partida para la publicación de varios libros y artículos acerca de la capilla de música de aquella sede catedralicia, así como sobre los maestros que habían estado al frente de ella, estudios que suponen una indiscutible aportación a la historiografía musical en nuestro archipiélago.

Pero no solo merece ser recordada por su gran aportación a la conservación y difusión de la música generada en el ámbito religioso. Su interés por la documentación musical la llevó a reparar en las partituras históricas que se conservaban en El Museo Canario, institución en la que ingresó en 1959 y de la que llegaría a ser nombrada Socia de Honor en 1983, reconociéndosele así la gran labor desarrollada en favor de la Sociedad Científica. Porque, entre 1960 y 1967, tras presentar un ambicioso plan dirigido hacia la configuración en el museo de una sección especializada en la música generada en el archipiélago, doña Lola no solo se aplicó en la organización de los fondos musicales que poseía hasta entonces la institución, sino que favoreció su crecimiento animando a los compositores y a sus herederos a donar sus partituras. Se inició así el camino, que sería continuado por Lothar Siemens, hacia la configuración de una sección musical en el archivo histórico del museo, conjunto documental que hoy, integrado por más de 6000 partituras de música y compositores canarios, es considerado uno de las más relevantes entre los de su tipo en nuestro país.

El reconocimiento a la aportación de Lola de la Torre a la cultura e investigación musicológica ha sido mostrado en múltiples ocasiones. La nominación de una calle con su nombre en Las Palmas de Gran Canaria constituye, sin duda, una de ellas. Además, esta misma ciudad la nombró Hija Predilecta en 1983, siendo 10 años más tarde merecedora de la medalla de oro otorgada por el Gobierno de Canarias, una de las primeras ocasiones en que tal galardón se le concedía a una mujer.

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