Leemos en LA PROVINCIA que el Cabildo se dispone adquirir la última parte del edificio de la Plazuela que quedaba en manos de propietarios particulares, pues el resto ya había sido adquirido hace algunos años por la Corporación para hacer la actual ampliación de la Biblioteca Insular. Un edificio de finales del siglo XIX conocido como Palacete romántico de Úrsula de Quintana que ocupó -y ocupa- el amplio solar formado por la manzana comprendida entre las calles Muro, Remedios y la plazuela Hurtado de Mendoza, esta última rotulada en épocas anteriores como del Príncipe Pío y de la Democracia. 

Soberbio edificio a que nos referimos aquel donde en el anterior régimen político ocupó su piso alto con frontis a Muro-Remedios la llamada Jefatura Provincial del Movimiento, y en los bajos la tabaquería Salón Novedades (que tenía la fabricación de cigarrillos en los sótanos) y la tienda de ultramarinos Víveres La Florida, porque el ala Sur que tiene todo su frontis dando a la Plazuela nos dicen que fue segregado en su día del conjunto del edificio donde hay, y hubo, varios negocios, como la delegación de Iberia donde hoy está la venta de pollos y la desaparecida barbería Le Fígaro. 

Este palacete, el primero y más principal que se construyó en Las Palmas por las razones que se explicarán, se levantó en la década de 1860 en gran parte del solar que ocupaban en aquella zona varias casas viejas, éstas aportadas como dote por Constanza Navarro al matrimoniar con Jacinto Falcón Valdez de las que se dice que «es un grupo de casas en la llamada hondonada del Pilar del Perro, hoy calle Muro, dando a la Plazuela», datos estos y otros igualmente aportados aquí que debemos a la generosidad impagable de Miguel Rodríguez Díaz de Quintana, recogidos en un trabajo todavía inédito y que necesariamente han tenido que ser resumidos. Las destartaladas edificaciones fueron pasando a sucesivas generaciones de aquella familia, en una de ellas estaba entonces la llamada Casa del Café, exactamente donde luego se levantó el Círculo Mercantil, luego ocupado por el Banco Hispano y en la actualidad por la Biblioteca, y que según el mismo Miguel Rodríguez, «se puede tildar de ser pionera en la instalación de las primeras industrias públicas dedicada a la venta de café».

Diez años después de poner en marcha la idea de construcción de aquel edificio romántico, en 1869 ya está levantado el actual edificio

Uno de los herederos del aquellas viejas casas fue Agustín Falcón y Quintana, casado con su prima hermana Úrsula de Quintana Llarena, que tuvieron cinco hijos: Rosario, Reyes, Antonio, Dolores y Rosa, falleciendo los tres últimos a temprana edad por su precaria salud, casando Reyes con Francisco Doreste de los Reyes (propietario del edificio que fue Hotel Monopol), sin descendencia. La primogénita, y única heredera, Rosario tras la muerte de su padre en 1862 formalizó matrimonio con su primo Tomás de Quintana y Nava, conocido entonces como «el marquesito» por su inminente sucesión de los títulos de Villanueva del Prado, Acialcázar y Torre Hermosa, por lo que su viuda madre, sensibilizada por el papel que jugaría su yerno en la sociedad de las islas, encarga en 1863 al proyectista Manuel Ponce de León la edificación de un palacete, reproducción de cuyo plano ofrecemos y que se encuentra en el AHPLP, junto a la firma de Úrsula en la petición del permiso. Pero la solicitud de la licencia de obra tropieza en el Ayuntamiento con dificultades administrativas de índole urbanística como consecuencia de los problemas surgidos entre la solicitante y la Municipalidad respecto a la alineación que debía sufrir la Plazuela, y que afectaría a parte de las viejas casonas, sobre cuyas vicisitudes pormenorizadas del pleito se encontrará más detalles en la obra de María de los Reyes Hernández Socorro Manuel Ponce de León y la arquitectura de La Palmas en el s. XIX. De todas formas, agreguemos que el pleito se inicia cuando el Ayuntamiento tiene la intención de expropiarlas para agrandar la Plazuela y solucionar los problemas de la hondonada de la mentada Cuesta del Perro, hoy en día calle Muro. Miguel Rodríguez nos añade que otros propietarios del resto de las casas de los contornos eran las familias de Pedro Mato, Manuel del Río y Carlos Navarro, que fueron incorporadas por doña Úrsula a su patrimonio.

Al fin, diez años después de poner en marcha la idea de construcción de aquel edificio romántico, en 1869 ya está levantada la que fue conocida popularmente como Casa-Palacio de doña Úrsula, en cuyo frontis se colocó, y todavía permanece, el escudo nobiliario con las armas de los apellidos Quintana, Nava, Falcón y Llarena, pero el proyecto matrimonial de su hija se malogró por la repentina muerte de don Tomás a los seis meses de su celebración dejando viuda a Rosario y embarazada de una póstuma que se llamó en el bautizo Tomasa, que fue en el tiempo la décima marquesa de Villanueva del Prado. En estas circunstancias, doña Úrsula y su apenada hija vendieron su patrimonio, incluyendo el palacete, que en 1886 compró el farmacéutico Fernando Bojart, quien aquel año pide autorización para acondicionarlo a su gusto en cuyos patios y salones, dicen las crónicas de la época, se celebraban sonadas fiestas con la presencia de la alta sociedad de Las Palmas. A pesar de los problemas que tuvo Úrsula por la ya referida alineación del frontis del palacete con la Plazuela y aunque la licencia municipal y los planos de Ponce de León se refieren a la construcción de una sola unidad arquitectónica con idéntico y continuado estilo en las tres fachadas, los actuales propietarios de la que da a la Plazuela opinaron siempre que se trataba de dos edificios independientes y levantados en diferentes épocas, cuestión en la que no vamos a entrar porque ni es el lugar ni la intención.

Casado el boticario con Rosa Millán y fallecido en 1905 sin hijos, fueron herederos sus sobrinos Meléndez Bojart, que terminaron traspasándolo por venta, ignoramos a quienes, aunque en realidad poco nos interesa ahora. Resumida bastante por la cantidad de datos que podrían aportarse, la historia de este palacete solo falta añadir que confiamos no sea objeto de arbitrarias, caprichosas y desafortunadas reformas que alteren su estilo, principalmente en su exterior, aunque su interior, para adaptarlo al fin a que será destinado, tampoco debería atentarse de forma que perdiera el carácter singular que siempre tuvo, para conservarlo como ejemplo de uno de los proyectos más bellos de Manuel Ponce de León que enriquece el patrimonio arquitectónico de la ciudad y de la isla.